Anteayer, a estas horas, el blog cumplía su tercer año de existencia, y este post pretende celebrarlo. Espero que cuando lo leáis os encontréis disfrutando de la playa o piscina con buena salud. Yo tuve, a principios de julio, la repentina fortuna de conseguir un empleo por tres meses en un medio de comunicación local para servirles de refuerzo durante el verano; el sueldo es lo bastante bueno como para vivir, y el horario es algo más holgado que el de mi puesto previo, sin contar que me permite cotizar un mes más al paro y aumentar mi experiencia profesional. Cuestiones laborales aparte, sobrellevo los calores en Ciudad Real refugiándome en las tinieblas de mi habitación (y lo de tinieblas es porque mantengo la persiana bajada la mayor parte del tiempo) y saliendo sólo para hacer compras (sobre todo de comida), ir a mi nuevo empleo o visitar a los buenos amigos de Zona 84. O para ir a visitar a la familia en Santander, que es lo que estoy haciendo en el momento de escribir estas líneas.
Mi tiempo libre ha estado ocupado, además de por la expansión del Dragon Age (terminada hace poco), por mi asalto al Thief en nivel Difícil (ídem) y por el Mass Effect 2 (ídem de ídem), por lecturas de manga en la Red (ahora me he picado con Akumetsu) y de La espada de fuego de Javier Negrete, aunque un inesperado contratiempo me obligó a interrumpir esta última. Para lo que todavía no he encontrado tiempo es para volver a ir al cine, a pesar de que hay algunos titulillos que me interesa visionar.
La entrada de hoy tiene precisamente que ver con uno de los filmes actualmente en cartelera, Prince of Persia, pero porque trata de su inspiración: un juego aparecido en 2003, creado por Ubisoft con el fin de modernizar un título legendario de la década de los 80, conocido por todos los aficionados veteranos. ¿Que no sabéis de qué coño hablo? Dejad que os ponga en antecedentes en los siguientes párrafos…
Por contra, los que SÍ sepáis de qué hablo podéis saltar al siguiente ladillo y leer la sinopsis de Las Arenas del Tiempo. O bien podéis seguir leyendo para ver en qué puntos de la historia del juego original me equivoco y echármelo luego en cara en los comentarios, que hace tiempo que no se ven trolls por aquí.
El clásico de las mil y una conversiones
Salva a la animadora princesa, salva al mundo reino: esa era la trama original.
Jordan Mechner empezó a labrar su fama en el mundo de los videojuegos a principios de los años 80, cuando todavía era estudiante en la Universidad de Yale, con la publicación de Karateka, un juego de lucha en el que volcó las técnicas que aprendía en sus clases de Historia del Cine, entre las cuales destacaba la fluida animación por rotoscopia de la que dotó a los personajes, para crear una experiencia visualmente sofisticada y, a la vez, lo bastante simple como para que cualquier lego en la materia del entretenimiento electrónico pudiera coger el joystick y ponerse a jugar sin complicaciones. El entonces joven diseñador logró vender medio millón de copias del juego entre las diferentes versiones que se hicieron del mismo, pero más importante fue, según el mismo confiesa en su página, la inyección de confianza que le supuso: le probó, tanto a él como a sus padres, que hacer videojuegos podía ser un trabajo con futuro, y le condujo a crear el juego que grabaría su nombre en oro en el salón de la fama del entretenimiento electrónico, el Prince of Persia.
El juego, publicado en 1989, cambiaba el Japón medieval de Karateka por el ambiente árabe de Las Mil y Una Noches para plantear una premisa similar: un joven y aguerrido héroe sorteando obstáculos para salvar a su amada de un villano que la quiere hacer suya. En este caso, los tres papeles principales del drama los ocupaban un joven pobre de más allá del desierto, la princesa oriental de la que estaba enamorado, y el malvado visir que sirve al padre de esta. Pero la primera diferencia estribaba en el punto de partida de la acción: el visir, celoso del amor de la princesa y el joven vagabundo, arrojaba a éste a las mazmorras de palacio, y daba a la muchacha una hora para aceptar casarse con él o morir bajo el hacha del verdugo: una hora exacta era la que el héroe (y el jugador que le controlaba) tenía para escapar de su celda, sortear un laberinto de trampas y guardias armados, y derrotar al villano.
