Tras una dura semana que ha incluido la elaboración de un suplemento de 16 páginas que, encima, ha salido con errores delirantes (bien empleado me está por fiarme del maquetador de guardia, cagoenlahossstia) y uno de mis entrañables episodios depresivos, creo que ya va siendo hora de poner alguna crítica para que esto empiece a moverse. Más que nada porque tener esto un par de semanas con un post de presentación contando mi patética vida no va a atraer a muchos lectores, me temo. El problema es que no he podido ver entre mi entrada anterior y la actual ninguna película digna de ser reflejada aquí (a no ser que consideremos que ver Tres idiotas y una bruja en catalán, valenciano o como se diga sea un tema digno de este blog).
Por suerte, en mi vida he visto unas cuantas películas repetidas veces, y tengo suficiente buena memoria sobre ellas como para hacer una crítica más o menos aceptable de su contenido. Es una excusa barata, lo admito, pero juro, perjuro y conjuro que la que nos ocupa hoy, en concreto, se ha grabado a fuego en mi retina. Y en cuanto empiece a contarla, veréis por qué.
Pensándolo bien, ya sólo por el título os podéis empezar a figurar el por qué.
Ed Wood está sobrevalorado. O infravalorado, según se mire
Cuando hablamos del puto peor director de cine en la faz del Orbe cristiano-musulmano-judio-budisto-ateo, ¿en quién pensamos? ¡En Ed Wood, por supuesto! Este singular personaje, aficionado a vestirse con ropa de mujer y a dirigir películas con un presupuesto que a duras penas daría para llegar a fin de mes, logró la inmortalidad gracias a su cine de una manera bastante distinta a la que pretendía. Claro que era un poco difícil ganar el aplauso del público con guiones como el de Glen or Glenda o Plan 9 From Outer Space. Y no es que las haya visto (acierto que, si nadie lo remedia, acabaré subsanando con el tiempo): es que sólo leer las sinopsis me genera un caso grave de "¿PERO QUÉ COJONES ES ESTO?", o síndrome de "¿¡EEEEEEEHHH!?"
Pero (y este es un pero de los gordos) tal galardón a la figura de Ed Wood fue otorgado originalmente por los hermanos Michael y Harry Medved, sacrosantos guardianes de los valores judeocristianos en el entretenimiento para todas las edades. Vamos, como José Javier Esparza, pero a lo bestia. José Javier Esparza no reventaría el final de Million Dollar Baby por estar en contra de sus ideas (ultra)conservadoras; Medved sí lo hizo. Con esto quiero decir, en suma, que Medved es un absolutista moral, y por ende, un etnocéntrico. Por tanto, jamás echó un vistazo a filmografías tan exóticas como la hongkonesa.
Si lo hubiera hecho, a lo mejor hubiera encontrado a una buena pieza como Tomas Tang, alias bajo el que se esconde Wu Kuo Jen. Antiguo socio de Godfrey Ho (otra buena pieza, vive Dios) en la compañía Asso Asia, cuando esta quebró y cada uno fue por su lado fundó la Filmark (gracias a Pasadizo por recordarme el nombre de su productora), desde la cual se dedicó a hacer filmes de ninjas de bajo presupuesto y despiporrante argumento. Si alguna vez os habéis topado con una de esas películas en las que los ninjas visten de cualquier color excepto el único lógico en su profesión (pista: es el mismo que lleva Sam Fisher) y el guión es una sucesión continua de momentos que os hacen exclamar "¿¡EEEEEEEHHH!?", lo más posible es que él o su ex compadre figuren en la sillita de director.
Tal vez por el miedo a encasillarse cual Michael Landon (que va a ser que no), Tomasín hizo también incursiones en el género del terror. La primera de ellas fue Robovamp, un descojone en el que un Robocop de mercadillo de los gitanos (sin ánimo de ofender, las nobles gentes del pueblo romaní no han destacado hasta la fecha por sus técnicos de efectos especiales) hace frente a un traficante de droga, un hechicero taoísta aliado con él y los vampiros amaestrados a sus órdenes. Al mismo tiempo, una especie de agente antidroga tailandés (creo, porque el guión no es un prodigio de claridad que digamos) dirige a un grupo armado al corazón del Triángulo de Oro para destruir el campamento principal de un señor de la droga que puede ser (o no) el mismo con el que se pega nuestro Robovamp. Huelga decir que la peli es un continuo despiporre. Y además, debió de tener al menos el suficiente éxito como para recuperar lo invertido en ella, porque Tomasso decidió hacer una pseudosecuela, que es la que nos ocupa hoy: Hunter Destroy, o Contraespionaje en la selva para los españoles.
Joder, sí que fue difícil rodar "El último emperador"
La acción comienza, como es natural, en Hong Kong, donde un productor de cine (occidental), que está ahora mismo preparando un biopic sobre el emperador Pu Yi, se despide de la guionista del proyecto (occidental), que va a ir a una mansión apartada que el productor tiene en el campo para escribir el guión del filme sin verse desconcentrada por el ajetreo de la gran ciudad. Para que no se sienta sola, le acompaña una amiga (efectivamente, occidental), que viene a ser como Sophie Evans en feo (y si Sophie Evans visiona la peli algún día, sospecho que me pondrá una merecida denuncia por dañar su honor e imagen), y un guaperas rubio (¡no me digas que va ser occidental!), que hace las veces de guardaespaldas, y al que todavía tardaremos un rato en ubicar como el héroe de la película. El viaje no tiene incidentes dignos de mención, salvo un encuentro cerca de la mansión con un sacerdote taoísta bizco (¡JAJAJA-JOJOJO-JAJOTA!) que les intenta ofrecer, sin mucho éxito, su ayuda con cualquier problema de índole espiritual que puedan tener.
