sábado, 12 de julio de 2008

La carrera de la muerte del año 2000, o el tuning en tiempos de totalitarismo

Inmerso en plena polémica por un informe sobre barrios en situación de exclusión social, y fastidiándome por no poder ocuparme de la crítica de una aventura gráfica, encuentro todavía tiempo para comentar una vieja película de la New World Pictures de Roger Corman basada en un relato corto de Ib Melchior, precursora de Mad Max, aclamada como película de culto... y que a mí me dejó bastante frío, aunque es posible que por motivos ajenos a su calidad.

Receta para el desastre: colilla mal apagada + asiento de escái.

La continuación del circo romano por otros medios

Estamos en el futuro, o lo que allá por 1975 era el futuro y hoy día es hace casi una década; o lo que es lo mismo, el año 2000. En nuestra línea temporal, el hijo tonto de un ex presidente facha llegó al poder tras un pucherazo en el que colaboró su hermano; en la del filme que nos ocupa, el gobierno totalitario del Partido Bipartisano lleva dominando los Estados Unidos desde hace más de dos décadas. Y en el momento que comienza la película, vemos los prolegómenos al método de aborregamiento favorito de este gobierno: la Carrera Transcontinental.

Siguiendo la máxima de "pan y circo" y adaptándola a los tiempos modernos, esta prueba deportiva es una mezcla entre un rally y un episodio típico de Smackdown, con coloridos competidores y rabiosas rivalidades. Claro que, con un estado opresor y orwelliano, un evento de este tipo necesita salsa añadida para mantener a la masa apartada de preocupaciones por su libertad y sus derechos. Y el condimento lo pone un sistema de puntuación que contabiliza no sólo la posición en las etapas de la carrera, sino los atropellos de peatones, siendo especialmente interesantes en este contexto los menores de 12 años y los mayores de 70.

Y ya que hablamos de coloridos competidores, veamos un momento a los cinco que se enfrentan este año por la victoria. El más importante de todos es Frankenstein (David Carradine, el Hombre Antes Conocido Como Caine y Ahora Conocido Como Bill), un siniestro conductor que viste un traje de goma negro con máscara. Favorito de los fans y amigo personal del propio Presidente (Sandy McCallum), Frankenstein es el único hombre que ha ganado dos veces la Transcontinental. Pero como en el caso de muchos deportistas de élite, alcanzar los laureles del éxito le ha costado un alto precio a su cuerpo, lleno de repuestos de plástico y metal (cortesía de un equipo de doctores suizos, al menos según la versión oficial) para compensar las horribles lesiones sufridas a lo largo de su carrera al frente de su Monstruo, un coche modificado para parecer un gran reptil.

Junto a Frankie, este año corren otros cuatro gladiadores sobre ruedas. "Metralleta" Joe Viterbo (¡¡¡SYLVESTER STALLONE!!!) es un conductor de aspecto (y comportamiento) gangsteril, que conduce un coche con dos metralletas Thompson y una afilada bayoneta en el morro, y con una estereotípica "chica de gángster" como copiloto. Nero (Martin Kove, unos cuantos años de joderle la vida a Daniel Larusso en Karate Kid) es una especie de centurión de mercadillo, que conduce un coche con morro en forma de boca de león y es asistido por Cleopatra, otra chica-florero. Calamity Jane (Mary Woronov) es un vaquera de armas tomar, con un vehículo que asemeja a un toro gracias a los dos afilados cuernos que rematan su parte delantera y un copiloto que parece ser una especie de Billy el Niño. Y por último, Matilda (Roberta Collins) es una guapa chica nazi (sus fans agitan banderas de la Alemania nazi para aclamar su llegada, un signo más de lo idiotizada e inculta que es la población en este futuro) que conduce un coche transformado para parecer un bombardero de la Segunda Guerra Mundial con la inestimable ayuda de un clon de Rick Moranis (Fred Grandy, más famoso por Vacaciones en el mar y por su carrera política).

La posición de Frankenstein como gran favorito le convierte de modo automático en el enemigo a batir para la mayoría de sus adversarios, pero sobre todo para Viterbo, que sufre una inflamación testicular terminal de tanto tiempo a la sombra de Frankie, y está obsesionado con batirle este año; de hecho, uno de los gags más simpáticos de la película tiene que ver con las ocasiones en que Joe se encuentra con alguien que le confunde con Frankenstein, ante lo cual el gángster siempre reacciona persiguiendo y atropellando al pobre desgraciado. La rivalidad entre ambos sólo es comparable a la que enfrenta a Jane y Matilda en una versión sobre cuatro ruedas de una típica pelea de jennys.

