Quentin Tarantino y Robert Rodríguez han dejado claro a lo largo de su carrera que son de los nuestros. Y cuando digo "de los nuestros", lo que quiero decir es "frikis". No puede ser de otra manera cuando uno llega al cine después de haber sido dependiente de un videoclub de barrio repleto de pelis de terror y tiros, y el otro lo hace de la mano de una película hecha en su mayor parte con cuatro perras y con obvia inspiración en el cine de Sergio Leone. Y como los dos son frikis, de la misma generación (cinematográfica y cronológica) y con gustos similares, era inevitable que hicieran amistad y colaboraran. Y hoy, en medio de mi agitada semana laboral, que ha pasado de 5 a 7 días a petición de mi jefe (que no teman los lectores: me tomaré el descanso semanal en otro momento), es hora de hablar de la última de dichas colaboraciones. O quizás debería decir de la mitad de ella.
Vuelven los 70, y no nos referimos a la moda
El último proyecto de Tarantino y Rodríguez es Grindhouse, un sentido homenaje estético, temático y bañado en sangre a las películas que se proyectaban en los cines especializados en serie B, popularmente conocidos como "grindhouses" (mataderos). La idea era, originalmente, emitir en los cines un programa doble con dos películas de una hora hechas al estilo de los 70, a lo cual (parece ser que por idea de Tarantino) se añadirían trailers falsos de películas del mismo estilo. Rodríguez hizo Planet Terror, la película que pasaré a comentar en unas líneas, mientras que Tarantino rodó Death Proof, que es otra que caerá por aquí apenas se estrene.
Cuando el curioso y atrayente engendro se proyectó en los cines, los resultados fueron dispares: a gran parte de la crítica le encantó la gracieta, pero el público no respondió en suficiente medida. Los hermanos Weinstein, que al parecer casi les cancelan el proyecto por pasarse del presupuesto, decidieron entonces lanzar en el resto del mundo las películas por separado, con el metraje ampliado al de una película normal. Los fans nos cabreamos un huevo, por eso de no poder ver "Grindhouse" como la habían ideado sus perpetradores (sin contar que tendríamos que pagar una entrada por cada película, en lugar de una sola por el paquete completo), pero los propios directores salieron a defender el lado bueno de esta táctica: nos permitiría ver los filmes con metraje que habían tenido que cortar para emitirlos en programa doble.
Al final, nos guste o no, esta es la manera en que tendremos que ver "Grindhouse", al menos hasta que saquen la edición en DVD con la posibilidad de ver los filmes en el formato original. Que supongo que es lo que harán. Es decir, más les vale.
Puestos ya en antecedentes, es hora de meternos en harina con Planet Terror.
Esa mordedura tiene muy mal aspecto, amigo
Tras un delirante trailer falso (que comentaré luego a modo de apéndice), la película da comienzo con un sensual bailecito de Rose McGowan sobre el escenario de un club de striptease, a ritmo de un siniestro y movido rock setentero, sobre el que veremos los créditos iniciales. Rose es Cherry Darling, una gogó que en otros tiempos tuvo aspiraciones de ser primero médico y luego cómica, pero que ha acabado meneando el culo en un tugurio de Texas. Tal perspectiva de vida no le hace ninguna gracia, por lo que siempre suelta unas silenciosas lágrimas al final de cada actuación. La noche en que comienza la película, Cherry se ha hartado de su trabajo: tras una discusión con su jefe sobre su manía de llorar sobre el escenario, decide coger el finiquito y largarse. Una buena decisión, y una mala noche para tomarla, pero eso todavía no lo sabe.
Mientras camina por la carretera (¿de vuelta a casa? ¿esperando hacer autoestop?), Cherry está a punto de ser atropellada por un convoy de camiones militares y Hummers. En ellos viajan los responsables de nuestro desastre biológico de esta noche: el teniente Muldoon (Bruce Willis, el hombre que todos queremos ser de mayores, o casi), su pelotón de soldados y un científico con pinta de gángster hispano llamado Abby (Naveen Andrews). A la vista de las máscaras respiratorias que todos ellos llevan puestas, excepto el científico, está claro que no es un grupo muy normal, ni siquiera para los estándares de los paramilitares envueltos en negocios sucios.