Aprovecho aquí para hacer un pequeño inciso y avisar a los lectores que, si no doy nombres, no es sólo porque no me acuerde de ellos: es que ni la propia película se molesta en darlos.
Llegadas las dos mujeres a la mansión e instaladas en ella, la guionista toma la resolución de asegurarse de que nadie va a molestarlas por la vía drástica: arrancando el cable del teléfono y entregándoselo a un mayordomo (¡por fin un oriental en un filme hongkonés! ¡McCAIN, DIGO, ALELUYA!) para que se deshaga de él. Sabiendo la clase de película en la que estamos, no es difícil apreciar la magnitud de la estupidez que acaba de cometer nuestra heroína. Por otra parte, cuando el mayordomo se monta en un coche para volver a la ciudad, el teléfono se pone a sonar, y le estrangula con el cable de conexión cuando lo intenta coger, así que tal vez no fue tan mala idea.
La inexplicada muerte del mayordomo hace pensar al productor que tal vez su principal competidor, el señor Roman, esté tratando de sabotear su película. El señor Roman (una especie de Cachuli en versión tailandesa setentera, que pertenece claramente al metraje de otra película rodada en dicha época) también está planeando un filme sobre el último emperador de China, y no es de aquellos a los que les tiemble el pulso a la hora de ordenar un asesinato si con ello saca algún beneficio. Pero nuestro productor tampoco se chupa el dedo, de modo que pasa al contraataque: el guaperas rubio se encargará de tener vigiladas a las chicas, por si intentan atentar contra ellas, y la detective Jackie (perteneciente a la misma película que el señor Roman, y que habla con su supuesto jefe a través de sospechosos ángulos de cámara) investigará en profundidad a Roman para ver si puede pillarle en uno de sus mamoneos mafiosos y entrullarle.
Por supuesto, el productor no sabe que la muerte del mayordomo fue por causas sobrenaturales. Y a eso hay que añadir una extraña pesadilla que tiene la guionista esa misma noche, en la que se ve acosada por un par de vampiros chinos que debieron de ser secundarios cómicos de alguna peli mala cuando estaban vivos, y otro bastante más peligroso que se hace la manicura en el mismo sitio que Freddy Kruger. Todo parece indicar que hay algo Muy Malo en la mansión, y que es obvio que Roman no tiene nada que ver en ello.
Al menos, así sería en una película medio normal. Pero esto es un filme de Tomas Tang, lo que implica que, efectivamente, el mafioso del señor Roman ha contratado (¿cómo? chi lo sa...) a un vampiro chino (el de las uñas largas) para que putee a la guionista y se la cargue. Por suerte, el guaperas rubio tampoco es un tipo ordinario: a través de místicos poderes, puede convertirse en ninja blanco (claro, porque es de los "buenos") o... en Robocop de Todo a Un Euro (y aquí tenemos la conexión con Robovamp). La cosa se complica más cuando la detective Jackie, que no se corta a la hora de apiolar a los secuaces de Roman como si estuviera en el Lejano Oeste (empezaron ellos, después de todo) traba amistad/romance con un inspector de la policía tailandesa (Sorapong Chatri, un actor al que el responsable de Ascor Movies ve un gran parecido con el ex jugador brasileño Romario; si él lo dice...) que también anda investigando los turbios manejos del señor Roman. A medida que el metraje de este disparate hecho celuloide avanza, descubriremos que el vampiro jefe tiene otros vampiros menores a sus órdenes, y que en vida fue el último eunuco de China; pese a ello, será capaz de embarazar a la guionista, que tras una gestación turbo dará a luz a un niño vampiro. Menos mal que el taoísta, que tiene controlados a los vampiros-secundarios cómicos como sus sirvientes, les echará una manita en el asunto.
¿Y el contraespionaje? ¿Y la selva? ¿Y la lógica?
Después de semejante sinopsis, creo que no hace falta decir mucho sobre la calidad de "Contraespionaje en la selva". Entre los actores occidentales indignos de un teatro amateur, la marciana manera de conectar el metraje nuevo con el de la película setentera, los espantosos efectos especiales y lo disparatado del guión en general, es difícil determinar qué es peor. Hay, Dios me perdone por atreverme a decirlo, alguna idea interesante aislada, como la identidad del vampiro jefe: ¿tal vez trabaja para el señor Roman porque le tiene tirria a Pu Yi, que muy probablemente fuera su señor en otro tiempo? Pero, por suerte, el resto es lo bastante descerebrado y carente de lógica como para impedir que nos tomemos el filme en serio en ningún momento. Esta es la clase de película que hay que ver con un grupo de amigotes, unas birras, y la adecuada disposición mental; qué demonios, ahora que lo pienso, ¿para cuando un drinking game de "Contraespionaje en la selva"?
Por cierto: lo del contraespionaje del título puede entenderse, siendo indulgente, que se refiere a las maniobras de la detective Jackie para llegar al fondo del imperio criminal de Roman; pero lo más parecido a una selva es el jardín donde el guaperas rubio se enfrenta a dos vampiros chinos y a una especie de zombi, mientras los coches pasan por detrás de un seto. Dicho sea para que conste en acta que el título español tiene la misma lógica que la película en general.
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