El juego cimentó buena parte de su éxito en la fluidez de su animación, para la que Mechner filmó a su hermano haciendo las acrobacias que el protagonista realizaría luego en el juego, como base del proceso de rotoscopia. Pero lo que hizo que fuera algo más que la flor de un día fue la interesante jugabilidad, basada en darle un toque de realismo y otro de resolución de enigmas a la acción plataformera tradicional (y sustituir el tradicional scroll por un desplazamiento pantalla por pantalla), y en aliñarlo todo con duelos a espada dignos de una película del Hollywood de los años 30, y la amenazadora tensión de saber que el jugador sólo tenía una hora para conseguir su objetivo. Por otra parte, ese límite de tiempo estricto, junto con la imposibilidad de guardar partida, ponían el listón de la dificultad a una altura algo exagerada, y obligaba a quien estuviera pensando en conquistarlo a repetir una y otra vez las pantallas hasta superar todos los obstáculos y puzzles en un tiempo récord; claro que eso no importó a decenas de miles de jugones de todo el mundo, que lo disfrutaron y lo siguen disfrutando hoy en alguna de las quince versiones distintas que conoció.
En una situación tan delicada no conviene tener problemas con la cámara.
Prince of Persia creó por sí solo un subgénero dentro de las plataformas en dos dimensiones, representado por juegos como Another World, Flashback o Blackthorne, que emulaban la animación fluida y el desplazamiento a pantallas de la obra de Mechner para capturar su estilo cinematográfico; pero también contó con secuelas oficiales. La primera, bajo el subtítulo The Shadow and the Flame (1993), comenzaba pocos días después de la victoria del héroe sobre el visir, cuando este último se convertía en un doble del primero y le obligaba a emprender la huida en busca del modo de volver a derrotarle; el juego ofrecía una acción similar, con una mayor variedad de escenarios y situaciones, por lo que fue bien acogido, aunque sin revolucionar el panorama como su antecesor. La segunda secuela, sin embargo, llevó el título de Prince of Persia 3D (1999) y, como su propio nombre indicaba, intentó llevar la serie a la tercera dimensión, pero las dificultades financieras obligaron a su desarrolladora, Red Orb, a sacarlo a la calle antes de probarlo en busca de errores… con el resultado de que los fans de la saga tuvieron que “disfrutar” de controles demasiado complejos, posicionamientos de cámara horrendos, tiempos de carga largos como un día sin pan, y animaciones que no resistían la comparación con el original; al menos eso dice una de las críticas más duras de los usuarios de Moby Games, la cual no me deja con muchas ganas de comprobar hasta qué punto está en lo cierto. Lo que pretendía ser una actualización de la saga sirvió como último clavo en su ataúd, y quedó como un intento desastroso de aprovechar la popularidad de las dos primeras partes y la conmemoración del décimo aniversario del juego original.
Pero una saga con una historia tan ilustre no podía caer en el olvido con un último suspiro tan patético; no cuando la editora gala Ubisoft tenía interés en revivirla. El propio fundador y consejero delegado de la compañía, Yves Guillemot, convenció a Mechner de que participara en el desarrollo, el cual llevaría a cabo el estudio de la firma en Montreal liderado por el productor Yannis Mallat (futuro jefazo supremo de esta división). “Para su brillante y joven equipo (de edad media 22 años) era una oportunidad de mostrar al mundo cómo debe hacerse el reinicio de una franquicia; para un veterano como yo (36 años) era el proyecto que reavivó la alegría de hacer videojuegos”, recuerda Mechner en su web.
Y de esta manera, el mundo jugón volvió a tener motivos para hablar del príncipe persa sin nombre cuando el nuevo título salió en 2003, dando inicio a lo que en el futuro conoceríamos como la Trilogía de las Arenas, y motivando la adaptación cinematográfica que tenemos en cartel en la actualidad.
Marinero de los mares del destino tiempo
Me gustaría ver a Jackie Chan intentar esto.
