domingo, 30 de mayo de 2010

Iron Man: si bebes, no pilotes armaduras de alta tecnología

En este último mes de inactividad bloguera (vaya una adhesión a mis propios propósitos de Año Nuevo) me han pasado bastantes cosas importantes, tanto buenas como malas. En el lado malo, hace dos semanas mis jefes me dieron la triste noticia de que a mediados de junio me mandarán a la calle (por cosas del parné, que de mi trabajo no tienen queja), y mi reciente visita a la última edición de Tierras Baldías rebosó angustia existencial, obsesiones con lo que las cosplayers más monas pensarían de cómo las miraba, y una severa advertencia de la organización por zarandear a un chiquillo perteneciente a un grupo que andaba molestando a los que tomábamos parte en una partida (influyó el hecho de que pensaba que los críos en cuestión habían robado a alguien: es una larga historia). En el lado positivo, la susodicha partida fue una memorable incursión en el universo de Mass Effect, en la que interpreté a un salariano con gran éxito de crítica y público (léase: risas del copón), tuve oportunidad de ver en las mismas jornadas algunos partidillos de jugger (no, no he visto Sangre de Héroes, y sí, merezco el látigo por ello), y últimamente me he sentido mucho más apreciado de lo habitual por mis colegas de profesión y conocidos en general.

Ya sé que eso último es un débil consuelo ante la pérdida de empleo, pero un pobre desgraciado con serios problemas de autoestima como yo acoge esas migajas de respeto como un hambriento acoge un banquete de tres platos. Además, tengo apoyos familiares y no tengo cargas hipotecarias ni personales, así que mi situación no es tan terrible: cuando se me acabe el paro, tendré unos cuarteles de invierno a los que volver hasta que la puta crisis pase.

Porque algún día tendrá que pasar, ¿verdad? ¿VERDAD?

Menos mal que siempre me quedará la ficción para endulzar los putos amargores de la vida, y esta vez aprovecho la presencia en cartelera de la segunda aventura del hombre de Hierro para visionarme (y destripar) la primera de sus apariciones fílmicas, que ya iba siendo hora de que me la viera. De lo contrario mi vida social en el mundillo friki quedaría convertida en una sucesión de miradas incrédulas cada vez que confesara desconocer la película.

A mi vida social general ya le pasó algo parecido cuando dije que me NEGABA a ver Gran Hermano, pero eso no podría traérmela más floja. Y eso que mi (todavía) actual puesto de trabajo lo comparto con un ex concursante.

La semana más importante de la vida de Tony Stark

Porque como adaptéis Naruto o Bleach como adaptásteis Dragon Ball, nos vamos a cabrear de verdad.

Exigimos al Gran Satán de Occidente que la próxima adaptación fílmica de un manga respete un mínimo el trabajo original.

Tony Stark (Robert Downey Jr.), genio de la alta tecnología desde temprana edad y heredero del consorcio fundado por su padre, Howard Stark, es un hombre en la cima del mundo: preside una de las compañías más grandes de Estados Unidos, es uno de los proveedores principales del Ejército americano, y su atractivo personal es tan irresistible que hasta se las arregla para seducir a las periodistas preguntonas que, como Christine Everhart (Leslie Bibb), le cuestionan acerca de rumores de venta de armas a dictadores y gentuza similar. Hasta cierto punto, no se le puede culpar porque traiga de cabeza a su fiel y eficaz secretaria, Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), o a su leal amigo de juventud y enlace con el Ejército, el coronel James Rhodes (Terrence Howard): con tanto éxito como ha tenido Tony en su vida, es inevitable que se le suba un poco (bastante) a la cabeza, y por ello sea algo desconsiderado, aunque nunca activamente malicioso, con los que le rodean. Casi resulta adorable, excepto por esos rumores de que vende armas a genocidas y demás gente poco recomendable.

Lo malo es que el karma de su consorcio industrial por fin le alcanza cuando hace una visita a Afganistán para realizar una demostración a los altos mandos allí destacados de su último producto, el misil de tecnología repulsora Jericho. Durante el camino de vuelta a la base, su escolta es masacrada por un grupo de insurgentes que se hacen llamar los Diez Anillos, él mismo recibe metralla en el corazón, y el enigmático líder de la milicia, Raza (Faran Tahir), le obliga a crear un prototipo del misil; y todo ello gracias a que este grupo está pertrechado con las armas más punteras fabricadas por su propia compañía, en flagrante violación de la primera norma de todo traficante de armas.

Pero no todo está perdido para Tony Stark. Los milicianos le ponen como asistente al médico que le salvó la vida por el desagradable, aunque efectivo, método de colocar un electroimán alimentado con una batería de coche en su pecho para mantener los pedazos de metralla alejados de su corazón; el hombre, llamado Yinsen (Shaun Toub), resulta ser un fan de Tony (de su genio científico visionario, no de su trafiqueo de armamento) y es quien convence al atribulado rehén millonario de que no puede limitarse a dejar que la marea de las circunstancias le mueva a dar a esa pandilla de asesinos lo que desean, que tiene que hacer algo para impedirlo: que no puede, en suma, dejar como legado el trabajo de su vida en manos de unos asesinos sin escrúpulos. Stark cree que es una locura intentar algo de ese calibre cuando, posiblemente, o les maten por rebelarse, o esté muerto en una semana, a lo que Yinsen le responde:

De hecho, hasta me atrevería a sugerir que nunca antes ha tenido una semana tan importante como esta.

- Pues entonces esta es una semana muy importante para usted, ¿no?