Y ya que estamos, Abby tampoco es muy normal: colecciona los testículos de los que cometen el error de fallarle o de enfrentarse a él, y lo primero que hace al llegar a la base militar abandonada en la que tiene su negocio es añadir una nueva pieza a su colección, por cortesía de un subordinado al que se le acaban de escapar tres "espécimenes". Abby y su grupo de secuaces, varios de los cuales son de obvio origen árabe, han estado experimentando en dichos espécimenes con un misterioso gas llamado DC-2, Proyecto Terror para los amigos. Por desgracia para ellos, el teniente ha decidido darle pasaporte a la gallina de los huevos de oro y quedarse con todo el DC-2. Abby logra escapar reventando una de las bombonas, y aprovechando el confuso y desigual enfrentamiento entre los soldados y sus hombres para robar un Hummer. El teniente y sus hombres, mientras tanto, se bañan en el gas sin que les pase nada...
Las consecuencias de lo que acabamos de ver no tardarán en hacerse sentir en las vidas de los habitantes de la zona. Para empezar, nuestra protagonista, tras encontrarse en un mugriento restaurante de carretera con su ex novio, El Wray (Freddy Rodríguez), accede a que este le lleve en su grúa; por el camino sufren un accidente, y Cherry es brutalmente atacada y mutilada por un trío de hombres con uniforme y pinta de estar más hechos polvo que la Duquesa de Alba, pero Wray la salva haciendo uso de un fusil de caza con mirilla nocturna que no parece estar al alcance de su sueldo de gruísta. Por otro lado, también tenemos a los Block, una pareja formada por el siniestro doctor Block (Josh Brolin) y su infiel mujer Dakota (Marley Shelton), que están a punto de tener la peor crisis de su maltrecha unión en el mismo momento en que el hospital en el que trabajan se ve invadido por pacientes afectados por un purulento brote infeccioso. Tampoco hay que olvidar a J.T. Hague(Jeff Fahey), el dueño del restaurante-barbacoa en que se reencontraron Cherry y El Wray, que pese a sus rencillas con su hermano sheriff (Michael Biehn) por un "quítame allá esta receta secreta de salsa barbacoa", no duda en llamarle cuando a su puerta llaman un par de tipos de dudoso (y purulento) aspecto; ni al sheriff Earl McGraw (Michael Parks), padre de Dakota Block, quien se lleva un susto de muerte cuando su mujer, enferma terminal de cáncer, decide levantarse de la silla gracias al DC-2; ni al hijo de los Block, Tony, que ha sido dejado al cuidado de dos gemelas con un caso grave de histerismo (Electra y Elise Avellán). Y luego está la ojeriza que el sheriff Hague le tiene a Wray, que le lleva a arrestarle apenas deja a Cherry en el hospital para preguntarle qué hace corriendo por el bosque con un rifle de alta tecnología...
En cualquier caso, a medida que los infectados van entrando en fase violenta y cargándose a todo el que se cruza, las vidas de todos estos personajes van cruzándose y uniéndose en una desesperada, y a veces hilarante (o las dos cosas al tiempo), lucha por la supervivencia, que les llevará primero al restaurante de J. T. Hague y luego a la base militar, que ahora hace las veces de campamento de Muldoon y sus hombres... y que servirá a Cherry para afrontar su discapacidad de la singular manera que se puede ver en el póster de la película...
Cómo hacer de la muerte un chiste, y encima gracioso
Lo primero que llama la atención de Planet Terror es lo cuidada que está la presentación en todos los aspectos. Desde la cantidad de rayones que muestra la imagen durante toda la proyección, que refuerzan la sensación de estar en un cine de barrio palomitero, hasta la música de sintetizador al estilo John Carpenter que sirve de banda sonora (y que, de hecho, reutiliza un fragmento que Carpenter usó para 1997: Rescate en Nueva York, citándolo luego en los créditos), todos los elementos nos transportan a la maravillosa y demente época dorada del "grindhouse". También lo hace la propia historia, que bien podría haber sido dirigida en los años 70 u 80 por George A. Romero y Carpenter trabajando juntos: después de todo, se trata de un grupo de personas que tiene que unirse para sobrevivir ante una plaga de zombies, enclaustrándose en un momento dado en un local cerrado para resistir el asedio, lo cual es como mezclar Zombi y Asalto a la comisaría del distrito 13.
