miércoles, 6 de junio de 2012

Algunos apuntes sobre Morrowind: el origen de la epidemia de los DLC y un breve vistazo al fabuloso mundo de los mods

Antes de pasar a la siguiente actualización propiamente dicha del bluaj, no quiero dejarme en el tintero algunas cuestiones extra relativas al Morrowind que tiene mucho que ver con la evolución posterior de The Elder Scrolls, e incluso del mercado mundial del videojuego. Sí, señoras, señores y hermafroditas, Bethesda empezó a marcar tendencia con el Morrowind… y no para bien, me temo.

La primera dosis es gratis, chaval

El resultado de eso fueron numerosos textos sobre sus primeros años en la isla, declarados apócrifos por su alto contenido erótico-festivo

Recién salido de prisión y sin blanca, San Jiub tuvo que ganarse la vida en Vvanderfell aprovechando su privilegiado físico para ejercer de gigoló de viejas y stripper en Balmora.

Aparte de lo que ya comenté en su día, uno de los aspectos más celebrados del Morrowind fue el editor incluido con el juego en su edición para PC, The Elder Scrolls Construction Set, que permitía a los usuarios cambiar cualquier aspecto del mismo a través de “plugins” más o menos elaborados. De hecho, la herramienta era prácticamente la misma que habían utilizado los muchachos de Bethesda para elaborar el mundo en el que se desarrollaba la acción del juego.

Pero como habría más de un escéptico acerca de las posibilidades al alcance de esta herramienta, Bethesda puso a disposición de los poseedores del juego una serie de plugins oficiales de manera totalmente gratuita, a saber:

  • una misioncilla para divertir a los parroquianos de The Eight Plates en Balmora de diversas maneras.
  • sonidos de ambiente mejorados para cuando paseamos por la Costa Amarga (Bitter Coast).
  • flechas de área de efecto, comprables en la flechería del barrio extranjero de Vivec.
  • el yelmo de adamántium de Tohan, un legendario artefacto cuya búsqueda comienza en Dagon Fel, el único asentamiento civilizado de la isla de Sheogorad.
  • el Índice Maestro de las cámaras de propylon, una cacería de pequeños artefactos mágicos que comienza en la casa del Gremio de Magos en Caldera, y mediante la cual podemos obtener un medio extra (y gratuito) de transporte rápido por Vvanderfell.
  • la armadura LeFemm, especialmente diseñada para personajes femeninos, y que según el modelo que elijamos puede convertirnos en una especie de cruce entre la Venus de Willendorf y una versión arcaica de Iron Man.
  • la rarísima (y valiosísima, huelga decir) armadura de adamántium, recién llegada a ciertos emplazamientos selectos de Vvanderfell.
  • una nueva misión especial para recuperar la fortaleza de Firemoth, situada en una especie de atolón al suroeste de Vvanderfell, de las garras de un malévolo lich y su ejército de esqueletos.

Si el nigromante nos cruje, Misión Imposible, digo, la Legión Imperial negará cualquier conocimiento de nuestras acciones

Sellus Gravius tiene una misión para nosotros, si la aceptamos: ir con una panda de colgaos a Firemoth y eliminar la presencia no-muerta del lugar.

Todo muy bien y muy impresionante, ¿verdad? Todo un detallazo por parte de los muchachos de Bethesda Softworks, ¿verdad? Pues no chifléis los matasuegras aún, que esta historia no acaba aquí…

Damos un salto temporal hasta abril de 2006. Bethesda acaba de sacar hace poco más de una semana The Elder Scrolls IV: Oblivion para PC y Xbox 360, y ahora desvela una oferta especial para los poseedores del juego: gastar 200 Puntos Microsoft (de los que se usan para transacciones en Xbox Live, según tengo entendido), o dos dólares en el caso de los usuarios de PC, para llevarse un fabuloso contenido descargable en forma de… bardas para caballos.

Dos dólares. Un euro y pico. Por bardas. O sea, armaduras para caballos.