Pero Frankenstein tiene en el horizonte problemas aún más serios que las ambiciones de Viterbo. Como en todo buen estado totalitario de ficción, hay un grupo de luchadores por la libertad, dirigidos por la anciana Thomasina Paine (Harriet Medin), que tratan de acabar con la tiranía del Presidente y poner fin a la carnicería sobre ruedas. Para ello, no sólo tienen preparados varios actos de sabotaje contra los corredores (el primero de los cuales se cobra, para sorpresa de casi nadie, las vidas de Nero y Cleopatra), sino que han ideado un plan para secuestrar a Frank y utilizarle para obligar al Presidente a poner fin a la Transcontinental. Y no van mal encaminados para lograrlo, puesto que la propia sobrina de Thomasina (Simone Griffeth) ha logrado obtener el puesto de copiloto de Frankenstein, y con ello una oportunidad inmejorable para guiarle hacia su desastre.

Claro que antes de que eso ocurra, tiene que seguirle el juego a Frankenstein mientras este disputa con los demás corredores y atropella a peatones (no tan) inocentes para acumular puntos. Y en una situación tan volátil como una carrera a muerte con saboteadores de por medio (y un italoamericano loco salivando por tu corona de campeón), es fácil que las cosas se tuerzan de maneras insospechadas. Y eso sin tener todavía en cuenta que Frankenstein guarda sus propios secretos sobre la razón por la que compite...

Adelantándose en dos décadas a La Jungla 4.0.

No sos vos, soy yo... o eso creo

En un principio, La carrera de la muerte del año 2000 tiene todos los ingredientes para divertir a cualquiera: una premisa interesante, acción sobre ruedas trepidante y bien rodada (aunque a veces se note que usan la cámara rápida  para simular que los vehículos van a mayor velocidad de la que llevaban al grabarse las imágenes), personajes estrambóticos y con carisma, humor negro como los cojones de un grillo (con momentos tan destacables como el que ilustra cómo afronta un centro de ancianos que la carrera pase por delante de ellos), giros de guión sorprendentes, y una más que clara inspiración en los Autos Locos. ¿Por qué me dejó frío al verla?

Creo que en ello influyen dos cosas. Por un lado, que la vi a mediados de semana, tras un duro día de trabajo, y con la mente algo insensibilizada. Por otro, que después de todo el cine de acción que me he tragado, sus logros en acción rodada me afectan bastante menos. Y en tercer lugar, que el doblaje y la traducción arruinan en parte el conjunto.

No es que yo sea uno de esos talibanes que afirma que el doblaje es un invento de Satanás que destruye cualquier película (mi amigo Rubén y yo tenemos en un altar Ramón Langa y Eduardo Jenner), pero en el caso de esta película, hecha en los 70, la versión doblada no salió aquí hasta los 80 (dad las gracias al Tío Patxi por ello). De ese modo, el sonido de las voces dobladas encaja de pena con el sonido del resto del metraje.

Y por lo que se refiere a la traducción, sospecho que tiene la culpa de que bastantes líneas de diálogo del filme suenen estúpidas y sin fuerza. De hecho, un giro de guión importante no lo entendí hasta que leí la explicación, en el artículo de Wikipedia sobre la película. Y tampoco me enteré muy bien la posición que tiene el diácono-miembro del jurado que presenta la carrera al principio dentro del partido único.

Tampoco ayuda a la impresión final  que el director, Paul Bartel (viejo conocido de la factoría Corman, y que tiene un cameo como el doctor que anuncia la salida de quirófano de Frankenstein), decidiera sazonar los brutales y divertidos atropellos con efectos sonoros de chufa. Sí, señor Bartel, ya sabemos que el filme es una carta de amor a Pierre Nodoyuna y Penélope Glamour: ¡no hace falta que nos lo restriegue por el morro hasta lijarnos la cara!

