Por fin ha pasado una nueva era geológica (o casi), y eso quiere decir que ya va tocando actualizar de nuevo La Página Negra con algo de cine. Lo cierto es que he estado bastante perro a la hora de ver películas, de ahí la tardanza esta vez. No, no tengo una excusa más creativa. De hecho, si la tuviera, es probable que el esfuerzo de escribirla fuese suficiente como para encender antes en mi ser la chispa de la creatividad e impelerme a actualizar antes mi blog. ¿Qué quiere decir todo esto? Que necesito aprender a escribir mejores introducciones para mis posts, y que estoy todavía calentando antes de salir al campo de la crítica de hoy.
Y la critica de hoy va dirigida en especial a fans del terror, de los años 80 y de Scream, porque habla de una película impregnada del ambiente de comienzos de la década y que es la antepasada más lejana del filme de Kevin Williamson y Wes Craven. Sí, estamos a punto de hablar de la primera comedia slasher de la historia del cine: Student Bodies, en español titulada 13 asesinatos y medio.
El follar se va a acabar, malditos jovenzuelos
Slashers con cuenta de cadáveres incluida: ¡para que no te pierdas entre tanto muerto!
Un misterioso asesino en serie (el prolífico guionista de comedia Jerry Belson) está sembrando el terror entre los jóvenes del Instituto Lamab de Texas: un asesino con gusto por las botas de agua, afición por el empleo de armas improvisadas de lo más ridículo (clips, sujetalibros de madera, borradores, bolsas de basura), y una alarmante tendencia a respirar por la boca como si estuviera sufriendo un ataque de asma. Una aciaga noche de Halloween (que, además, cae en viernes 13 y en el cumpleaños de Jamie Lee Curtis, no me preguntéis cómo), el asesino inicia su ola de crímenes, en la que parece haber tomado como objetivo a las parejitas que quieren practicar el ayuntamiento carnal; para su suerte y la desgracia de la comunidad estudiantil, en la institución educativa menudean los muchachos que se ponen cachondos hasta en los funerales de las víctimas, así como las muchachas que se dejan hacer sin demasiadas complicaciones.
La única excepción a ese ambiente de concupiscencia generalizada la ponen Toby (Kristen Riter), la joven puritana del Instituto (y candidata nº 1 a Chica Final), y Hardy (Matthew Goldsby), su amigo/escudero/pagafantas. Los dos, al no pasarse el día tan verracos como un ciervo en época de celo, son los mejor situados dentro de la comunidad educativa para notar que entre sus profesores hay toda una plétora de candidatos a estar detrás de la ola de crímenes, empezando por el idiota del director Peters (Joe Talarovski) y siguiendo por su asistente-figura materna controladora (Mimi Weddell), el psicótico profe de marquetería (Joe Flood), el esquizofrénico psiquiatra escolar (Carl Jacobs), y la cerrilmente burocrática enfermera Krud (Janice E. O’Malley), para acabar en el bedel-tonto local, Malvert (el comediante The Stick). De hecho, es posible que sean los únicos en todo el instituto, profesores incluidos, con suficientes neuronas libres como para dedicar a la investigación de los hechos.
Bah, sigue siendo mejor que aquella vez que pillé una buena de Jack Daniels y me levanté al lado del quarterback del tuto. ¡DIOS, QUÉ GRIMA!
Por desgracia, mostrar tal curiosidad en una peli de terror es un modo seguro de meterse en graves problemas. A Toby le empieza a tocar su parte cuando el asesino intenta darle caza en los vestuarios (con muy poca destreza, por suerte), pero además tiene la mala fortuna de aparecer por el escenario del último crimen junto a los cadáveres de otros dos estudiantes, en medio de un desfile (!) y ante centenares de testigos (!!). Ahora todo el mundo la señala como la principal sospechosa, a lo que no ayuda la peculiar manera que el claustro de profesores tiene de tratar el asunto, ni su tendencia a aparecer por otras escenas de los asesinatos justo después de que el criminal actúe.
Tras escapar a duras penas de que la vuelvan a pillar en circunstancias sospechosas, Toby recluta a Hardy para entrar en el despacho del director y examinar sus archivos sobre las muertes, aprovechando la distracción que supondrá el baile de final de curso. El medio para llegar hasta él será un disfraz afanado al grupo teatral, que convertirá a Toby en un facsímil bastante convincente de la protagonista femenina de Grease… con ayuda de un par de globos para suplir sus carencias en el apartado mamellar. Con ese cambio radical, a Toby no le debería ser muy difícil infiltrarse en la fiesta y quitarle al director las llaves de sus despacho… salvo por la sobreabundancia de moscones interesados en la “guapa desconocida”… o el hecho de que el asesino advirtiera a los profesores de que volvería a atacar en la fiesta… Pensándolo bien, el plan de Toby no parece nada sensato, y puede que ni la ayuda de Hardy sea suficiente para evitar que acabe en desastre y muerte. ¿Será Toby la víctima número 13, o le corresponderá tan dudoso honor a otro pobre desgraciado, o incluso al propio asesino? Y, puestos a preguntar, ¿quién es el asesino? ¿Y por qué enmascara su voz hablando a través de un pollo de goma? ¿Por qué me cuesta tanto rematar las sinopsis que escribo? ¿Alguien tiene una cerveza?