Casi todos creen que el tiempo es como un río que fluye seguro y veloz en una sola dirección. Pero yo le he visto la cara al tiempo, y os puedo asegurar que están equivocados. El tiempo es un océano en la tormenta. Os preguntaréis quién soy y por qué afirmo esto. Sentaos, y os narraré una historia que nunca antes habréis escuchado.
Con esas palabras comienza la historia del Príncipe de Persia y las temidas Arenas del Tiempo, narrada por él mismo a un misterioso interlocutor. Una historia que arranca cuando él y su padre, el rey Sharaman, viajan a la ciudad de Azad con su amplio ejército, y a su paso por la India reciben una enigmática oferta del Visir del maharajá: su ayuda para invadir la capital de éste a cambio de algunos de los tesoros de su cámara. El ataque es un éxito, pero a su término el Visir se lleva la desagradable sorpresa de que uno de los artefactos que codicia ya tiene nuevo dueño: en concreto, una misteriosa daga, que el Príncipe, deseoso de volver a su padre con un trofeo de su primera batalla, logró obtener tras derrotar a cuanto soldado se interpuso en su camino. Y no hace falta decir que Sharaman hace oídos sordos a la petición del Visir, decidiendo que la felicidad de su churumbel por sacarse algo en su primer saqueo bien vale privar a su aliado de una baratija de nada, como tampoco hace falta decir que una daga que rebobina unos segundos el tiempo cuando al Príncipe está a punto de aplastarle un trozo de techo no es un simple capricho para el traidor.
Y las consecuencias de denegarle al Visir su juguete no tardan en asomar su fea jeta cuando la expedición persa y sus cautivos, incluyendo a la hija del maharajá, Farah, llegan a Azad. Lo primero que hace Sharaman tras ser recibido por su amigo el sultán es fardar de los recuerdos que se ha llevado del asalto, entre los cuales destaca el gigantesco reloj de arena conocido como “las Arenas del Tiempo”, y el Visir no pierde ni tres segundos en manipular al Príncipe con una serie de chorradas sobre que el verdadero poder de las Arenas sólo puede ser desatado por la Daga del Tiempo, la que el muchacho logró en el asedio. Haciendo oídos sordos a la horrorizada advertencia de la princesa Farah para que se detenga, el joven encaja la Daga en una ranura del reloj destinada a tal efecto…
… Y entonces todos los seres humanos del palacio se convierten en una especie de monstruosos zombis rellenos de arena brillante. ¿Todos? No: la magia de la Daga protege de alguna manera al Príncipe de tan horrible destino, y a Farah le salva un colgante mágico. ¿El Visir? Ni rastro de él, pero ¿de verdad creéis que iba a liar este pifostio sin medios para protegerse de las Arenas y su efecto transformador?
De manera que el Príncipe está ahora atrapado en un palacio asediado por monstruos casi invencibles, con la única compañía humana de una muchacha que tiene todos los motivos para odiarle. Pero no todo está perdido para él: Farah sabe cómo deshacer el maleficio desatado por las Arenas (¿o sólo lo dice para que el Príncipe le preste ayuda?), y la Daga del Tiempo tiene la capacidad de destruir a las criaturas de arena definitivamente. Claro que a ello hay que añadir el problema de que, a consecuencia de lo ocurrido, buena parte de los accesos del palacio han quedado derruidos, pero eso no ha sido nunca un gran problema para el Príncipe: ya sea por su natural destreza y agilidad, ya sea porque su temeridad juvenil le impide sentir miedo a las alturas y a la muerte que prometen, él es más que capaz de abrirse camino por lugares que otros considerarían inaccesibles. Y eso sin contar que el poder de la Daga puede darle una segunda oportunidad cuando la muerte parece inevitable… siempre y cuando haya recogido arena suficiente de sus víctimas. ¿Serán suficientes esos dones para vencer al Visir? Bueno, quien está narrando la historia es su propio héroe, ¿no?
Las mil y una cabriolas imposibles
¿Les importaría ponerme un redoble de tambor de fondo mientras hago esto?
