miércoles, 4 de marzo de 2009

Better Off Dead: el desamor no duele, pero escuece que no veas

Perdonadme que no corrija todavía la ruptura de la paridad pelis-videojuegos que rige en este blog, pero ya sabéis el tiempo que lleva completar un juego en estos días. Al menos, un juego de los que ahora mismo centran mi atención, y de los que hablaremos a su debido tiempo. Por ahora, volvemos a los terrenos de la comedia estudiantil con uno de los múltiples títulos que forjaron la carrera de John Cusack durante los años 80, y que incluye una maravillosa dosis de humor negro sin llegar a los abismos de oscuridad de los que disfrutamos en Escuela de jóvenes asesinos.

Lane, no es amor/lo que tú tienes/se llama obsesión

Y no porque los protagonistas fueran unos frikis; lo que pasaba es que los coches no llevaban alerones ni el tubarro trucado.

La primera versión de A todo gas no caló entre el público.

Ya sé que no es propio de mí invocar por el estribillo cierta odiosa y omnipresente canción del verano de hace varios años, pero es que Aventura bien podría haber escrito su célebre bachata después de ver las tribulaciones del joven Lane Meyer (John Cusack), que reside en Greendale, en el Norte de California y que ama a su novia Beth (Amanda Wyss)... demasiado. No es sólo que tenga el cuarto empapelado con fotos de su bello rostro; es que lo tiene hasta en los percheros de su armario. Sin embargo, el pobre diablo no sospecha que su preciosa Beth le ha echado el ojo a otro tipo: Roy Stalin (Aaron Dozier), el arrogante guaperas que capitanea el equipo de esquí del instituto local. Durante un viaje a la cercana estación de esquí en el que Lane intenta (sin éxito) ingresar en el equipo, se materializa la ruptura de su relación de seis meses en una sucesión de escenas bastante confusa; como es de esperar, el amigo Lane lo encaja bastante mal.

Y cuando estás obsesionado con tu novia y ella te da calabazas por el Capitán Capullo, ¿qué te puede pasar? Que empieces a plantearte que, como reza el título del filme, estás mejor muerto. Pero si, como Lane, eres bastante indeciso a la hora de dar el paso fatal, y para colmo tienes una racha de mala suerte épica, lo normal es que tus intentos de poner fin a tu miserable vida sólo consigan hacerla más miserable aún. Y lo que es peor, hacerlo de maneras muy cómicas para cualquiera que te esté observando.

Pero esa mala suerte en el suicidio es sólo un problema menor para Lance. Más serio es el hecho de que vive rodeado de gente que en algún momento se dejó la cordura olvidada por ahí y no pasó a recogerla por Objetos Perdidos. Su madre (Kim Darby) está obsesionada con ser el ama de casa perfecta, pese a que su cocina parece el fruto de las pesadillas que tendría Lovecraft si se indigestase; su padre (David Ogden Stiers) intenta ir de enrollado y anticipar sus problemas sin sospechar lo que le pasa por la cabeza, creyendo que toma drogas; su hermano (Scooter Stevens) es una especie de genio circunspecto de ocho años, con más que probable síndrome de Asperger y un poco sano interés por los inventos disparatados y las mujeres fáciles.

Porque si no está James Caan, no es una verdadera fiesta Playtío.

Sólo nos falta James Caan, y ya tendremos una verdadera fiesta Playtío.

Y si salimos de su familia, su amigo Charlie (Curtis Armstrong, el inolvidable Herbert Viola de Luz de Luna) es un drogadicto que prefiere "experimentar" con gelatina de frutas o nieve (de la de verdad) antes que con drogas como Satanás manda; un par de hermanos coreanos (Yuji Okumoto y Brian Imada) se empeñan en retarle a carreras callejeras mientras uno de ellos narra la acción imitando al locutor televisivo Howard Cosell; el dueño de la hamburguesería local (Chuck Mitchell, el inolvidable villano de Porky's) siempre intenta partirle la cara cuando choca con él a consecuencia de sus encuentros con los hermanos; la odiosa mujer que vive frente a su casa (Laura Waterbury) intenta convertir a la estudiante francesa de intercambio a la que acoge, Monique (Diane Franklin, en una antítesis de su papel en El último americano virgen) en la novia del retrasado social que tiene por vástago (Dan Schneider, hoy día famoso como productor y guionista de series como Drake & Josh); y el repartidor de periódicos es un implacable demente que llegará a extremos dignos de un psicokiller de serie B (y rodados de la misma manera en algunos momentos, que es lo más cachondo) con tal de cobrarse una deuda de dos dólares.

Pensándolo bien, si yo viviera en ese entorno también me plantearía el suicidio. O eso, o unas bonitas vacaciones en Silent Hill, que es más tranquilito y la gente es más normal.

Mientras navega por el entorno de locos que rodea su adolescencia, Lance intenta desesperadamente buscar un modo de salir adelante con su vida sin Beth o ponerle fin definitivamente; de empeñarse en vivir o empeñarse en morir, por citar a cierta obra maestra. ¿Está la contestación a ese dilema en sus intentos por esquiar la montaña más peligrosa del lugar (con desastrosos resultados)? ¿Está en sus intentos de salir con otra chica (con desastrosos resultados)? ¿Está en sus vívidas ensoñaciones diarias (con... vale, ya pilláis cómo va esto)? ¿O quizás está mas cerca de lo que él mismo piensa?