Ante tan descarada tomadura de pelo, no tardaron en arreciar las críticas, pero más centradas en el hecho de que Bethesda ofreciera un contenido tan secundario por dinero que en el concepto de las microtransacciones en sí. La compañía supo tomar el pulso a su público, y los siguientes plugins de pago incluyeron hechizos diversos, casas para el PJ basadas en las diversas facciones del juego, y hasta una nueva dungeon que explorar en profundidad.

La Era de la Expansión había terminado. La Era del Orco, digo, del contenido descargable, o DLC, comenzaba.

Y, de repente, los plugins gratuitos que Bethesda puso a disposición para los poseedores del Morrowind cobraron un nuevo y siniestro sentido. No eran un mero obsequio de la desarrolladora a sus fieles fans, sino una trampa para tantear sus gustos y ver si estaban lo bastante abiertos a mini expansiones similares como para arriesgarse a pedirles dinero por ellas. O sea, la clásica primera dosis gratis que te ofrece el camello cuando intenta engancharte a su producto.

Así que los polvos de los plugins gratuitos para el Morrowind trajeron con el tiempo los lodos del DLC de pago que hoy en día prolifera por doquier, y que los desarrolladores y/o los editores de los juegos tienen a veces la desfachatez de incluir dentro del disco de juego, sólo que bloqueados hasta que pasemos por caja. Gracias, Bethesda. Muchas gracias.

De todas formas, el daño ya está hecho, así que si tenéis el Morrowind (y espero que mi crítica os animara a pillároslo), bajaos los plugins gratuitos en el enlace que os he indicado varios párrafos más arriba, y disfrutadlos. Sin ser imprescindibles, le añaden su salsilla al juego.

El inevitable, e impresionante, lavado de cara gráfico

Como lo pruebe en el nuevo... lo mismo me explota la cabeza de la impresión

Todo un orgasmo visual, y eso que es con el mod corriendo en mi viejo ordenador.

Pero si de verdad queréis sal, pimienta, azúcar, especias y muchas cosas bonitas en vuestro Morrowind, lo que tenéis que hacer es pasaros por una de las páginas que albergan mods para este juego, como ModDB o Morrowind Nexus. Ahí podemos encontrar desde pequeños cambios cosméticos hasta conversiones totales para jugar en un mundo steampunk, en el universo de Stargate o en otros mundos fantásticos. La debida exploración de dichos mods daría para unos cuantos post individuales, y de momento (nótese que digo “de momento”) no me veo yo con disposición a meterme en esos jardines. Mi cola de juegos por jugar ya es bastante larga, entre tentadoras ofertas de Steam y saldos de Gamestop y Game, como para encima liarme mucho con el tema de los mods.

Lo que sí voy a recomendaros es que echéis un vistazo al mod Morrowind Overhaul si el aspecto gráfico del Morrowind os resulta demasiado viejuno.  Este macro-mod, una recopilación de una miríada de mods gráficos, somete a Vvanderfell, Mournhold y Solstheim a un lavado de cara espectacular: los PNJs son más guapos, los monstruos más terroríficos, la vegetación mucho más exuberante, ¡y hasta la noche es más noche! Huelga decir que hace falta un equipo potente para verlo en todo su esplendor, pero incluso si sólo podéis poner las opciones a medio gas el resultado es apabullante. Para que os hagáis una idea: las fotos que acompañan a estos párrafos fueron tomadas con el mod instalado en mi viejo ordenador, un portátil de cuatro años con una GeForce 8600 y un procesador Core Duo a 2’4 Ghz. Y lo mejor de todo: incluye de serie el Morrowind Code Patch, un parche extraoficial que arregla múltiples bugs menores que quedaron sin solucionar y ofrece algunas opciones alternativas de jugabilidad.

Y con esto doy por terminadas al fin mis disquisiciones acerca de Morrowind… por ahora, claro está. Como ya he dicho, hay muchos mods dispersos por ahí, y quién sabe si algún día lejano me dará el siroco y me pondré a explorar esas aguas…

Por cierto, ya tengo decidida al 90% la peli que comentaré en mi próximo post.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desconocia los origenes de la plaga actual de los dlcs... esta bien saber estas cositas, asi te aseguras de apoyar solo a las compañias que lo merecen