domingo, 16 de marzo de 2014

D.R.E.A.M.S.: fui a por un Freddy de palo y me encontré en una novela negra de baratillo

¡Bienvenidos y bien hallados, una vez más! Espero que no os haya importado este mesecillo de ausencia, más que nada porque (supongo) habréis tenido material de lectura de sobra con lo que os dejé en enero y febrero. Yo he estado un tanto ocupado con mis molestos episodios depresivos, mi frustrante búsqueda de empleo, mis artículos semanales (en teoría) en Pixel Busters, y otras cosas de las que todavía no voy a hablar. Pero ya cruzamos el ecuador de marzo, y me temo que, como no me ponga a poner material del güeno (o del malo-pero-que-dé-risa) por estos lares, el blog se va a quedar bien desierto de lectores… salvo por los que, una y otra vez, acuden a mí a leer sobre Watership Down/Orejas Largas (por cierto, ¡hola, amigos, y bienvenidos a este blog!).

Y hoy toca una peli con conexiones con Pesadilla en Elm Street; conexiones bastante livianas, eso sí, porque se presenta como otro slasher con asesino que acecha los sueños de su víctima… y lo que acaba ofreciendo es otra cosa muy distinta y, a ratos (pocos, eso sí) más interesante.

Yo soy el huerfanito con estrés postraumatiquito

Te dije que adaptar la canción de comba de Freddy no pegaría. Pero ¿me escuchaste? No, claro que no...

Uno, dos/Canta Caza a viva voz/Tres, cuatro/El hombre del saco rifle de caza…

Tras unos créditos con banda sonora de Casiotone barato y en los que abundan nombres de raigambre nórdica o germánica (no es coña, por instantes llegué a pensar que podía ser una coproducción euro-yanki de alguna clase), nos sumimos en una bucólica estampa navideña digna de una versión cutre-americana del prólogo de Rojo oscuro. Una familia con posibles espera la llegada del hijo mayor para abrir los regalos, pero su hermano pequeño no puede esperar más y, tras vencer la reticencia de su madre sin demasiados problemas, abre uno de ellos; el chaval queda extasiado ante el contenido del paquete (¡UN PALOOOO CIERVO DE CRISTAAAAL!) y corre a dar las gracias a su padre, quien está muy ocupado discutiendo por teléfono con la mujer de un tal Perkins (quien, a juzgar por sus palabras, es un ex empleado/ex socio/ex rival de negocios del pater familias). Suena entonces el timbre, y el muchacho corre a abrir alborozado, esperando encontrar a su hermano; a quien encuentra en su lugar es a un hombre vestido de cazador que mata a sus padres y, acto seguido, le persigue por el bosque hasta acorralarle en sus profundidades y encañonarle con su potente rifle…

¡Tranquilos! Era sólo una pesadilla de Alex Torme (Mitchell Anderson, uno de los infortunados embrollados en esa ponzoña llamada Tiburón, La Venganza), uno de los herederos del difunto dueño de Empresas Torme, quien ahora se afana en perseguir su sueño de convertirse en escritor mientras intenta superar el estrés postraumático que le provocó presenciar el asesinato de sus padres, esquivar los intentos de su hermano Jack (Xander Berkeley, uno de esos secundarios de probada solidez que han aparecido casi en todas partes) de convencerle para que invierta su parte de la herencia en la empresa familiar, e irse de juerga con su amigo Danny (Thom Babbes, el mismísimo guionista de la cinta). Por desgracia, parece que lo primero no le está saliendo demasiado bien, a juzgar por las pesadillas que sufre y las breves visiones del cazador que le asaltan en la vida real.

Ahora ya sabes lo que te espera. Atentamente, el cazador que mató a tus padres.

Querido Alex: te presento a la madre de Bambi. Sí, también la maté yo.

