Por chorrogésima vez consecutiva me he retrasado en actualizar. El motivo: estaba ocupado participando en las jornadas de Tierras Baldías todo el fin de semana, lo que incluyó participar en un concurso de relato corto organizado con motivo de las mismas… y ganarlo. No, ni yo mismo me lo creía, pero así fue. Si cuidara mi escritura en este blog la mitad de lo que la cuido, alomojó hasta me premiaban en un concurso de blogs; bueno, y si respetara mi propio régimen de actualizaciones, en vez de vaguear una semana entera.
Pasando al grano, vamos con la que fue la película neozelandesa más taquillera de su época (1985), un filme de ciencia-ficción basado en una novela del escritor Craig Harrison que plantea interesantes cuestiones filosóficas y hasta metafísicas en el contexto de un extraño apocalipsis.
Dios, acabo de sonar como un tertuliano de Qué grande es el cine. Que alguien me apalee, por favor.
Y entonces no quedó ninguno… excepto yo
Me llamo Zac Hobson, y ahora soy el último hombre en la Tierra.
Son las 6.11 en Nueva Zelanda. El sol sale como cada mañana cuando, de pronto… algo pasa. ¿El qué? No está muy claro: por un momento, la realidad se altera, y el astro rey se convierte en una especie de caótico torbellino de volutas rojas, para luego volver a la normalidad. O a algo que, en principio, parece la normalidad; al menos se lo parece a Zac Hobson (Bruno Lawrence, el guionista del filme), un científico que trabaja en la sucursal neozelandesa de los laboratorios Delenco, y que acaba de levantarse de una acalorada noche de sueño (a juzgar por su decisión de dormir desnudo). Excepto por el hecho de que su despertador se ha parado a las 6.12 (¡llegas tarde al trabajo, gambitero!), de que la radio sólo emite estática, y de que sus llamadas a la empresa no son respondidas, nada parece salirse de la rutina cotidiana de Hobson hasta el momento en que coge el coche para ir a trabajar.
En ese momento es cuando el científico no puede ignorar que algo anda muy mal: la gasolinera en la que va a repostar está vacía, hay coches abandonados en la carretera, y en una casa en la que acaba por entrar rompiendo un cristal hay claros signos de que sus ocupantes abandonaron el lugar de manera… MUY repentina: por ejemplo, una cama deshecha y una bandeja para el desayuno sobre el espacio que debían ocupar las piernas del durmiente mientras comía. De hecho, todos los lugares que Hobson visita desde el momento que sale de su casa muestran escenas similares, incluyendo la de un avión estrellado en pleno centro de Auckland en el que no hay restos humanos a pesar de que los cinturones de seguridad de los asientos siguen abrochados. Y cuando llega a su laboratorio e intenta ponerse en contacto con el resto de sucursales de Delenco en el mundo, no obtiene respuesta en ninguna. Sí, desde luego ha pasado algo muy raro aquí.
Y no tardamos en descubrir que la extraña desaparición del resto de personas tiene que ver con el proyecto que Delenco estaba llevando a cabo en esta instalación, y en el que al parecer trabajaba Zac Hobson. Cuando este baja a la zona de experimentación, se encuentra el cadáver abrasado por la radiación de Perrin, el jefe local del proyecto, y queda atrapado con él por el sistema de contención de emergencia de la instalación. Improvisando una bomba casera con un par de bombonas de gas, Hobson dicta en su grabadora un siniestro registro: es el 5 de julio, algo ha salido mal en la “Operación Flashlight”, y él parece ser el único superviviente al “Efecto” de dicho fallo en toda la Tierra.
De modo que, tras la explosión que le abre de nuevo las puertas de la libertad, la primera prioridad de Zac es encontrar a otros posibles supervivientes, para lo que pone una cinta en bucle perpetuo en la emisora de radio local con su nombre, dirección y número de teléfono, pinta carteles en blanco con esa información, y vaga día y noche por las calles en una búsqueda fútil de otros seres humanos. Pero al quinto día de (des)esperar junto al teléfono una llamada que nunca llega, se le enciende la bombilla: si ya no queda nadie en la Tierra, ¡ahora todo lo que hay sobre la Tierra es del que lo coja!
