Otro mes y pico, otra actualización; ya sé que todos preferiríais más actividad por mi parte, sobre todo teniendo en cuenta que hace nada que el blog cumplió seis añazos, pero entre que he perdido (en cierta manera) mi pegada, que he estado ocupado con un cambio de hogar en Ciudad Real, y que ahora me encuentro viviendo por un tiempo en Suiza merced a la hospitalidad de unos viejos amigos (y mi desesperación por encontrar trabajo)… Como para andar escribiendo chorradas sobre cine raruno y juegos sangrientos. Pero aquí estoy otra vez, y para hablaros de The Gerber Syndrome, un filme italiano que intenta ofrecer una mirada más humana y realista al escenario de “infección zombificante” popularizado por 28 días después. ¿Qué tal les sale? Pues sólo os adelantaré una cosa: tened bien a mano cualquier antidepresivo del que dispongáis, porque os hará falta.
Sin cura, sin control, sin esperanza
- Éste es tu cerebro con el síndrome de Gerber. ¿Preguntas?
- Si lo contraigo, ¿cómo de jodido estaré?
- Como una colegiala japonesa atrapada en en un acuario de pulpos.
The Gerber Syndrome se nos presenta como un documental italiano sobre la última gran pandemia que azota el mundo: el “síndrome de Gerber” que le da título, una enfermedad que recibe su nombre del primer paciente en mostrar sus síntomas. Este mal comienza manifestándose como una gripe fuerte, pero va dañando el sistema nervioso del afectado hasta convertirle en algo situado entre la encrucijada de un infectado de 28 días después, un epiléptico y un enfermo de Alzheimer. Basta el contacto con la sangre o la saliva de un enfermo para contagiarse, y no se conoce cura… exceptuando un tratamiento experimental que todavía no ha sido autorizado en Italia por sus tremendos efectos secundarios. Fea situación, ¿no es verdad?
Pues esperad, que todavía no habéis visto nada. El falso documental adopta como hilo conductor dos historias que muestran distintas caras de la pandemia. La primera comienza siendo la de Antonio Ricardi (Sax Nicosia), un doctor de Turín, pero no tarda en convertirse en la de Melissa (Valentina Bartolo), la hija de un colega de profesión a la que atiende por el síndrome; la segunda es la de Luigi (Luigi Piluso), un empleado del organismo que se encarga de controlar a los infectados, CS (Central Security), y su día a día (o más bien noche a noche) de dar vueltas por la ciudad en furgona, cazar infectados en fase terminal con un lazo para perros, llevarlos al centro donde se les mantiene en cuarentena, y sortear las frecuentes manifestaciones de familiares de infectados y demás perroflautas que suele encontrarse en la verja de entrada.
Entre los testimonios de expertos, representantes de los organismos oficiales, y gente (o gentuza) de a pie, vamos viendo cómo la enfermedad corrompe el clima anímico y moral de la nación, generando sospechas y comportamientos cada vez más extremos para evitar la infección, al tiempo que contemplamos el deterioro de la infortunada Melissa y el devastador efecto que tiene en sus padres y su novio. Por otra parte, el seguimiento de Luigi revela no sólo el deshumanizado trato que las autoridades dan a los enfermos, sino el lado más humano que se esconde detrás de quien, a priori, no es más que un matón con porra al servicio del poder. Y contra más conocemos del mundo en el que tiene lugar el metraje, más sombrío nos parece todo, y en especial el futuro de los personajes principales…
Puta enfermedad. Puta insolidaridad. Me cago en la puta
¡HOLA, AMIGUITOS! ¡Hoy yo, Topo Gigio, os enseñaré a ser unos delatores de mierda!
Después de leer la sinopsis previa, espero que hayan quedado claritas dos cosas importantes sobre The Gerber Syndrome:
- no es una peli de zombis convencional. Demonios, ni siquiera es una peli de zombis, al menos en sentido estricto. Y no, no me refiero a que “los zombis de la peli no son zombis, son infectados”, como puntualizaba el gran Enjuto Mojamuto.
- no es una peli para hacer unas risas con los amigos. Ni para hacerlas solo. Ni para hacer sonrisas. Esta peli y la idea de la risa son antitéticas.
El filme, primer largo de Maxì Dejoie, adopta un enfoque de frío realismo y priorización del drama humano y no se desvía de él en todo el metraje. Incluso cuando se centra en los “zombis” (a los que, por supuesto, nunca llega a denominar de esa manera), el horror viene más de su condición que de su (baja) letalidad potencial. En consecuencia, tiene más de drama terrorífico que de filme de zombis, aunque esté claro desde el primer momento que la acción tiene lugar en los primeros compases de un apocalipsis zombi.
Y no es que las pelis de zombis (con excepciones más que honrosas) sean muy pródigas en alegrías, pero el enfoque adoptado por The Gerber Syndrome la hace todavía más sombría que la media. El retrato de la progresiva deshumanización de una sociedad que intenta protegerse de una enfermedad sin cura, tan reminiscente de la reacción inicial ante el SIDA, y el de la degeneración de Melissa a medida que el mal progresa, hace que a ratos resulte difícil de ver para los que, como un servidor, tenemos tendencia a la depresión.
Tíos, éste debe de ser el Harlem Shake más deprimente en el que jamás he participado.
A decir verdad, el visionado tampoco se ve facilitado por la pesadez que acaba adquiriendo su historia. Tanto enfoque documental, tanto drama humano y tanta música ominosa (buen trabajo, hay que reconocer, de Enrico Ascoli) acaban cargando, y uno llega a descubrirse deseando que alguien subcontrate a los infectados de 28 días después o [·REC] para que se den una vuelta y salpimenten con un poco de acción frenética la situación.
He de reconocer que mi decisión de bajarme la peli en versión original y empeñarme en verla sin subtítulos no debió de contribuir a hacer más entretenido el metraje. El italiano se parecerá al español lo bastante como para entender lo que dicen en términos generales, pero hay momentos en los que a duras penas podía adivinar de qué hablaban. Tal vez debería probar a buscar unos subtítulos la próxima vez que intente algo así.
Vamos, que buena peli, y con un enfoque interesante y original, pero no os la aconsejo si os acaban de echar del trabajo u os ha dejado vuestra pareja. Al menos haced programa doble con algo más positivo.
A ver cuántos chistes de Heidi me caen entre este post y el siguiente, ahora que ya he dicho que estoy en Suiza.
2 comentarios:
¡Mucha suerte en Suiza! Espero que no haya muchos pulpos en el acuario jajajajajaja
No sé, uno de los pulpos luce un mostacho espeso y una gorra de motero... y me mira con ojos golosos O_O
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