Las cosas parecen empezar a mejorar para Alex cuando conoce en un bar a Maggie (Juliette Cummins, efímera Reina del Grito de los 80), una joven bailarina originaria de Nueva York. El primer contacto es bastante desafortunado, gracias en parte a la terrible decisión de Alex de utilizar una frase de ligue ideada por Danny (aunque bien podría haber salido de la cabeza de Torrente, el brazo tonto de la ley), pero el muchacho persevera y, en no mucho tiempo, los dos ya están saliendo juntos y practicando el ayuntamiento carnal con fines lúdicos.

Pero como no hay roscón sin fruta escarchada, tampoco hay felicidad sin sufrimiento de por medio. No es sólo que las pesadillas y visiones del cazador no remitan: es que, durante una discusión con Danny por apuntarle con un arma de caza “descargada” (no, muy listo Danny no es que sea), Alex encuentra en su armario una máscara como la del asesino de sus pesadillas. ¿Ha sido todo una broma cruel de cojones por parte de su mejor amigo? Y si es así, ¿por qué sigue teniendo visiones con el asesino de sus padres? ¿Está volviéndose loco? ¿Le están intentando volver loco? ¿O acaso el cazador ha vuelto de la tumba para acabar su trabajo? Y lo más importante, ¿aguantarán los espectadores el tiempo suficiente ante la pantalla para averiguarlo, o se marcharán decepcionados por un imitador de Freddy Kruger que se parezca más al original?

Cómo llegué a D.R.E.A.M.S.: arqueología de videoclub

En lugar de eso, me convertí en el villano de una peli de misterio, ¡y ni siquiera era el malo principal!

Yo podría haber sido una estrella del cine de terror. Tenía el carisma necesario.

Una de las experiencias formativas más importantes de mi vida como coleccionista de cine raruno fue la de visitar los videoclubs de barrio de mi niñez y preadolescencia, maravillándome ante las elaboradas carátulas que en sus estantes se exponían, leyendo con febril interés las sinopsis escritas en sus contraportadas, soñando con aterrorizarme con los filmes a los que representaban. D.R.E.A.M.S. es una de las películas que estimularon mi calenturienta imaginación desde bien temprano, en parte por su espectacular carátula y en no poca medida porque sonaba a variante de una de mis pelis favoritas de terror, Pesadilla en Elm Street, de cuyo remake ya hablamos por aquí. Cuando los videoclubs llegaron a esa etapa en la que se dedicaban a vender su material viejo a precio de saldo, allá por mediados/finales de los 90, ese fue uno de los títulos que busqué con más ahínco.

Nunca lo encontré. De hecho, ni con el advenimiento de Internet, y de todo lo que implicaba en cuanto a búsqueda de información, fui capaz de encontrar pista alguna sobre el filme. Mis escasos recuerdos no iban más allá de una carátula bastante impresionante y de un título que no resultaba precisamente distintivo para buscadores como Google. Acabé por  dar la peli por perdida, resignándome a que fuera la suerte la que decidiera si algún día la volvía a encontrar.

Y tiene gracia, porque la suerte acabó siendo propicia al cabo de los años, poniéndome por casualidad en el camino de la página dedicada a la película en AbandoMoviez. En aquel momento sentí premiada mi larga búsqueda y mi espera: daba igual que la cinta de marras no estuviese ni de lejos a la altura de mis primigenias expectativas de preadolescente, porque por fin la había encontrado. Ahora sólo era cuestión de verla y llevarse la inevitable decepción.

¿Publicidad engañosa o ingeniosa? ¿O tal vez las dos?

No, en serio, Danny: tu teoría de que el humor negro me ayudará a superar el trauma no está funcionando.

- Este garrafón me va a sentar como un tiro de escopeta de caza.

- Danny, otra broma relacionada con el asesinato de mis padres y juro por lo más sagrado que haya que te vomito encima.