Mi experiencia con el Prince of Persia original es bastante limitada: lo alquilé una vez para mi NES, jugué un poco y acabé frustrado por su alta dificultad. La segunda parte no la llegué a jugar, aunque vi a un amigo jugarla en su ordenador, y de la desafortunada tercera parte sólo conozco las atroces críticas que cosechó. Aún así, voy a arriesgarme y a atreverme a decir que Las Arenas del Tiempo es un más que digno sucesor del juego original, y un ejemplo de lo que el Prince of Persia 3D tendría que haber sido.
Y es que el juego traslada casi a la perfección los esquemas del título de Jordan Mechner a la tercera dimensión, aunque desde un punto de vista más fantasioso; si en Prince of Persia los saltos y acrobacias tenían un fuerte punto de realismo, que se manifestaba en detalles como la leve demora de nuestro personaje cuando echaba a correr desde una posición estacionaria, en este juego la balanza se decanta en favor de la más desaforada fantasía, con encadenamientos de piruetas, carreras por las paredes y demás cortes de mangas a la ley de gravedad que no se atrevería a llevar a la práctica ni Jackie Chan en sus años mozos, y que sin duda son la mejor (y más abundante, por suerte) parte del juego. Los combates a espada con los monstruos creados por las Arenas siguen esquemas más cercanos a las peleas del juego original, pero con más enemigos en pantalla y algunas maniobras acrobáticas que intentan dar variedad a esta parte de la acción. Y, para redondear el conjunto, hay varios puntos del juego en los que el Príncipe tiene que resolver puzzles no demasiado complicados.
La gran particularidad de este juego respecto a su inspirador, por supuesto, reside en los poderes de la Daga del Tiempo, el principal de los cuales es rebobinar la acción si nos matan: algo muy útil cuando damos un mal salto, y en menor medida cuando nos exponemos a un golpe fatal de un adversario. La Daga también nos permite entrar en “tiempo bala” durante las peleas, o bien apuñalar directamente a un enemigo y ralentizarle a la vez que le hace vulnerable (por sólo unos segundos) a ser destruido por nuestra espada. Todos esos poderes tienen usos limitados, que se recargan cada vez que rematamos a una criatura de arena con la Daga, y que aumentan su límite máximo a medida que drenamos con el arma pequeños “escapes” de Arenas del Tiempo que podemos encontrar por los escenarios del juego.
Oh Alá misericordioso, qué yoyas me van a pegar.
Con unos gráficos espectaculares para la época (sobre todo en los majestuosos edificios que recorremos y en su uso –y abuso- del “light bloom”), una banda sonora que equilibra los sonidos modernos con los de corte árabe (obra de Stuart Chatwick), y un doblaje al español más que notable (sobre todo en el caso de Ricardo Escobar, que captura muy bien la mezcla de niñatismo y nobleza de carácter del Príncipe), Las Arenas del Tiempo llega a bordear la perfección como juego… pero no la alcanza por los puntos flojos de su sistema de combate. Las primeras peleas se hacen repetitivas por la desproporcionada utilidad de la maniobra de saltar por encima de la cabeza de los enemigos y golpearles al caer, la cual les deja normalmente en el suelo y a tiro de la Daga; cuando aparecen los enemigos capaces de contrarrestar este movimiento, que son una versión fortalecida de adversarios que ya hemos encontrado, las luchas se vuelven un desesperado esfuerzo por cubrirnos ante todos sus ataques, evitar que nos arrinconen varios monstruos de arena a la vez, e intentar tumbar a los suficientes como para que podamos ensartar a uno de ellos con la daga sin que nos interrumpa un ataque por la espalda. Unido al hecho de que el poder de rebobinado de las Arenas no siempre nos devuelve a un punto desde el que podamos evitar la andanada de golpes que nos obligó a usarlo para salvar la vida, los enfrentamientos tienden a oscilar entre lo repetitivo, lo frustrante, y lo infumable; como ejemplo de esto último, esperad a llegar al “ascensor” que lleva a la sala que guarda el reloj de las Arenas del Tiempo, y preparaos para perder la mitad de vuestra cabellera (arrancada a tirones por vuestras propias manos) y buena parte de la integridad estructural de vuestra frente (por los cabezazos que pegaréis a la pared más cercana) y de vuestro ordenador, mientras repetís, una y otra vez, la interminable secuencia de lucha contra una constante sucesión de los enemigos más fuertes del juego.
