Cuando os advertí en mi último post que la próxima actualización bien podía llegar en enero de 2012, no exageraba. Dos meses, dos, me han hecho falta para vencer mi vagancia y elaborar una crítica como Dios manda. Bien es cierto que algo ha tenido que ver mi participación en un taller de monólogo, gracias al cual estrené un texto propio en el escenario de la Tetería Arabian, y mi empecinamiento en mantener en funcionamiento una campaña de Ánima: Beyond Fantasy que a ratos recuerda a una película de Tarantino. Pero por fin aquí estoy de nuevo, al filo de mi vuelta a casa por Navidad, para recomendaros… una comedia romántica. ¿Me he vuelto moñas? No, porque es una comedia romántica… en medio de un apocalipsis zombi.
Un mal día para reconciliarme con mi cariñito
Liz está un poco harta de que Ed (derecha) se acople a todas sus citas con Shaun (centro). No obstante, y en vista de que los zombis han tomado la ciudad, esta vez está dispuesta a hacer una excepción.
La vida de Shaun (Simon Pegg, Arma Fatal) no es que sea mala, pero tampoco es tan buena como para calificarle de triunfador: a sus 29 años, sigue trabajando de dependiente (senior, que conste) en una tienda de electrodomésticos, comparte piso con su gamberro y holgazán amigo de la infancia, Ed (Nick Frost, también en Arma Fatal) y con el estirado e irascible Peter (Peter Serafinowicz, ni más ni menos que la voz de Darth Maul en La amenaza fantasma), y pasa sus ratos de ocio con su novia Liz (Kate Ashfield) en el pub del barrio, el Winchester. No es lo que se dice una mala situación, pero tampoco es como para echar cohetes, sobre todo cuando Liz le cuenta una noche que está empezando a hartarse de esa rutina y necesita algo de novedad: a ser posible, algo que les implique a ellos dos solitos, sin meter de por medio a Ed ni a los compañeros de piso de la propia Liz, David (Dylan Moran) y Dianne (Lucy Davis). Menos mal que Shaun tiene la contrarréplica perfecta para sus preocupaciones: aprovechando que van a hacer su aniversario, va a cenar con ella en un restaurante a solas.
O ese era el plan, hasta que las complicaciones cotidianas -como la clara insubordinación de uno de los vendedores jóvenes a su cargo en la tienda, el tenso encuentro con su padrastro Philip (Bill Nighy) para hablar del cumpleaños de su madre, Barbara (Penelope Wilton, a quien los fans de Doctor Who recordamos como “Harriet Jones, diputada”), y el reencuentro casual con su vieja amiga Yvonne (Jessica Stevenson)- le distraen lo bastante como para olvidarse de reservar mesa en el restaurante hasta que es demasiado tarde. Su intento de arreglar las cosas en el último momento con una visita al piso de Liz, lejos de funcionar, termina de hundir su relación con ella, y la noche encuentra a un hundido Shaun ahogando sus penas en el Winchester mientras Ed intenta consolarle.
Las tonterías de Ed (y unos cuantos litros de cerveza) son suficientes para hacer que Shaun se dé cuenta por unas horas de que perder a su novia “no es el fin del mundo”, en palabras de su amigo; pero cuando a los dos les da por realizar una intempestiva sesión de scratching en su piso, Peter aprovecha la ocasión para cantarle las cuarenta a Shaun: sólo sigue siendo amigo de Ed porque necesita tener a su lado a alguien todavía más perdedor que él, y Liz le ha dejado porque no es capaz de responsabilizarse de su vida, y hasta que no lo haga va a seguir siendo un puto fracasado. Aunque crueles, las palabras de Peter tienen un pase porque A) le duele la cabeza, y B) tiene razón; incluso borracho, Shaun no puede evitar darse cuenta de esto, así que lo último que hace antes de caer rendido por el sueño y los etilos es anotar en un post-it sus propósitos para el nuevo día: reconciliarse con Liz, celebrar con su madre su cumpleaños… en resumen, arreglar de una puta vez su vida.
¿Que por qué lo llaman “Trilogía de Sangre y Helado”? En este fotograma está la respuesta. Shaun pone la sangre (en su camisa) y Ed se ocupa del helado.
Qué lástima que la reserva del restaurante no sea lo único que Shaun pasó por alto el día anterior. Si no hubiera estado tan ensimismado en sus preocupaciones, tal vez se hubiera preguntado por qué había tantos camiones del ejército por las calles de Londres, por qué un vagabundo en el parque intentaba zamparse a las palomas a pelo, o por qué diablos todos los canales de TV habían cambiado su programación por noticias sobre una extraña epidemia. Y si no se levantara de la borrachera con un resacón asesino, tal vez se diera cuenta de que por su barrio caminan figuras desgarbadas y gemebundas de paso inseguro y hostiles intenciones. Pero ni siquiera él o Ed van a poder ignorar más tiempo el hecho de que están en pleno apocalipsis zombie cuando una de las criaturas aparezca en su jardín… o tal vez sí, al menos hasta que lo que ellos toman por una joven borracha se recupere como si nada de una herida mortal ante sus horrorizados ojos.
