¡Feliz domingo, escasos y selectos lectores! Espero que lo hayáis pasado bien, relajados y en compañía de vuestras familias y/o seres queridos. Yo he comenzado el mío intentando retomar, por enésima vez, mi propósito de hacer deporte y ponerme así en forma, a ver si contrarresto mi progresiva (y algo preocupante) subida de peso antes de que ocurra lo que nunca pensé que me pasaría y me ponga gordo.
Pero dejémonos de preocupaciones triviales y vamos al grano. Como anuncié por mi cuenta de Twitter, hoy os voy a hablar de lo que me ha parecido Dredd, la nueva adaptación de las aventuras del duro antihéroe creado por John Wagner y Carlos Ezquerra para la revista 2000 AD. Pero, ¿quién es el Juez Dredd?
Él es la Ley, y pobre de ti si lo olvidas
No quiero hablar del juez Stallone. Su gestión no fue… digna de elogio.
Creado en un principio como una versión extrema de los polis al estilo Harry el Sucio, y con una imagen inspirada hasta cierto punto en la del protagonista de La carrera de la muerte del año 2000, el cómic del juez Dredd ha ido evolucionando a lo largo de tres décadas y media desde la sátira inicial del totalitarismo a una exploración de temas como el imperio de la ley, las dificultades del gobierno democrático o la situación de las minorías étnicas, y ha enfrentado a Dredd y sus compañeros del Departamento de Justicia contra bandas callejeras, mutantes superpoderosos, nigromantes malévolos, ciudades-estado rivales y, en la más celebrada de sus sagas clásicas, con un grupo de jueces no-muertos de otra dimensión que pretendían exterminar toda la vida del universo. El propio Dredd también ha evolucionado, del rígido policía fascista de sus inicios a un hombre capaz de compasión (aunque sea en contados casos) y dispuesto a replantearse cuál es el papel de la Ley a la que representa. En el camino ha ido encontrando a numerosos adversarios, que en su mayoría han acabado detenidos o eliminados, y a un plantel de secundarios enorme. Todo ello ha contribuido a convertirle en el héroe de cómic británico por excelencia.
El ser el mayor héroe del cómic británico le hace, a su vez, un candidato muy interesante para ser adaptado al cine. Que lástima que quien se llevara el gato al agua la primera vez fuera un Sylvester Stallone en horas bajas. Juez Dredd (1995) pasó a la historia de las adaptaciones al cómic como un chiste malo por las licencias que se tomó con el personaje (como mostrar su rostro sin el casco de juez, algo que el cómic original NUNCA ha hecho) y por la sobreactuación de Sly en un papel que pedía estoicismo y contención; entre mi grupo rolero de aquel entonces, una de nuestras gracias habituales era imitar, con parálisis de labio y todo, el ridículo “¡YOOO SOYYY LA LEYYY!” y el no menos histriónico “¡TRAICIONASTE LA LEY!” que Stallone soltaba durante la película.
Pasaron los años, y entonces otra compañía se atrevió a volver a llevar al juez por excelencia a la gran pantalla. Pese al desagradable recuerdo que los fans tenían de la anterior intentona, los primeros tráilers les llenaron de esperanza, aunque templada por la necesaria cautela que se impone cuando ya te la han metido doblada una vez; había quien desconfiaba de que la película estuviera pensada para aprovechar las dichosas 3D, hasta el punto de justificar varias de ellas a través de un elemento de la trama. Por otra parte, ninguna de las imágenes previas mostraban al juez Dredd sin casco, lo cual era buena señal. Así, cuando llegó la hora, los fans fueron al cine con sensaciones encontradas, aunque positivas… y esto fue lo que encontraron.
Te enfrentas a la Ley, pero la Ley ganará
Con una ciudad así, no es extraño que los jueces sólo lleguen al 6% de delitos.
Mega-City Uno: una de las últimas áreas habitables de la América posnuclear, extendiéndose desde Boston hasta Washington DC. Ochocientos millones de personas subsisten dentro de sus muros entre las ruinas del viejo mundo y las megaestructuras del nuevo, entre la polución y una criminalidad galopante. Bandas callejeras, grupos criminales y gente todavía peor hace presa en el ciudadano común. Sólo los hombres y mujeres del Departamento de Justicia luchan por cumplir la ley en esta demente sociedad: jurados, verdugos y (sobre todo) jueces, todo en una sola persona.
