Disculpad que hoy me salte un poco la alternancia, pero es que el juego que tenía pensado glosar hoy me está durando más de lo que había pensado (aunque no por mucho; sospecho que estoy muy cerca de su final). En su lugar, permitidme que os acerque al último remake regurgitado por Hollywood: el de una saga de la que hablaba hace no tanto, al hilo del segundo juego de Los mitos de Chzo. Coged un machete y calzáos una máscara de hockey, que nos metemos en los dominios del tío Jason.
Campamento Crystal Lake: unas vacatas para morirse
¡Sielos, un mirón pervertido que espía a las muchachas mientras se bañan!
Sabedores de que la saga original comenzaba con la madre de Jason, y de que los espectadores quieren verle a él y no a su vieja, los responsables del engendro filme resumen el equivalente al primer filme de la saga en los minutos del prólogo: en 1980, la última y desesperada superviviente de la venganza descontrolada de Pamela Voorhes logra huir de ella el tiempo suficiente como para darle muerte, decapitándola de un machetazo. El cadáver sin cabeza es encontrado poco tiempo después por el pequeño Jason, al que todos (madre incluida) suponían más ahogado que el pasaje del Titanic; en la cabeza del niño resuena la voz de su madre, exigiéndole que la vengue...
Saltamos a la actualidad, donde un grupo de adolescentes más desarrollados de lo común y con las hormonas echando humo van de acampada por esa misma zona, ignorando las leyendas que hablan de Crystal Lake como un lugar maldito. Claro que en la elección del lugar para acampar ha influido mucho que el friki de la pandilla, Wade (Jonathan Sadowski), y otro de los chicos estén buscando una plantación de marihuana que, se dice, está perdida en esos bosques, y cuya venta podría hacerles a los dos muy ricos. Cuando cae la noche, y tras recordar la leyenda de Jason al amor de la lumbre, las parejitas se van cada una por su lado mientras Wade tiene la delicadeza de dejarles solos e irse a, um, "desbeber" lo bebido. Nadie culparía a los espectadores por pensar que a partir de ahí van a ver una repetición bastante fiel de Viernes 13, 2ª parte; y así es, pero lo que la peli original estiraba a lo largo de hora y media, este filme lo despacha en algo así como un cuarto de hora. El título de la película aparece por fin mientras el patio de butacas se recupera de la sorpresa de ver lo expeditivo que es Jason (que todavía viste la tela de saco que llevaba en la segunda parte, pero de una manera bastante más digna que en la versión original).
Saltamos a un mes después de la matanza que acabamos de ver, cuando otra pandilla de adolescentes liderada por el niño rico y capullo integral Trent (Travis van Winkle, un nombre ideal para quedarse dormido cien años) se dirige a la casita junto al lago (huelga decir cuál es el lago) de su "popó" a pasar el fin de semana bebiendo, drogándose, follando y evitando cualquier actividad productiva o imaginativa. La pandilla incluye los sospechosos habituales de estas películas: el amiguete aún más irresponsable que el protagonista (Ryan Hansen), las rubias guarrillas y con poco cerebro (Willa Ford y Julianna Guill, totalmente intercambiables por lo que a esta película se refiere), y la nota de color étnico políticamente correcto que encarnan el chico negro (Arlen Scarpeta) y el chico asiático (Aaron Yoo) de la pandilla. Ah, y no se nos olvide Jenna (Danielle Panabaker), la chica sensible que, por motivos que a cualquiera con dos dedos de frente se le escapan, es novia de Trent.
Tommy Hilfiger presenta su catálogo de víctimas para la primavera de 2009.
Durante una parada para echar gasolina, Trent tiene un cuasi-encontronazo con Clay Miller (Jared Paladecki, el Sam Winchester de Sobrenatural), que está empapelando el área con carteles de su hermana Whitney, desaparecida hace precisamente un mes. Cuando vemos la foto de Whitney Miller (Amanda Righetti, actualmente integranter del elenco principal de El Mentalista), no tardamos en reconocerla como la última integrante del primer grupo al que atacó Jason. La dulce, dulce Jenna logra parar el conflicto en el último momento, y Clay se larga en su moto (es un buscador de misterios solitario, POR SUPUESTO que va en moto) mientras el grupo prosigue su marcha hacia la cabaña.
Los azares del destino acabarán llevando a Clay, tras breves y tensos encuentros con un policía local y algunos lugareños, a llamar a la puerta de Trent, y Jenna no tardará en irse con él, en teoría para disculparse por la pésima educación de Trent (en la práctica, es muy posible que la chica se haya dado cuenta por fin de que está saliendo con un perfecto imbécil). Y Jason tampoco tardará en cambiar su máscara de tela de saco por su icónico protector de hockey, para a continuación aplicarse en la tarea de apiolar a la pandilla de Trent y Jenna miembro a miembro. De modo que, a medida que el grupito de amigos se vaya viendo cada vez más reducido, Clay se convertirá en una opción más razonable de supervivencia ante la furia asesina de Jason... ¿Pero serán las habilidades de Clay suficientes para derrotar al terror de Crystal Lake antes de que se les funda a todos?
Pero qué víctimas más tontas tengo
Técnicamente, sólo soy un repartidor de Premios Darwin.
Ahora voy a decir algo que, sin duda alguna, os va a hacer dudar de mi cordura y mi buen gusto, de modo que os ruego que sigáis leyendo para ver cómo explico mi afirmación.
Allá va: el remake de Viernes 13 es un gran película.
No, dejad de mirarme con esos ojos como platos. No estoy desvariando; ya sé que nunca he sido el tipo más normal de mi barrio, pero no se me ha caído el buen gusto mientras iba al baño a ducharme, ni tampoco he perdido un par de tornillos. Lo diré aquí y ante un tribunal, una y mil veces: el remake de Viernes 13 es un gran película.