La princesa está triste, ¿con qué disparará la princesa?
Al Príncipe no le cabía duda de que esta noche iba a mojar… si no moría antes.
Por otro lado, en buena parte de los combates tenemos el auxilio de la princesa Farah y su arco, que es mucho más útil de lo que pudiera parecer a priori. Aunque es más vulnerable al daño que el Príncipe, y en ocasiones puede impactarle por equivocación (algo que evitaremos con facilidad si no nos interponemos en su línea de disparo), con sus flechas puede aturdir a enemigos el tiempo suficiente como para, por lo menos, mandarles al suelo. La princesa también nos ayuda en varias etapas a superar los obstáculos que encontramos en nuestra búsqueda de las Arenas del Tiempo, colándose por grietas para abrirnos puertas y activando palancas a las que no podemos llegar. En resumen, que, sin llegar a ser una Lara Croft hindú, sí que es una heroína decidida, y que aporta su granito de arena a la búsqueda heroica que centra la trama.
Por todo ello, es difícil evitar cogerle cariño, del mismo modo que para el Príncipe es difícil evitar sentirse atraído por ella: el joven empieza cachondeándose de los temores de la chica ante los monstruos, pero poco a poco la va teniendo en cuenta como una valiosa aliada y llega a plantearse que puede llegar a convertirse en algo más. La historia de un chico tratando de deshacer su error con la ayuda de una chica que, en principio, tiene motivos sobrados para odiarle, va mutando así en una historia de amor que se desarrolla poco a poco, con naturalidad, y que por ello resulta más auténtica… y que sirve a la vez como guiño a la trama del Prince of Persia original.
Atención: SPOILERS como mezquitas de grandes sobre la trama.
La química entre ambos llega hasta el punto de que, cuando el Príncipe se despierta después de la onírica escena de amor que tiene con Farah, y descubre que esta se ha marchado con la Daga, es difícil saber si su urgencia por alcanzarla obedece a su deseo de recuperar el arma mágica o a su temor por la vida de la joven… aunque su reacción cuando por fin la encuentra no deja duda al respecto, como tampoco la deja el final del juego.
Fin de los SPOILERS.
De las secuelas que conoció este título (y que invalidaron la idea original de Mechner, que veía el juego como una precuela del Prince of Persia original), así como del juego extra que ha salido recientemente para aprovechar el tirón de su adaptación al cine, ya hablaremos en otro momento; baste decir por ahora que Prince of Persia – Las Arenas del Tiempo es un clasicazo de la acción con plataformas, y que es relativamente fácil de encontrar a buen precio al haber sido incluido hace tiempo dentro de Codegame, el sello de juegos de ocasión de Ubisoft. Tan sólo debéis tener cuidado con lo endemoniadamente frustrantes que pueden llegar a ser algunos de los combates.
¿Volverán los tiempos dorados de actualizaciones semanales algún día? ¿Volveré a tener suficiente espíritu para hacerlos?
5 comentarios:
Felicidades por los 3 años figura, que sean muchos más ^^
Para mi el más grande sigue siendo el Prince of Persia de SNES.
En el ascensor me quedé. Algún día volverá a intentarlo. Algún día...
Roy: Gracias, gracias. Y yo con el Prince of Persia de SNES tengo una curiosa historia que espero contar algún día por aquí.
cszmorpheus: ya sabía yo que esa parte era una asesina de paciencias. Persevera, compañero, persevera, que después viene una de las mejores escenas de todo el juego (narrativamente hablando, al menos), y ninguno de los combates que te queda por afrontar es tan terrible como esa etapa maldita.
Muy buena nota, la verdad mucha info que no sabia, el prince fue uno de los primeros juegos que jugue en mi vida, cuando todavia tenia windows 3.11, grandes recuerdos !
A mí siempre me han gustado los juegos de "Prince of Persia", desde el primer juego que salió, pero para mí la película del 2010 fue una completa decepción...Me pareció que la trama era narrada de una forma sosa y desmotivada, y eso que el director era Mike Newell, que hizo un trabajo relativamente decente con la cuarta parte de la saga de Harry Potter...En fin, otra decepción más para este 2010...
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