Pero hay una parte de la película que sí funciona conmigo como pretendía su creador: los presentadores televisivos de la Transcontinental. La carrera está jalonada por los comentarios de tres reporteros: el periodista deportivo Junior Bruce (el afamado discjockey radiofónico Don Steele), la "periodista" de sociedad Grace Pander (Joyce Jameson) y un editorialista viejuno que creo que se llama Harold (Carle Bensen). Los tres son una brutal sátira de sus respectivas figuras, tres caras del peor "periodismo de entretenimiento": Junior Bruce habla de los campeones con exagerada y falsa jovialidad, Grace presenta a todos sus entrevistados como "un buen amigo mío", y Harold divaga en plan senil sobre cualquier tema que le presenten. El trío logra la difícil proeza de provocar en mí, al mismo tiempo, la sonrisa y la irritación, a la par que el deseo de que Ángel Martín les pillase por banda.

Con La carrera de la muerte del año 2000, me siento como una de esas chicas que tiene un novio guapo, culto, cariñoso y fiel... y sin embargo no puede sentir pasión por él. De modo que tengo que resumir mi veredicto cogiendo prestado el título de una película argentina para decirle a esta cinta: "no sos vos, soy yo". O por lo menos, sospecho que soy yo. No llego a recomendarla, pero los que tengan curiosidad por los antepasados del género postapocalíptico pueden sacarle más provecho que yo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Aún no me has dicho lo de La niebla!!

Unknown dijo...

Es que "La carrera..." hay que verla con amigos y cervezas de por medio. Si no, no se disfruta lo deliciosamente inepta que es, en todos los sentidos.

Entiendo lo del doblaje. La edicion en DVD que sacó (corrijame si me equivoco) Manga Films está doblada de nuevo, con algunos de los momentos mas absurdos que provocaba el original corregidos, pero en alguna parte pierde la gracia. Tengo la suerte, en cambio, de tener también una copia en VHS con el doblaje del ochentaytantos.

Grace Pander, por otra parte, me recuerda tanto a Alaska...

PePe dijo...

Pau: hace poco han sacado un volumen titulado "La niebla" que incluye el relato en que se basó la película y otros dos: "El mono" y "El atajo de la señora Todd". Si me acuerdo de cómo se llamaba el otro ya lo pongo en algún post o comentario.

Baturroid: ¡Bienvenido! Espero verle más por aquí, caballero.

Verla con amigos y cervezas posiblemente sea mejor. Lo que pasa es que yo suelo ser un poco reacio porque tengo cierto miedo a que vengan con ganas de cachondearse de lo que le pongan delante, sea lo que sea, y me puedan estropear el visionado de alguna película buena; paranoico que es uno.

Yo no acabo de ver "La carrera..." como deliciosamente inepta. Sí, se nota que está hecha con bajo presupuesto, pero en general afronta sus carencias con ingenio, aunque no me apasione. Deliciosamente inepta sería, para mí, "Contraespionaje en la selva", la primera película que comenté en el blog; bueno, tal vez sería más que "deliciosamente inepta", pero creo que se me entiende :P

¿Grace Pander se parece Alaska? No es que Olvido Gara me caiga muy bien, pero Grace Pander resulta mucho más tirriosa e irritante. Si ella y Junior Bruce presentaran "Aquí Hay Tomate", lograrían que hasta yo echara de menos a Jorge Javier Vázquez y Carmen Alcayde; y con lo que odio a Mermelada y la Escotes, eso es decir mucho.

Anónimo dijo...

Yo acabo de ver 'Muertos y enterrados', grande Englund, jaja. ¡Cuánto deberían de aprender muchos pseudoflims cutres de hoy en día de esos grandes clásicos! Al menos si los copian-plagian que lo hagan mejorándolos.

PePe dijo...

A mi "Muertos y enterrados" me la medio arruinaron, porque me enteré antes de tiempo de su terrorífica sorpresa final. A pesar de ello, me gustó bastante, y tarde o temprano hablaré de ella por aquí. Y sí, los productores de cine de terror podrían aprender unas cuantas lecciones de ella. La primera: no hacer una peli de terror para la calificación PG-13, porque eso no es terror ni es nada.

Anónimo dijo...

jajaja. Tienes razón. Una putada que te destrozaran la película porque el final final es, cuanto menos algo sorprendente. Y más teniendo en cuenta lo que se hace hoy en día...

Anónimo dijo...

Que era yo, PAU!!