Amigos para siempre/Will you always be my friend…
Y de este modo, nuestro amigo se lanza a una vida de lujo y desenfreno, marchándose a una mansión en el distrito más pijo de Auckland, llenándola de todo lo que saquea en los supermercados (incluyendo varios maniquíes y un emú disecado), y jugando al Ibertrén con trenes de verdad. El problema es que la falta de contacto humano, su culpabilidad por haber tomado parte en la Operación Flashlight, y el descontrol natural derivado de sus excesos van erosionando su salud mental. Primero pasa a vestirse con un salto de cama femenino, luego se proclama presidente de la Tierra ante una multitud de figuras de famosos de cartón piedra (incluso se permite mofarse del último hombre que intentó eso mismo: Hitler), luego entra a un a Iglesia exigiendo a Dios que baje a verle y amenazando con pegarle “un tiro al chico”, y acaba por coger un tractor y lanzarse a un frenesí (auto)destructivo. Sólo cuando atropella un cochecito de bebé, y se da cuenta de que podría haber matado al último bebé de la Tierra (si no hubiera estado vacío), recobra la cordura, y tras un breve momento de contemplación del suicidio y un baño purificador resuelve volver a la búsqueda de otros supervivientes.
¡Y qué oportuno! Apenas ha sustituido los fusibles que se le habían fundido en el cerebro, encuentra a la primera superviviente, Joanne (Alison Routledge). La tensión inicial de su aparición, pistola en mano, en el hogar de nuestro héroe acaba por disiparse ante el alivio y la alegría de encontrar a otra persona. Los dos acaban por establecer una relación romántica en el transcurso de su búsqueda de otras personas por toda la isla… y por a encontrar a un tercer superviviente, Api (Peter Smith, un actor maorí clavadito a Carl “Apollo Creed” Weathers), que convierte su relación en un triángulo amoroso.
Pero el encuentro con Api no aporta sólo la tensión de una rivalidad amorosa (y racial) con Zac, ni el júbilo de reunirse con otro ser humano más, sino que permite a nuestros héroes descubrir un posible porqué de su supervivencia al efecto, además de revelarnos por boca de Zac Hobson en qué consistía, a grandes rasgos, la Operación Flashlight… y un dato muy preocupante que ha estado observando en los últimos días con su instrumental: la carga de un electrón, una de las constantes del universo, está oscilando. Eso quiere decir que el universo se está volviendo cada vez más inestable, y que el Efecto puede volver a repetirse muy pronto… a no ser que encuentren la manera de evitarlo.
El Infierno son los otros… y el cielo también
Hola. Soy Íñiga de Montoya.
Dios sabe cuántas películas de ciencia-ficción y fantasía se pegan la gran hostia por prestar más atención a los efectos especiales que a los personajes (o por muchas cosas más). Si El único superviviente consiguió ser un taquillazo en su país de origen es porque supo cuidar este aspecto muy bien; no en vano el protagonista, Bruno Lawrence, es también uno de los tres guionistas del filme (junto a Bill Baer y Sam Pillsbury), y sostiene sobre sus espaldas la acción de la película durante más de media hora, logrando mantener el interés bastante bien… aunque la película, en general, es de las lentas, y eso puede tirar para atrás a más de uno.
La historia nos presenta un retrato creíble, triste, y a ratos entre terrorífico y descojonante de cómo reaccionaría un ser humano a un aislamiento de ese calibre. Aunque algunas escenas se pasan de la raya en la farsa (su visita a la iglesia es la principal culpable por exageración), el tono general de progresiva locura desesperada ante la falta de compañía está muy conseguido, y resulta dolorosamente familiar a los que, como yo (o Scott Ashlin), han pasado por una situación de soledad e incomunicación semiforzosa.