Y ninguno es más temido, ni más eficaz en su labor, que el juez Dredd (Karl Urban, Las crónicas de Riddick), asignado al distrito 13 de la megalópolis. Es implacable en la persecución de los criminales, expeditivo en la aplicación de la ley, e inflexible en el castigo de los culpables, como demuestra en los primeros momentos del metraje persiguiendo a un trío de criminales comunes y “sentenciando” al último de ellos cuando intenta tomar rehenes.
Por ello mismo, el Consejo de Jueces le considera perfecto para su último proyecto: dar una segunda oportunidad a la cadete Cassandra Anderson (Victoria Thirlby, la amiga jamona de Juno), una psíquica con un nivel de poder sin precedentes. Anderson falló su examen final por tres percentiles, lo que normalmente la excluiría de la carrera judicial, y encima es mutante, por lo que en teoría ni siquiera puede ser juez; sin embargo, el Consejo de Jueces, encabezado por la Juez Jefe (Rakie Ayola), sabe que está perdiendo la guerra por defender la ciudad de los criminales, y que alguien como la cadete Anderson puede ser clave para invertir las tornas. Así que a Dredd le toca llevársela de patrulla por un día y evaluarla, a ver si sale a flote o se hunde.
Él es un veterano cabrón, duro como el granito; ella es una psíquica en su última oportunidad para graduarse como juez. Juntos, combaten el crimen.
En una de esas ironías que a veces tiene el destino, la primera llamada que atienden les lleva al megabloque de Peach Trees, uno de los más peligrosos de toda la ciudad, cuando tres cadáveres despellejados caen a su patio central desde las alturas. Con ayuda del paramédico del bloque (Deobia Oparei), Dredd y Anderson determinan que los difuntos eran traficantes de poca monta, y que su horrenda muerte se debe a que intentaron montar su negocio en el territorio de la sanguinaria Ma-Ma (Lena Headey, Juego de Tronos), dueña y señora a efectos prácticos de Peach Trees. La banda de Ma-Ma aniquiló a los tres grupos que antes se disputaban el control del megabloque y comenzó a vender Slo-Mo, una droga que ralentiza la percepción del tiempo del usuario (al tiempo que ofrece una excusa perfecta para que los de efectos especiales se luzcan con el tiempo bala y los efectos 3D) y que está partiendo con la pana en las calles de la megalópolis; cruzarse en su camino es una sentencia de muerte segura, y los tres desgraciados del patio (y la presencia de Slo-Mo entre sus dientes) así lo advierten a cualquiera que no haya pillado el mensaje todavía.
Pero hace falta algo más para intimidar a un juez, y por ello Dredd y la cadete Anderson no dudan en hacer una redada en un fumadero de Slo-Mo del piso en el que estaban registrados los fiambres, deduciendo que la iniciativa de asesinarles partió de él. Allí capturan a uno de los lugartenientes de Ma-Ma, Kay (Wood Harris, The Wire), al que Anderson reconoce al instante como el asesino gracias a sus poderes. Lo que no saben es que el técnico de Ma-Ma (Domhnall Gleeson, Harry Potter y las reliquias de la muerte) les está observando, y que ésta no tiene ganas de que Kay cante por bulerías cuando le interroguen. Cuando van a salir con su detenido, el edificio se cierra sobre Dredd y Anderson con planchas de acero y hormigón en un falso “simulacro de guerra”. La propia Ma-Ma se dirige instantes después a la población del bloque, ofreciendo una recompensa por las cabezas de los jueces, y amenazando a cualquiera que les ayude con matarles a ellos y su descendencia.
Los jueces no son ningún problema que no se pueda solucionar con ZUFIZIENTE DAKKA.
