Esta semana he cumplido un año ininterrumpido en mi puesto de trabajo actual, pero no es de eso de lo que he venido a hablar. He venido a aprovechar la fecha que desaproveché el pasado mes: el Viernes 13 (bueno, ahora sábado 14, porque ya pasa de la medianoche; es decir, he vuelto a fracasar). Y a falta de cierta peli que sería más propicia para estas fechas, he elegido dedicar mi tiempo, por fin, a uno de los grandes clásicos básicos del terror con pad de control. Coged vuestras cámaras de fotos y el mapa de carreteras, mis amados lectores, porque nos vamos de fin de semana a una bonita localidad turística de Estados Unidos. Nos vamos... a SILENT HILL.
No sin mi hija (pelo negro y corto, cumplió siete el mes pasado)
Sólo a mí se me ocurre derrapar en una curva con un todoterreno.
Harry Mason (Val Kilmer Michael Gough, cuya carrera como actor de doblaje incluye al memorable Tassadar de Starcraft y al vampiro Beckett en Vampire: the Masquerade - Bloodlines) es un escritor poco conocido, que tras enviudar se ha volcado en la cría de su hijita Cheryl, de siete años (cumplidos el mes pasado, como Harry se encarga de recordarnos cada vez que habla con un nuevo personaje). Para romper un poco con la rutina diaria, Harry decide emprender un viaje de fin de semana con su pequeña al pueblecito de Silent Hill: después de todo, un nombre así sugiere una población tranquila, sin ajetreo y perfecta para un poco de descanso y relajación dominical, ¿verdad?
... ¿Verdad?
Pues así podría parecer cuando Harry enfila la carretera que lleva hasta el lugar. Nada de tráfico, excepto por una agente de policía en moto que les rebasa. Pero cuando unos metros más adelante se encuentran la moto tirada en el arcén contrario y sin rastro de su ocupante, Harry se distrae de lo que pasa en la calzada el tiempo suficiente para ignorar a una muchacha que cruza su carril; cuando vuelve la vista y se da cuenta, Harry intenta esquivarla con un desesperado volantazo...
... Y se despierta del choque en medio de los restos de su coche, prácticamente ileso, pero sin su pequeña. Afuera cae la nieve, a pesar de que no hace frío, y hay una niebla lo bastante densa como para poder comerla a cucharadas... pero no lo bastante como para ocultar la silueta de Cheryl, que se adentra en las calles sin hacer caso a las llamadas de su alarmado padre. Harry corre detrás de ella hasta llegar a lo que parece un sucio callejón, en el que va encontrándose cosas cada vez más siniestras: una masa sanguinolenta que (tal vez) es lo que queda de un perro, un repentino oscurecimiento del cielo, una silla de ruedas semidestrozada... y un cadáver humano crucificado en una valla. Cuando el horrorizado Harry se encuentra con esto último, por el camino que acaba de recorrer se le abalanzan unas figuras, vagamente similares a niños deformes, que le acuchillan hasta la muerte...
¡Un momento! Harry se despierta de repente en medio de una cafetería abandonada, adonde le ha llevado la oficial a la que vio antes del accidente. Cybil Bennett (Cameron Diaz Susan Papa) le explica que viene de la ciudad vecina, Brahms, por un aviso, y que le encontró tirado en medio de un callejón. Tras averiguar por ella que no parece haber nadie más en la ciudad, Harry decide que tiene que salir a buscar a su hija (y no le culpo, yo también lo haría); Cybil intenta primero convencerle de que desista, pero cuando comprueba lo empecinado que está el joven padre le entrega una pistola para que se defienda en caso de correr peligro, advirtiéndole de que tenga cuidado de no dispararla por accidente (¿adelantando acontecimientos? ¿tú crees?), y sale a intentar buscar a otros habitantes de la localidad.
Con el propósito claro en mente, Harry hace acopio de bebidas energéticas y se dispone a salir de la cafetería; pero justo al llegar a la puerta, una radio de bolsillo que está sobre una de las mesas se enciende por sí misma, emitiendo un rumor de estática. Extrañado, Harry se acerca a verla con más atención y...
Y ahí comienza una terrorífica odisea para Harry, que tendrá que buscar a su hija a lo largo y ancho de la ciudad, evitando a criaturas que parecen escapadas de sus peores pesadillas (o al menos, de las peores pesadillas de alguien) mientras sigue pistas surrealistas y encuentra a otros seres humanos que parecen estar atrapados como él. Pero a medida que avanza en su búsqueda, los horrores que presencia le llevan a cuestionarse su cordura, y hasta si lo que está viendo es real. ¿Está hundiéndose la ciudad en las tinieblas, como asegura una de las pocas personas que quedan en la ciudad, la excéntrica anciana Dahlia Gillespie (Liz Mamorsky)? ¿O es todo una alucinación agonizante de Harry?
¿O tal vez es algo aún peor?
¿Huh? ¿Radio? ¿Por qué suena la COPE en esa radio?
¡VALEVALEVALE! ¡MIRA, NO TOCO LA RADIO, YA LA DEJO!
El equipo de esforzados trabajadores de Konami que dirigía Keiichiro Toyama (creador más tarde de Forbidden Siren) parió a finales de los 90 el que, si tomamos a Alone in the Dark como el Wolfenstein del survival horror y a Resident Evil como su Doom, vendría a ser el System Shock del género. O su Thief, según se mire. Juntando un batiburrillo de referencias e influencias de las mejores películas y relatos de terror de la historia, y una óptica claramente informada por la obra completa de Lovecraft, el denominado Team Silent consiguió hacer un juego tan, tan terrorífico... que sigue dando miedo aún hoy.