Claro que hora y media de un científico cuarentón viendo su cordura caerse a cachos puede ser demasiado para cualquiera. Sin otros personajes, no hay conflicto (a no ser que estés en una isla desierta de la que quieres escapar como sea, lo cual es otro cantar), y la acción se convierte en una tediosa escalera de bajada: la insoportable levedad de estar más solo que la una, si se quiere. Es verdad que las película pierde algo de intensidad con la llegada de Joanne y Api, pero no lo es menos que, de no aparecer ellos en escena, esa potencia se disiparía en menos de lo que canta un gallo.
Los rumores sobre mi muerte a manos de Iván Drago fueron exagerados.
Allison Routledge y Peter Smith complementan bien a Lawrence, y entre ellos se establece una dinámica de tensión por el triángulo amoroso y los temas sociales y raciales que existen entre ellos, y camaradería por ser las últimas personas en la Tierra, que resulta más efectiva que el habitual “somos dos tíos para una tía, ¡peleémonos hasta sabotear nuestra propia supervivencia!” en el que degeneran muchas historias similares.
Además, la presencia de los otros personajes sirve para revelar algo más del misterio central de la película sin obligar al personaje de Lawrence a contarse a sí mismo lo que ya sabe, y para exponer algo de la metafísica y filosofía que subyace a la historia. ¿Puede ser, como sugiere uno de ellos, que los protagonistas sean los que han desaparecido del mundo normal mientras este sigue su marcha como de costumbre? ¿Que esté muertos y en el Cielo? ¿O en el Infierno? Esos posos de duda le hacen mucho bien a la película, y no cabe duda de que dan material para horas y horas de tertulia con los amigos después de verla.
Sobre todo por el final. El final… me limitaré a decir que cuando lo vemos, se nos queda la boca tan abierta como al protagonista. Es de esos epílogos que sólo se entienden con unos cuantos visionados… si es que alguna vez se entienden; y si no, tampoco importa, porque a uno nunca se le quita la cara de asombro, ni las ganas de especular con el destino final de los tres supervivientes.
El único superviviente conoció una edición en VHS en nuestro país, pero aparte de eso no tengo constancia de que se haya editado en DVD en España. Si os va la ciencia-ficción cerebral y filosófica, y no os importa que su ritmo sea lento, no estaría mal que le echaseis el guante a través de eBay, de algún importador o de la mula. Sobre todo si queréis juntar a unos amigos y hacer tras la proyección un debate friki sobre las posibles interpretaciones del final: ¡horas de entretenimiento garantizadas!
6 comentarios:
Me gusta mucho el tema de un ultimo hombre sobre la tierra.
Un saludete
¡Coooñe, felicidades! Mañana lunes me lo leo, inshallah.
Enhorabuena a los premiados.
¿Tendré que comerme toda la peli para saber qué ocurre al final?
Qué cabrón, el cura. Soberbio relato.
hola! he encontrado el blog buscando interpretaciones d ela pelicula. Hoy es la primera vez que la he visto y, aunque me ha encantado, supongo que me haria falta mas de un visionado para juzgar con propiedad.
Pero yo creo que, posiblemente, el experimento alteró la orbita de la tierra. por eso la luz del sol llegaba distinta a la tierra. como son personas que se han salvado porque estaban muriendo en ese momento, el final, el suicidio del protagonista, lo interpreto como un castigo a los otros dos que se enamoran. sintiendose decepcionado por no ser el elegido, decide vengarse y (esto no lo tengo muy claro), volar la instalacion del proyecto para darle un empujon definitivo al cambio de orbita. Y como el muere en ese instante, volver a producir el efecto "resurrección", matando así a los otros y sobreviviendo él. Por eso despues la tierra aparece al lado de lo que seria saturno, por el cambio de orbita (aunque ya sabemos que la vida de la tierra no podria sobrevivir a tanta distancia del sol).
No se, es solo una idea XD
http://movies.stackexchange.com/questions/12977/the-quiet-earth-conclusion-analysis encontre esto buscando el final
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