jueves, 29 de octubre de 2015

Los Abandonados, o las herencias que conviene no aceptar

Ya que se acerca mi festividad extranjera favorita de todo el año, voy a pisarle un poquito al acelerador con esto de las entradas; no mucho, no vaya a ser que derrape en la curva, pero sí un poco. Que no vuelva a pillarme la perrería y la depre dejando esto hecho un erial, por Dios.

Hoy os traigo una peli que estuve a punto de ver en cine durante aquel lejano 2007 en el que La Página Negra vino al mundo, y que he tardado ocho años en calzarme pese a disponer de una copia merced a un segurata amable con el que trabé amistad en aquellos tiempos ibicencos. La verdad, no sé si será por la larga espera y la expectación asociada, o porque he cambiado en estos ocho años, pero el resultado final… no ha sido para echar cohetes. Ni siquiera uno pequeñito.

¿Y dónde dices que me han legado una herencia?

Tu condenación es cierta/Ia, ia, o

En la granja de la muerte/Ia, ia, o.

De lo mejor de la peli es el enigmático prólogo, en el que una familia campesina rusa en la URSS de los años sesenta conversa durante la comida en ruso sin subtitular (de ese que cada palabra suena a una amenaza a los oídos de los legos en la lengua) hasta que el ruido de un motor les sobresalta. El pater familias va a mirar, y se encuentra un camión que para a la puerta de su granja; cuando abre la portezuela del conductor, lo que encuentra dentro es a una mujer muerta y dos bebés llorando de hambre.

De inmediato saltamos al presente, en el que nos reencontramos con uno de esos desamparados bebés: Marie (Anastasia Hille), que fue adoptada por una familia americana y creció para convertirse en una cineasta de éxito, divorciada y con una hija adolescente con la que no para de discutir ni por teléfono. Marie ha vuelto a la tierra que la vio nacer porque, según la carta que recibió de un notario ruso (Andrei Misharin), sus progenitores biológicos le dejaron una herencia. De camino a visitar al letrado, le ocurre un hecho bastante extraño: una mujer a la que no llega a ver bien sale del edificio donde el notario tiene su oficina y choca contra ella, pero cuando se vuelve a mirar no ve a nadie. ¿Se ha desvanecido en el aire? Quitándose de la cabeza el extraño encuentro, Marie se entrevista con el notario, quien le explica que la herencia consiste en una granja situada en una isla fluvial en medio de un bosque del interior del país. Ir allí es complicado, pero Marie consigue alquilar los servicios de un hosco camionero local, Anatoliy (Carlos Reig-Plaza) para que le lleve hasta el lugar.

Es en la noche que llegan a la granja que empiezan a pasar cosas extrañas de verdad. A poca distancia del final del camino, Anatoliy no puede avanzar más con el camión, y se baja a explorar el camino que queda… para no volver a aparecer. Marie, viéndose sola e incapaz de arrancar el camión, se ve forzada a caminar en medio de la tiniebla hasta la granja, que resulta encontrarse en un estado de decrepitud y ruina bastante avanzado. Sin más remedio que internarse en el edificio, que bien parece el hogar ideal para una versión rusa del clan Sawyer, Marie pronto descubre que no está sola cuando escucha unos ruidos provenientes del piso de arriba. Lo que no espera es que, al subir a investigar quién anda ahí, se encuentre a una versión zombificada de sí misma.

Los abandonados[(060156)23-48-54]

A Nicolai y Maria se les fue bastante la mano con el vodka al celebrar su reencuentro.

La despavorida huida que emprende Marie al encontrarse con su doble, aparte de dejar a Usain Bolt como una tortuga reumática, acaba dando con sus huesos en el río en el que se asienta la isla. ¿Es éste su fin? No, porque a la mañana siguiente se encuentra sana y salva, de nuevo en la granja, y atendida por un hombre de aspecto rudo llamado Nicolai (Karel Roden, Rasputín en Hellboy). A Marie no es que le inspire mucha confianza al principio estar a solas en una granja derruida con un desconocido que le ha quitado la ropa para ponerla a secar mientras estaba inconsciente, pero ¿qué otro remedio le queda, excepto confiar en él? Además, se supone que es su hermano mellizo, el otro niño que iba en el camión del principio; al menos, eso dice.

