Ya puedo dar por vencida (bueno, casi) a la resaca del Hemoglozine, y me puedo dar por satisfecho con mi reciente incursión en las colaboraciones blogueras de la mano de Roy Ramker y su Otakufreaks, blog en el que he escrito una pequeña disertación sobre las conexiones entre Clock Tower y Phenomena, dos clasicazos de los que ya hablé por aquí en tiempos pretéritos (tan pretéritos que todavía vivía en Santander, fijaos vosotros). Así que, si tenéis algo de tiempo libre, entrad y leedla.
(Y ya que estamos, leed el resto de artículos de Otakufreaks, que son canela en rama. En serio, Roy se lo curra, y ahora encima cuenta con colaboradores para mejorar todavía más. Si en términos de D&D este blog es algo así como un guerrero de nivel 5, Otakufreaks ya va apurando lo que le queda de la clase de prestigio y metiéndose en niveles épicos)
Pero no estoy aquí para dar bombo a mis colaboraciones externas (que también), ni para dar jabón a los blogs amigos (que no lo necesitan). Estoy aquí porque, si en diciembre de 2011 el Grand Theft Auto III cumplía diez años, el pasado 29 de octubre sumaba su primera década el Grand Theft Auto: Vice City, su sucesor y perfeccionador de la fórmula con la que Rockstar Games empezó a comerse el mundo del videojuego. Poneos vuestro mejor traje de tonos pastel y unos mocasines sin calcetines, que nos toca adentrarnos en los glamurosos, horteras y peligrosos vericuetos del mundo criminal de la Florida de los años 80…
Más grande, más largo y con más explosiones
¿Queréis más explosiones? Pues empecemos por la de ese coche.