En busca de la autoestima perdida en el mar del disparate

¿Qué ven las tías en él? Tal vez su sexy mezcla de matonismo, superficialidad y actitudes de maltratador en potencia.

Roy Stalin: conocerle es odiarle.

Better Off Dead, al igual que Escuela de jóvenes asesinos, mira al lado trágico y oscuro de la adolescencia en las high schools norteamericanas intentando (con éxito) sacarle la vena jocosa. la diferencia es que, donde el filme protagonizado por Sosita Winona Ryder y Christian Slater hacía una cruel disección de las dinámicas sociales de esos malsanos ambientes, el filme protagonizado por Cusack prefiere estudiar cómo uno de esos jóvenes afronta el duelo de una relación rota con el telón de fondo de una realidad disparatada.

En el aire bizarro y exagerado de los personajes que rodean al protagonista debe de influir el hecho de que el guionista y director del filme, Savage Steve Holland, es un animador de formación, ya que cualquiera de ellos se sentiría como en casa en un episodio particularmente sarcástico de los Looney Tunes, o en una temporada de Los Simpson o Padre de familia (de hecho, los hermanos coreanos tenían un cameo en esta última). Incluso un personaje tan realista (y despreciable) como el villano principal, Roy Stalin, mueve a la risa gracias a su apellido; sólo le falta un mostacho fino, una chistera, un monóculo y una risa maquiavélica para ser un malo de opereta. Sin llegar a provocar la carcajada, las marcianas situaciones que provocan estos personajes tiene el mismo efecto que un sketch decente de Muchachada Nui: hacernos alternar entre la sonrisa y un semiasombrado "pero qué fuerte" cada poco tiempo.

Y siempre procuraba ir bien peinado, fuera a donde fuera.

El joven Jason se tomaba muy en serio el cobro de los periódicos que repartía.

Pero si eso fuera todo lo que tiene la película a su favor, no pasaría de ser una versión adolescente de Aterriza como puedas. Menos mal que Holland sabe mantener el tragicómico sufrimiento de su personaje principal en territorio bastante realista. Las dudas existenciales de Lane, sus poco entusiastas amagos de suicidio e incluso su delirante ensoñación diurna, en la que se imagina discutiendo con un dibujo de su novia, son sucesos creíbles, dolorosos e hilarantes a un tiempo, y ayudan a que simpaticemos con él: después de todo, está pasando por una versión un poco exagerada de algo que muchos hemos vivido de primera mano.

El filme también sabe reflejar el lento y arduo proceso por el que una persona sobrevive a la ruptura con el ser amado; en ese sentido, los sucesivos asaltos a la montaña de Lane, o el Camaro estropeado que yace frente a su garaje son metáforas obvias, pero eficaces, de los obstáculos que tiene que afrontar para recuperar la felicidad, y que desembocan en un duelo-casi-a-muerte, cómico y tenso a la vez, con los villanos, símbolos últimos de dichos obstáculos. Que el catalizador de ese intento definitivo de seguir adelante sea una chica le da un siempre bienvenido toque adicional de ternura al proceso, además de convertir los minutos finales en lo que a mí me parece una parodia muy graciosa de las películas de capa y espada.

En el terreno de la actuación, Cusack está adecuado en la mezcla de tristeza e ironía despreciativa con la que interpreta al atribulado Lane, y el resto de actores también saben darle credibilidad a sus surrealistas personajes. Ninguna actuación fue tan mala como para hacerme rechinar los dientes de horror, y con eso me conformo. Y sale Herbert Viola esnifando nieve (no, cocaína no: nieve) con una chistera de vagabundo guay, lo cual siempre es un punto a favor.

Por el lado de los defectos, Savage Steve Holland resulta en varios momentos algo brusco en sus transiciones entre escenas, sobre todo en los primeros minutos de la película, en los que yo no me enteraba si la escena en que Lane intentaba entrar en el equipo de esquí ocurría antes o después de ver a Betty poner la foto de Roy Stalin en el marco que hasta entonces ocupaba la del protagonista. También hay algunos gags, como la ensoñación animada y videoclipera en la hamburguesería, que aparecen sin venir a cuento, en plan "pues no molaría que Lane se imaginara como el doctor Frankenstein y creara una hamburguesa viviente que cantara con la voz de David Lee Roth".

Si no os importan esos fallos, u os los tomáis con buen humor, Better Off Dead es una bunea elección cuando tenéis el cuerpo ochentero una tarde de sábado y queréis además que el humor sea negro, pero sin pasarse.

Y reconozco que yo podía ser bastante tenaz a la hora de ajustarme a mi ruta cuando repartía el Qué! por mi ciudad natal, pero lo del repartidor de periódicos de esta película me parece excesivo.

PD: ¡Se me olvidaba! Sale Vincent Schiavelli, y eso casi vale el precio de la película por sí solo.

2 comentarios:

Fet dijo...

La tarde del sábado tengo terapia.

Small Blue Thing dijo...

Jo, tú. Qué detalle, qué precisión, qué elegancia.