A partir de entonces, Dredd y Anderson tienen que lidiar con todo un megabloque que intenta matarles, sin más aliados que ellos mismos, sin poder llamar al Departamento de Justicia porque el hormigón bloquea la señal, y cargando a cuestas a la vez con su detenido. Una situación de lo más desigual… pero no para quienes parecen los más desvalidos en esta historia. Porque Ma-Ma ha elegido al juez equivocado al que intentar cargarse, y a lo largo del día va a tener ocasión de descubrirlo. ¡La hora de su juicio ha llegado por fin!
Nadie está por encima de la Ley… ni siquiera tú
El juez Walker cometió un error usando la munición incendiaria. Yo no caeré en su error.
No sé cuántas veces me habrá pasado que mis amigos y allegados del frikerío que me rodea me aconsejan que vea una peli, no la veo en su día, y cuando la veo meses (o años) después me pregunto: “¿POR QUÉ COÑO NO LA HE VISTO ANTES?”. Dredd no es la primera película con la que me pasa eso mismo, y sospecho que tampoco será la última; y eso que yo fui de los que empezó a sonreír como un lunático al ver los primeros tráilers, y que he tenido el gozo/sufrimiento de tener en la partida de Dark Heresy que dirijo a un jugador cuyo personaje se comporta EXACTAMENTE como Dredd.
Por supuesto, el jugador lleva a un arbitrador, pero éste no es lugar ni momento para hablar de eso.
Como iba diciendo, todavía me pregunto por qué he tardado tanto en ver Dredd. Es una película con acción trepidante, pero bien contrapesada con escenas dramáticas y buenos diálogos, cortesía del guionista y motor principal del proyecto, Alex Garland; hace de su “bajo” presupuesto una virtud, al limitar casi toda la acción al megabloque donde viven la villana y su banda y sacar jugo a la claustrofobia de estar atrapado allí con centenares de criminales sin conciencia; no se corta el pelo en mostrar las consecuencias de la violencia en todo su sangriento y terrible esplendor (lo que la hace desaconsejable para espectadores demasiado sensibles, por otra parte); y, lo que es más importante, Karl Urban clava la mezcla de estoicismo, determinación implacable y desprecio por los criminales que caracterizan a Dredd… y no se quita el casco. De hecho, se permite citar dos de las frases icónicas de Juez Dredd, sólo que enunciándolas de una manera que las despoja de cualquier gota de humor involuntario: cuando este Dredd te dice que has traicionado la ley, sabes que estás jodido sin remedio posible.
Eso te pasa por subirte la cremallera demasiado rápido, atontao.
Las dos actrices principales tampoco desmerecen al (anti)héroe. Thirlby sabe cuándo resultar adorable y vulnerable, y cuándo sacar los colmillos y demostrar por qué Anderson ha recibido esta segunda oportunidad para ser juez, ya sea jodiendo la mente a los malos con sus poderes o repartiendo hostias y balas; Lena Headley, por su parte, deja su papel de Cersei Lannister a la altura de una girl-scout, sonriendo con euforia lunática mientras ordena cometer (y comete) toda clase de atrocidades contra sus enemigos, sus aliados, y hasta los infortunados pobladores del megabloque.
Sí que se nota algo de gratuidad en las escenas del Slo-Mo: aunque espectaculares, están ahí para justificar el uso de las 3D en la película y, tal vez, para alargarla hasta la hora y media de rigor. De hecho, hay quien culpa (en TV Tropes, para ser exactos) a las 3D, y al consiguiente encarecimiento de la entrada, de que la película no tuviera la taquilla suficiente para recuperar su presupuesto; una lástima, porque lo cierto es que la película deja a uno con ganas de volver a ver a los personajes en acción.
Por lo demás, un diseño de producción muy “cyberpunk contemporáneo”, dando un toque más “realista” a la ambientación, y una BSO a base de electrónica trepidante de Paul Leonard-Morgan que refuerza esa sensación, lo que la convierte en una peli ideal para “ponerse en la onda” cuando quiere escribir un relato de ciencia-ficción distópica o dirigir una partidilla de rol a Shadowrun o Cyberpunk. si eso no os basta para querer ver la película… supongo que no es para vosotros. Los demás, disfrutadla.
Esto de retomar las actualizaciones semanales no me está saliendo tam bien como deseaba. Qué se le va a hacer.
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