Pero con zombis hambrientos y todo, Shaun se ha propuesto dar un giro a su vida, y no va a dejar que nada frene su propósito. Sólo tiene que ir al rescate de Liz y de su madre y encontrar un lugar seguro en el que esperar a que la plaga de muertos vivientes pase: un lugar familiar, defendible, y en el que (como exige Ed) sea posible fumar… ¿Qué tal el Winchester?
Humor vivo entre no-muertos
Joder, odio que mi pub favorito se convierta de repente en el establecimiento de moda. Pero aún peor es que se convierta en el establecimiento de moda entre los ZOMBIS.
Desde que critiqué por aquí la recomendabilísima Arma fatal llevo con ganas de sentarme un día ante la tele y ver por fin su predecesora. Ahora que lo he conseguido, una pregunta ronda por mi cabeza día y noche:
¿¡POR QUÉ DIABLOS TARDÉ TANTO!?
Sí, señores. Para los que hayáis hecho el mismo periplo que yo, o bien no os hayáis atrevido todavía con ninguna de ambas películas, Zombies Party-Shaun Of The Dead es tan brillante como su policíaca sucesora, y como ella rebosa de diálogos chispeantes y ofrece una interesante parodia/reconstrucción de las convenciones del género elegido… o los géneros, porque aquí no hay que olvidar que late el corazón de una comedia romántica envuelto en la carcasa pútrida de una peli de zombies, cuya necrosis a su vez infecta a dicho corazón.
Tan alambicada y pedante metáfora es mi manera de decir que la película es tronchante, que el director Edgar Wright y el prota Simon Pegg componen a pachas un guión cojonudo y rebosante de gags verbales (ese continuo cambiar de canales en el que cada nueva emisora continúa el relato de la anterior sobre el apocalipsis zombi), visuales (esos créditos iniciales) y físicos (ese desafortunado salto de la valla de Shaun cuando dirige su expedición al Winchester), cuando no de todos esos tipos a la vez (¡ESA PALIZA A UN ZOMBIE AL RITMO DEL DON’T STOP ME NOW DE QUEEN, ESAS PAJAS MENTALES DE SHAUN ELUCUBRANDO SU PLAN PARA PROTEGERSE DEL APOCALIPSIS ZOMBI!), así como de continuos detalles y pistas que al principio parecen irrelevantes, pero que tarde o temprano revelan su importancia en la trama.
Como en la posterior Arma Fatal, este humor encuentra su sustento en unos actores que se meten en sus papeles con alegría y convicción, destacando Pegg y Nick Frost con su química de amigotes del alma; sin desmerecer, claro está, a Penelope Wilton como la encantadora y atribulada madre de Shaun, Lucy Davis como la entusiasta actriz amiga de Liz, y Peter Serafinowicz como el breve, pero importante, straight man que sirve de revulsivo definitivo para que Shaun desencadene la acción principal de la película.
Es en momentos como este, rodeado de zombis y armado con un Winchester, en el que lamentas no haberte apuntado a clases de tiro en tu adolescencia.
Por cierto, que también es mi manera de decir, o de advertiros, que no todo son risas y cachondeo, porque al final del día esta sigue siendo una película de zombies, del mismo modo que Arma Fatal era un policíaco de corazón por muchos chascarrillos que se produjeran en su trama. El cambio de la burla de los cánones del género a su asunción en serio es más gradual, y se consuma en un momento más tardío del metraje que en Arma Fatal, pero lo hace con la contundencia acostumbrada de las pelis de zombis, incluyendo una dramática escena en la que los protagonistas tienen que disparar en la cabeza a uno de los suyos por estar infectado, y un bestial homenaje a El Día de los Muertos. Avisados quedáis aquellos de estómago sensible.
Si hay un fallo evidente en la película (al menos, uno que mis poco diestros sentidos hayan detectado) es que en un momento dado el protagonista se las arregla para salvar a su grupo de una turba de zombis lanzándose entre ellos y aprovechando el barullo que montan al intentar cogerle para escapar de sus garras y hacer de señuelo para llevarles por otra parte. Es una subversión deliberada de las convenciones del género, y así lo demuestra el posterior desarrollo de la trama, pero lo cierto es que chirría sobremanera a unos ojos acostumbrados a asociar el contacto cercano con un grupo de zombis con una muerte segura y muy desagradable. Yo no lo considero suficiente para no recomendar una película tan divertida e inteligente, pero a algunos de vosotros os parecerá lo bastante grave como para no querer verla: es vuestra elección.
¿Es Paul, mi marciano favorito la esperada conclusión de esta trilogía? Les mantendremos informados.
2 comentarios:
Es una de las mejores pelis de su campo. De Hot Fuzz lo mismo diría.
En cuanto a Paul, es una gran decepción. Otro gallo cantaría si la hubiera dirigido Wrigth.
Esta y Hot Fuzz si que son buenas parodias de género, y no las tonterías sin gracia como "Epic Movie" o "Casi 300"...Para mí, "Shaun of the Dead" es mucho mejor que "Dawn of the Dead" de Snyder, y con sólo tres películas (Shaun of the Dead, Hot Fuzz y la incomprendida Scott Pilgrim) ya se ha convertido en uno de mis directores favoritos.
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