Lo que no sé si hubiera pegado en los 70 es el nigérrimo (superlativo de negro) humor que empapa todo el guión. O tal vez sí, que en aquella época eran muy cafres. En cualquier caso, Planet Terror da motivos suficientes para echarse a reír a pesar de la sangre y las vísceras; o más bien, gracias a la sangre y las vísceras. Muchos de los momentos más hilarantes se producen gracias a la introducción de elementos cómicos en escenas, por lo demás, totalmente serias; por ejemplo, un interludio amoroso entre Cherry y Wray en el que, mientras se abrazan y magrean, la pata de palo de ella sobresale por un lado, o el ataque a la comisaría durante el cual un torpe ayudante del sheriff (Tom Savini), al que un infectado le ha arrancado el anular, se las ve y desea para recuperar su anillo (que acaba en el dedo medio) entre tanta masacre. De hecho, Rodríguez se atreve a convertir la muerte de un niño en una escena trágica y cómica, es decir, grotesca en su sentido más estricto; hay que ser muy cafre, y tener pelotas como sandías, para atreverse a algo así en estos tiempos. Pero claro, otra vez se me olvida hablamos de un homenaje a los años 70, los tiempos en los que a Spielberg no le temblaba el pulso por dejar que un niño entrase en el menú de su Tiburón.
Pero gran parte de la comicidad se sustenta en los propios personajes, que logran a la vez ser exagerados hasta la caricatura y entrañables. La lucha por superar la cojera de Cherry, la determinación de El Wray de protegerla y ayudarla a salir adelante, la rivalidad fraternal entre JT y su hermano sheriff, o el cariño con el que Earl McGraw cuida a su mujer enferma nos acercan a ellos lo suficiente como para que nos mantengamos preocupados por su destino durante toda la película. Por otra parte, sus percances más grotescos o sus habilidades más exageradas nos mantienen a suficiente distancia como para reírnos a gusto con sus tribulaciones.
También hay al menos un par de momentos en los que parece que la película se ríe a nuestras expensas. El primero es cuando el doctor Block atiende al primer infectado que llega al hospital mientras su compañero se cachondea de una serie de horribles heridas de guerra de aspecto bastante realista y que los espectadores nos vemos obligados a ver en toda su asquerosa gloria. El segundo, cuando se simula la pérdida de un rollo de película, con la pantalla quemándose y todo; cuando el filme se reanuda, nos encontramos con los suficientes cambios en la dinámica de personajes como para morirnos de frustración por saber qué diablos pasaba en el rollo perdido. Ambos gags son, a pesar de tener a los espectadores como centro de sus chanzas, tan sádicos como graciosos, y es difícil no reírse con ellos. Por cierto, el segundo fue idea de Tarantino tras ocurrirle algo parecido con una peli policiaca italiana de Oliver Reed.
Todos esos elementos, junto con el buen ritmo que mantiene la película, ayudan a convertirla en una experiencia casi tan divertida y memorable, a su manera, como Sin City.
Vale, tal vez he exagerado un poco. O bastante. Pero queda claro lo que quiero decir, ¿no?
6 comentarios:
Vaya, vaya, señor Perdedor, tras leer su entusiasta artículo creo que habrá que ver la última locura de los Zipi y Zape del frikismo...Por cierto, creo que he oído por ahí que ¡va a haber Kill Bill 3 y 4! ¡Ójala! ¿tratará sobre la venganza de la niñita que ve cómo la Mamba Negra mata a su mamá en la cocina! Veremos...
Saludos desde la isla.
Es muy posible; la propia Beatrix Kiddo admitía que la niña estaría en su derecho, de querer buscar venganza.
Pero más a corto plazo, Robert Rdríguez tiene planteada otra locura. ¿Cuál? Atentos a mi próximo post, señor Griecco y demás lectores (si los hay), que es el esperado apéndice a la crítica de Planet Terror.
Me perdí la de los zombis pero el sábado pasado cayó 'Death Proof'. ¡Qué buen rato!
A ver si la traen por los cines de Pocholandia, que de momento no está en cartel. Espero que no estén pensando en dejar la Pitiusa mayor sin su ración de coches destrozados y gente muerta, o a lo mejor tengo que tunear mi coche como el de Mike para "hacerles entrar en razón" :P
No veo ninguna peli de Romero en tus favoritas Pablo, jeje
Fallo mío, fallo mío. So cosas de hacer el perfil deprisa y corriendo. Un día tengo que ponerme a añadir pelis y libros favoritos de manera más exhaustiva.
Bueno, eso, y que tampoco he visto tanto de Romero (insertar cara de profunda vergüenza). De hecho, siempre me he perdido el principio de "Zombi" cuando la han echado por la tele.
En fin, nada que unas cuantas visitas al videoclub no puedan remediar.
PD: felicidades por tu premio ;)
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