Claro que me estoy dejando la otra mitad de la frase: este remake, digo por tercera vez, es un gran película... siempre y cuando uno tenga muy presente qué es lo que va a ver. Si uno cree que va a ver una película de terror y a sufrir por el horrible destino de los protagonistas, no es que se vaya a llevar una terrible decepción: es que saldrá del cine acordándose de los muertos del director, Marcus Nispel (que ya se ocupó del remake de La matanza de Texas), y de los guionistas, Damian Shannon y Mark Swift. Pero es que si alguien va al cine esperando que Viernes 13 sea una película de terror, tiene toda mi conmiseración por ser tan jodidamente ingenuo y apollardao.
Pero si uno sabe que los más de cinco euros que deja en la taquilla (palomitas y Coca-Cola opcionales) son el pago por ver al tito Jason descuartizar a un grupo de adolescentes imbéciles que llevan sobre sus cabezas carteles imaginarios que rezan Hola-soy-tonto-crújeme, Viernes 13 es una gran película, porque cumple a la perfección con esta promesa. Jason es brutalmente eficaz en sus acciones, sin recrearse en innecesarias florituras para acabar con los mermados hiperhormonados a los que caza... salvo excepciones que pasaremos a comentar en un instante.
Es verdad que el segundo prólogo del filme, en el que los guionistas nos dan una verdadera sorpresa (y, en reconocimiento a su trabajo, no es la única que nos dan) al aniquilar a los que parecía que iban a ser nuestros acompañantes/víctimas para el resto del metraje al estilo Death Proof, los asesinatos resultan bastante más difíciles de tragar, porque este grupillo de personajes resulta simpático a los ojos del espectador; tal vez porque, a diferencia que sus sucesores en la lista de cadáveres provocados por Jason, no tienen suficiente tiempo para demostrar la clase de idiocia que les arrebataría el favor del público. También influye que una de las víctimas, femenina para más inri, sufra el final más horroroso de toda la película, en una muestra de crueldad refinada bastante impropia de nuestro villano.
Pero tras esta inesperada muestra de genio (y de disonancia con el tono del resto de la película, gracias al bestial asesinato mencionado), Viernes 13 vuelve a encarrilarse en la fórmula, para regocijo de la desvergonzada audiencia, apiolando a un elenco de perfectos cretinos de maneras contundentes y, por qué no decirlo, hasta graciosas.
¿Dean? Necesito que tú y papá vengáis echando leches a Crystal Lake.
Pero el precio de la entrada no incluye sólo matanza creativa: también incluye a Jared Paladecki canalizando a su personaje de Sobrenatural para ser el único capaz de plantar cara a Jason con garantías de éxito, una segunda vuelta inesperada del guión, una muerte adecuadamente bestia para Jason, y una resurrección carente de sentido en un final sorpresa carente de sentido, pero sin el cual la película estaría como desnuda.
Claro que, teniendo en cuenta que el bueno es Jared Paladecki, en caso de que no haya secuela es facilísimo imaginar como acaba ese susto final: Clay se sobrepondrá inmediatamente al susto, volverá a canalizar el poderío de Sam Winchester, y le dará a Jason Voorhes tal toba de hostias que el pobre no sólo volverá de cabeza al fondo del lago, sino que se quedará ahí el suficiente tiempo para asegurarse de que lo primero que ve al salir no es la bota de Clay/Sam. Digamos que unos tres o cuatro años serán más que suficientes.
Lo dicho en los párrafos anteriores se resume en este: Viernes 13 es un gran película siempre y cuando el espectador sepa que va a ver una monumental chorrada en la que personajes demasiado estúpidos para vivir reciben una dosis letal de karma a manos de un asesino indestructible, y este a su vez recibe la suya a manos del trasunto de un cazamonstruos televisivo. Es posible (por no decir seguro) que no sea buen cine ni de casualidad, pero es ideal para disfrutarla con una pandilla de amigos, palomitas a granel y un nivel etílico moderado.
Y ya que estamos, encuentro gratamente sorprendente que el personaje negro sea el único de la pandilla de Trent que logra plantar cara con cierta eficacia a Jason. De poco le sirve al final, pero por lo menos demuestra tener mucha más valía que los descendientes de los que esclavizaron a sus antepasados. Me quito el sombrero ante ti, hermano.
8 comentarios:
Peli floooooojaaaaaa donde las haya.
Un saludete
A Crystal Lake mandaba yo a unos cuantos que sé...
Aunque alomojó, el que acababa escapando era Mr. Vorhees. Mira, como las ciruelas.
Jajjaa Pequeño no sé si me has convencido de que vea la peli. Pero una cosa es segura: Crystal Lake ya no le mete canguelis ni a Candy Candy. EL "remake" hubiera dado mucho más juego en las tétricas oficinas y con los estúpidos ejecutivos de unas cuentas empresas, cajas, bancos y constructoras. ¡Saludos!
Pablo enhorabuena por este blog. Tiene mérito lo que estás haciendo con esta web y que lo compagines tan bien con los preparativos de vuestro paso en Semana Santa. También imagino que estarás a tope con el Carnaval una fiesta que nunca entenderé porque te gusta tanto. Un afectuoso saludo para ti y para todos los que visitan esta fantástica web sobre muerte y destrucción
¡Te has aprendido el nombre de los DOS guionistas!
Te quiero, tío :D
No sería creíble ni enmarcado en el fin de los tiempos. Un saludo
A mí me pareció bastante aburrida. De hecho nime acuerdo del final. La ultima escena de la que tengo recuerdo es de la candida prota que te gusta muerta. ¿Que pasaba despues?
Para mi un coñazo tio.
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