Aquí es donde viene lo gracioso: resulta que tanto la carátula como la descripción de la película eran un caso de publicidad engañosa de libro, y no sólo porque la sinopsis de contraportada situase el asesinato de los Torme en el transcurso de una excursión de caza. De haber visto la película en el momento en el que salió al mercado de alquiler, sospecho que el Pequeño Perdedor preadolescente habría salido de lo más decepcionado por alquilar lo que creía que era un slasher sobrenatural y encontrarse con una intriga de cine negro con gotitas de terror demasiado escasas para saciar su sed de sangre y escalofríos.

Y debe de ser la vejez, pero al Pequeño Perdedor de ahora no le parece que el resultado final esté tan mal. Tal vez sea la falta de experiencia con el género, pero me gustó el modo en el que iba desenvolviéndose la trama, y cómo iba mostrándose la conspiración humana (demasiado humana, que dirían Nietzsche y Def Con Dos) detrás de la progresiva locura de Alex, así como la manera en la que se representaba el clarísimo trastorno de estrés postraumático del que era presa el protagonista, jugando con el sueño y la realidad de manera similar a Pesadilla en Elm Street para lograr momentos genuinamente intranquilizadores (y con las adecuadas dosis de sangre). También me gustó acertar en gran medida con el verdadero culpable de la situación y sus motivaciones, aunque me temo que eso significa que la peli es más bien predecible a poco que hayas visto o leído suficientes historias de misterio.

Lo único que siento ahora es una profunda decepción contigo y con tu sentido común.

Danny, lo que estás haciendo es de una estupidez tan abismal e inenarrable que ni siquiera estoy mosqueado por ello.

Pero tampoco os vayáis a confundir pensando que estamos ante una obra maestra olvidada, ¿eh? D.R.E.A.M.S. es una cinta de bajo presupuesto, y eso se nota no tanto en los efectos especiales (discretitos, pero que cumplen) como en la pobreza de las escenas de acción, destacando en especial la “pelea” que sostiene Alex contra el cazador en su dormitorio: hasta el más ciego puede notar en ella cómo el actor que interpreta al protagonista aferra deliberadamente la hoja del cuchillo para que el villano le provoque una herida. El guión también tiene unos cuantos puntos flojos: Alex y Maggie pasan en veinte minutos de metraje (que no deben de representar más que unos días de tiempo narrativo) de ser unos perfectos desconocidos a estar hechos el uno para el otro, y el descubrimiento de la máscara de lobo en el armario de Danny es propiciado por una broma increíblemente estúpida (y peligrosa) de éste con un rifle de caza, que nos indica que el muy mamón no tiene ni pastelera idea de los principios de seguridad básica que se aplican cuando manejas un arma (pista: hay que actuar siempre como si estuviera cargada). El comportamiento estúpido de Danny se extiende a otros momentos cruciales de la trama, y uno está tentado de pensar que, en realidad, el personaje es Thom Babbes manifestándose en su creación y retorciendo las situaciones para asegurar que sus demás personajes cumplen los designios que él se ha propuesto; eso explicaría, a su vez, por qué no ha sido muy prolífico desde entonces. Como remate, el doblaje español es de lo más cutre en cuanto a calidad de sonido, y en varios momentos es posible escuchar las voces originales por debajo de las de la versión española.

Así y todo, estos fallos no llegan al grado de incoherencia desatada de otros filmes (sí, The Pit, te estoy mirando a ti en concreto), y hasta pueden resultar creíbles en el contexto del filme con un poco de indulgencia por parte del espectador. Lo que queda al final es una película curiosa y que se deja ver, aún cuando luego no vayamos a querer repetir el visionado. Si la encontráis por ahí barata (guiño-guiño), tal vez os ofrezca un buen modo de pasar una tarde de fin de semana aburrida: mejor que los telefilmes de sobremesa de Antena 3 ya es, aunque parta de mimbres similares.

De todas maneras, que lástima que no fuera un slasher sobrenatural: siento que el asesino de la máscara de lobo está desaprovechado en este filme. Llega la peli a ser más parecida a lo que prometía su caja, y lo mismo tenemos una serie con el tipo de la máscara de lobo apiolando a tardoadolescentes gritones, secuela tras secuela.

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