Como primer intento, no está mal… ni bien. Está, y ya está
Enmascaramiento de voz low-cost: porque ser asesino no está reñido con una buena administración de tu presupuesto.
Durante mi adolescencia, una de las pocas cosas que aliviaban mi atormentada vida de acoso escolar, angustias por el futuro y falta de éxito con las chicas eran las películas extrañas que emitían por la tele de madrugada. Los programadores de TVE, Antena 3 y Tele 5 aprovechaban esas horas para tirar de lo más recóndito de su fondo de catálogo y emitir filmes que, en el mejor de los casos, podían catalogarse como “títulos de culto poco habituales en la tele”, y en el peor como “indicios de que algún encargado de programación le ha pillado gusto a mezclar los tripis morados con jarabe para la tos y Ballantine’s”. Así fue como conocí 13 asesinatos y medio, y como me obsesioné por verla acabar después de que la programación del vídeo me jugara una mala pasada y se cortara antes de terminar la escena del baile.
Otro día hablaré más de esas operaciones de caza en la madrugada, si Dios quiere. Por hoy, baste decir que acabé rastreando por el eMule una versión ripeada de una cinta de VHS en bastante mal estado, con partes en las que el sonido se iba y una calidad de imagen de lo más lamentable, y cuando vi la película me pregunté si el esfuerzo había valido la pena por obtener… eso.
Porque, como os podréis imaginar, la película no es que sea muy allá, dejando de lado que entre sus creadores contara con nombres importantes de la comedia americana como Jerry Belson, el guionista y director Michael Ritchie (que no aparece en los créditos porque la peli se rodó durante una huelga de guionistas y, por tanto, no podía salir su nombre), o el director “oficial”, Mickey Rose (guionista de Toma el dinero y corre y Bananas, dos de los primeros grandes éxitos de Woody Allen). Tal vez sea por el tiempo pasado desde su estreno, o por lo que he cambiado desde que la vi por primera vez, pero el metraje se hace ahora cansino.
Una sospechosa. Un sheriff. Cuatro profes. Ni un cerebro y medio entre todos.
La película cae, en cierto modo, víctima de su afán por ser un Aterriza como puedas del terror (entonces) contemporáneo, empeñándose en hacer referencias tanto a clásicos como La noche de Halloween y Viernes 13 como a títulos hoy día olvidados como Prom Night o Carnival of Souls, lo que a veces pierde al espectador poco ducho y le impide entender algunos de los chistes. Además, a partir de la escena del baile, sin llegar a cumplir una hora de película, se nota que la premisa no les daba a sus creadores para más, y que lo que viene después está estirado para que el filme pase, al menos, la marca de la hora y veinte minutos.
Los gags en sí son irregulares, oscilando entre lo facilón y lo realmente gracioso, siendo los más notables los que se chotean de las convenciones del género en clave metatextual, como los letreritos que llevan la cuenta del número de muertos y de los errores que las futuras víctimas cometen antes de morir. Bastantes de ellos acusan el paso de los años viendo (y riéndose con) ocurrencias similares; otros, como la cachonda explicación de por qué la película está clasificada “R” (Restricted, o sea, no recomendada para menores de 13 años) o el texto que abre el metraje, conservan casi toda la guasa que tenían la primera vez, pero no tienen suficiente fuerza entre todos para elevar la película.
En resumidas cuentas, ésta es la clase de película que podríamos echar de menos los completistas de los años 80 y/o del género de terror, o los que no llegamos a verla acabar alguna lejana tarde de los 90 después de grabarla de Tele 5. A los demás os dejará fríos, o puede que os parezca una excelente cura contra el insomnio, cuando no una guía de todo lo que Kevin Williamson y Wes Craven pudieron hacer mal al producir Scream. Claro que mi opinión no es la más digna de confianza al respecto, teniendo en cuenta el terrible estado de mi copia y los cortes de sonido que sufre en algunas escenas clave… y, de todas maneras, es bastante mejor que cualquiera de las Scary Movies y similares dirigidas por los impíos Seltzer y Friedberg.
Aunque a mí me gustara Scary Movie 3. Y la 1 y la 2 no cuentan, que ahí cortaban el bacalao los hermanos Wayans.
1 comentario:
Por favor, lo que me he podido reír leyendo esto. Por cierto, la película ni me sonaba, pero desde luego me han entrado ganas de ver ahora mismo a tanto descerebrado junto, jajajaja. Lo del tío que habla como si tuviera un ataque de asma me ha matado... Por cierto, apuntado queda tu blog para seguirte, así que ya te puedes espabilar con las actualizaciones, ¿ein? :-P
Publicar un comentario