Y no creáis que no tiene mérito. Después de todo, Silent Hill es un juego hecho para la primera Playstation. Y eso significa que su entorno y personajes 100% en tres dimensiones en tiempo real son un logro impresionante para la época, pero condenadamente toscos y bajos de polígonos para los albores de la segunda década del siglo XXI. Y mejor no hablar de las cinemáticas con el motor del juego cuando la cámara se pone a girar: la imagen entera tiembla como una porción de gelatina de fresa. ¿Y qué decir de esas conversaciones que, por limitaciones en la capacidad de subtitularlas, tienen lugar a un ritmo irregular y pausado nunca visto en ninguna conversación normal?
Y sin embargo, sigue teniendo ese poder para asustar. En gran medida tiene la culpa el excelente aprovechamiento y combinación de las influencias antes mencionadas, que nos sumen en una atmósfera jugable dominada por la oscuridad y la tensión de encontrarnos con monstruos. El Team Silent logra aquí hacer de la funcional-pero-tosca configuración de controles de Resident Evil un cierta virtud: si en el juego de Capcom la torpeza de nuestro personaje era poco creíble, siendo miembro de un cuerpo especial de seguridad, en el de Konami tenemos de protagonista a una persona normal y corriente, sin especiales conocimientos de cómo luchar o disparar, y que se mueve y reacciona con la misma dificultad con la que lo haríamos nosotros en su lugar.
Pero las piezas claves del terror las forman esos escenarios lóbregos y pavorosamente reales, que sin aviso se transforman en pesadillas de óxido y sangre, y la genial música ambiental de Akira Yamaoka. Los primeros nos sumen en la sensación de estar en medio de un rincón marginal de nuestra propia ciudad, enfrentándonos a nuestras peores fantasías hechas realidad; la segunda mezcla melodías discordantes y sonidos de industria pesada para hacernos sentir que la oscuridad hecha carne se nos va a echar encima desde el punto del escenario al que damos la espalda, reservando sonidos más tranquilos y etéreos para hacernos perder el sentido de la realidad en los momentos de paz.
A esa irrealidad contribuyen también el antinatural ritmo de los diálogos, la dicción monótona de Harry (que algunos tomaron como pista de que es corto de entendederas; yo, que no creo que alguien así pudiera sobrevivir a todo lo que le pasa en el juego, prefiero pensar que está en estado de shock por todas las marcianadas que le pasan) y los extraños puzzles, que son dignos de cualquier Resident Evil (pero pegan bastante mejor con el ambiente general), y que tienen algunos momentos ingeniosos y otros más frustrantes; esperad a ver el de los signos del Zodíaco y los números, o el del piano (bueno, este lo solucioné en un periquete, pero debo de ser el único).
Todos estos elementos convergen en una trama que parece una exacerbación de las fantasías terroríficas del genio de Providence, pero con un corazón mucho más humano. Las interpretaciones de los espantosos sucesos que vive Harry son múltiples (y refuerzan aún más la desorientación e irrealidad de todo), pero el motor que hace andar a éste nunca deja de ser la búsqueda de su hija; por otro lado (y perdón por los spoilers), la causa última de todo el horror resulta estar, como tantas veces en nuestro mundo, en la maldad que alberga el corazón humano, de una manera que recuerda a dos famosas historias de Stephen King llevadas al cine (y sí, La Niebla es una de ellas, pero por más razones de las que parecen a primera vista).
Eso sí, buena suerte encontrando lo más parecido a un final feliz que hay en Silent Hill, porque Toyama y compañía decidieron que para ello había que conseguir primero un objeto sin utilidad aparente, y luego salirse un buen trecho del camino principal para hacer cosas en unos cuantos edificios que a primera vista no tiene relación con la historia. O mucho me equivoco, u os hará falta una visita a GameFAQs para enteraros de cómo conseguirlo; qué diablos, también os será útil para comprender mejor la oscura historia del juego.
Así que, si os gusta pasar miedo, resolver puzzles extraños, y no os importa lidiar con gráficos vetustos, el control torpe de tantos y tantos survival horrors, y unos requerimientos ridículamente complicados para sacar los mejores finales, echadle un ojo. ¿Y qué es eso de que no tenéis Playstation para jugarlo? ¡Eso ya no es un problema, gente!
El control con teclado, por otra parte, sí que lo es. Quién me mandaría dejarme mi pad de control chungo en Santander...
4 comentarios:
Tio, buenísomo reportaje sobre Silent Hill, de las mejores sagas de la historia sin duda!
Saludos!!
Es una obra maestra. Creo que fue el primero en usar el stereo para avisar de por donde iban a caer las hostias (es decir, venir los enemigos).
Grande.
Soberbios, tanto éste como su segunda parte. También merece la pena echarle un vistazo a Silent Hill 4: The Room, un curioso experimento de lo más inquietante, aunque no esté a la altura de los dos primeros de la saga... ¡Saludos!
Anatael: ¡Grandísima verdad! Muchas gracias por venir y por tus amables elogios, aunque la crítica en cuestión me hubiera gustado que quedara más apañada (maníaco perfeccionista que es uno).
Fet: es curioso cómo la radio, aún años después de jugar el juego, sigue poniéndome en tensión cada vez que empieza a machacar con la estática.
Santos: y el 2, el 3 y e 4 caerán a su debido tiempo por aquí. Y el 5también, qué demonios.
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