Hablando de camiones, cuando Marie es capaz de levantarse y busca un medio para salir de allí, se encuentra el camión en el que vino… sólo que comido por décadas de acción de las inclemencias temporales. La casa, a su vez, parece cambiar por sí misma, mostrándose a cada momento un poco más restaurada. Y cuando la exploran más a fondo, Nicolai y Marie se encuentran con sus propios dobles zombis: ella goteando agua como si hubiera muerto ahogada, y él destripado por animales salvajes. Nicolai sabe lo que son: son un símbolo del futuro inevitable que les espera…

Lo que les abandonó fue la inspiración a mitad de historia

El zar Putin no ve ningún problema en ello; 'selección natural', lo llama.

Seguir el GPS al pie de la letra es la principal causa de muerte en tráfico en Rusia

¡Ay, Los abandonados, cómo me gustaría que me gustaras! A priori, tenías muchos puntos a tu favor: la dirección a cargo de uno de los cineastas de la quinta de Jaume Balagueró (Nacho Cerdá), el guión del creador de uno de los filmes más queridos por Fangoria (Karim Hussain), una atmósfera muy conseguida, y un consistente tono de ruina inminente. Es raro encontrar un filme que nos revele tan pronto que a los protagonistas les espera un inevitable destino trágico, el cual además entronca con un tema de rabiosa (y deprimente) actualidad como es la violencia doméstica, y que hasta se permite jugar con la línea temporal para reforzar esa idea de predestinación aciaga. Vamos, que hay cosas de ti que me recuerdan al Lucio Fulci de El más allá, cerrando la puerta a cualquier oportunidad de salvación.

Pero ¡oh sorpresa, oh dolor! no acabas de seducirme. No me convences. Tal vez no seas tú, sino yo, pero al verte no puedo evitar pensar que la trama está estirada de más, y eso que no eres una película larga (99 minutos según IMDB, hora y 35 minutos según mi copia). La primera media hora, o al menos hasta que Marie llega a la granja y conoce a Nicolai, eleva la tensión con tino, pero a partir de ahí… digamos que la historia no parece saber muy bien hacia dónde va. A ratos parece que los protagonistas vayan de un lado a otro como pollos sin cabeza, y los fantasmagóricos dobles que anuncian su futura muerte no parecen capaces de mucho más que estar ahí y dar mal rollo, salvo por un episodio en el que el doble de Marie intenta robarle el aliento. Pasan cosas que no llevan a nada, como que a Nicolai le traga un suelo de madera endeble para que luego reaparezca con una explicación bastante vaga de cómo consiguió sobrevivir. Cuando por fin llega el clímax, hay momentos en los que parece que Marie y Nicolai pueden ser capaces de intentar alterar su destino aciago, pero se limitan a quedarse mirando lo que pasa sin intervenir, lo que da la sensación de que su futura ruina obedece menos a un destino inexorable y más a que ‘el guión dice que acabas mal y ACABAS MAL POR COJONES’: eso no pegó ni con cola cuando Hideaki Anno se lo hizo a Shinji en Evangelion, y casi cuela menos todavía aquí.

Claro que tampoco comprendo muy bien alguna de las críticas negativas que cosechaste en tu momento, Los abandonados. Una de ellas mencionaba que, en tu proyección en Sitges, hubo gente tronchándose de los dobles no-muertos de Marie y Nicolai, y se mostraba de acuerdo con esas risas. ¿En serio? Se puede acusar a esos seres de no hacer mucho en la trama, pero no se les puede acusar de no acojonar, sobre todo en su primera aparición.

Dejando este apunte aparte, Los abandonados, tengo que admitir que no me emocionas. Ni siquiera me asustaste tanto cuando te visioné. Tal vez es que acababa de cascarme Babadook, o puede que fuera por toda la anticipación atrasada de ocho años antes de verte por fin, pero me dejaste más bien frío y sin ganas de revisitarte. El que Nacho Cerdá haya hecho muy poca cosa desde entonces (incluyendo un documental sobre la figura de Lucio Fulci, lo que indica que las similitudes no tienen nada de casual), en comparación con la brillante carrera de la que ha disfrutado alguien como Balagueró, viene a ser una triste confirmación de que mis impresiones tienen algo de fundamento. Queda esperar que el siguiente proyecto de Cerdá, una adaptación del cómic europeo Je suis légion, le permita por fin volver a ponerse a la altura de su compañero de generación.

Eso sí, que nadie me diga que ‘es mala porque es cine español’. Primero, de española no tiene mucho, dado su elenco y localización internacionales; segundo, el cine español lleva bastante tiempo dándonos obras que desmienten ese topicazo.

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