Animado por esa complicidad, Stark se lanza a crear algo muy distinto de lo que sus captores pretenden. Primero, un reactor de arco, una especie de placa circular con un filamento de paladio, como fuente de energía del electroimán; luego, una armadura alimentada con ese mismo generador, improvisada con las partes que le proporcionan sus secuestradores, que descubren demasiado tarde que el industrial no les está fabricando el misil que quieren. La huida le cuesta la vida a Yinsen, quien se sacrifica para retener a los guardias un poco más de tiempo mientras Tony termina de poner en marcha su estrambótico traje de combate, pero no es en vano: Stark atraviesa la vanguardia de milicianos como un cuchillo al rojo vivo cortando mantequilla, y acaba siendo rescatado por una unidad del Ejército norteamericano tras pegar un salto a ciegas con los propulsores de la armadura.

Y esto no es más que el principio. La experiencia de comprobar para qué acaban sirviendo las armas que fabrica le lleva a anunciar el cierre de su división armamentística nada más regresar a EE UU, para sorpresa y desesperación de su mano derecha, Obadiah Stane (Jeff Bridges), y de la junta de accionistas. Poquito tiempo después, como buen científico loco vocacional, empieza a trabajar en construir una versión corregida y aumentada de su generador de arco cardíaco y del traje de lata que le ayudó a salvar el culo. Todos los que le rodean piensa que está fatal de lo suyo tras la experiencia del secuestro, hasta el punto de que Stane y los accionistas intentan maniobrar para suspenderle temporalmente de sus funciones como baranda supremo de Industrias Stark (y viéndolo desde su punto de vista, la verdad es que no les culpo), pero Tony sabe que está haciendo lo correcto.

Lo que ni sospecha mientras hace las primeras pruebas de funcionamiento de la nueva armadura, repletas de hilarantes meteduras de pata que a punto están de terminar el trabajo que los insurgentes empezaron, es lo imprescindible que le va a ser su nuevo juguete. Los Diez Anillos han reemprendido su explosiva gira afgana Matad a Todo Lo Que Se Menee Tour ‘ 09, y los inocentes que van a caer a su paso necesitan desesperadamente que alguien les ayude; por si fuera poco, el ataque que a punto estuvo de acabar con nuestro protagonista no fue ninguna coincidencia, y la tenebrosa mano que lo propició está impaciente por terminar la labor que los milicianos no fueron capaces de rematar. Desde luego, se avecinan semanas importantes en la vida de Tony Stark.

¿Pasar de patán a héroe? ¡Pregúnteme cómo!

Espera a que le ponga las manos encima a unas cuantas herramientas de verdad...

Esto es lo que soy capaz de hacer ¡EN UNA CUEVA! ¡CON UNA CAJA DE DESECHOS!

Lo menos que un friki como Dios manda puede pedirle a una película de superhéroes es que su historia sea fiel al espíritu, cuando no a la letra, del original, que tenga escenas de acción bien planteadas y resueltas, y que los efectos especiales estén a la altura de las circunstancias. Iron Man cumple con las expectativas: no lo hace de manera sobresaliente, ni que sorprenda al espectador avezado, pero lo hace, y eso es bastante como para darle el aprobado. El origen fílmico del héroe es prácticamente calcado al que Stan Lee le dio en los 60, cambiando el Vietnam de los americanos por el que fuera Vietnam de los rusos y lleva camino de ser uno de los Vietnams del Ejército estadounidense actual; el villano es uno de los clásicos y más temibles adversarios del Hombre de Hierro (en los cómics logró quitarle su compañía y dejarle temporalmente en la indigencia, entre otras cosas); y los principales aliados y amigos del Hombre de Hierro están bien representados por sus actores: en concreto, Terrence Howard está encantador como el sufrido Jim Rhodes, teniendo algunos de los mejores momentos cómicos del metraje junto a Downey Jr., y Gwynneth Paltrow le da un bienvenido punto de mala leche subrepticia a Pepper Potts.

Pero el show es sobre todo de Robert Downey Jr., que parece está cortado a medida para el papel: no en vano tanto él como Stark (este último en los cómics) han sufrido los demonios del alcoholismo. Downey Jr. le da esa mezcla de insultante seguridad en sí mismo, imprudencia y adorable patanería que uno imagina que tendría un ricachón con ínfulas de superheroicidad como Tony Stark si existiera realmente. En menor medida, el show también es de Jeff Bridges como Stane, que mantiene en todo momento el equilibrio perfecto de afabilidad y bastardez que pide un papel que, al fin y al cabo, es el reflejo distorsionado del héroe.

Pide a Dios que nunca te dé motivos para ponerse serio contigo y usar sus armas.

El putoamismo de Iron Man es tan, tan alto, que hace explotar los tanques de una mirada.

En cuanto al desarrollo de la trama, uno de los grandes aciertos del metraje es que nunca pierde de vista que Stark es un genio con pasta aprendiendo a ser héroe sobre la marcha, y no duda en mostrarlos en toda su (descojonante) dimensión, pero sin que esto a su vez enturbie las contadas, pero espectaculares, escenas de acción; de hecho, algunos de los elementos decisivos en la resolución de estas últimas son introducidos en las partes cómicas, en obediencia a los postulados de Anton Chejóv sobre lo que hay que hacer cuando dejas un pistolón sobre el mantel de la cocina.

No todo es perfecto, sin embargo, pues el origen del héroe se basa en una demostración de estupidez flagrante por parte de los villanos: pese a tener cámaras de vigilancia en la cueva chunga donde tienen trabajando a Stark, en ningún momento se huelen que su cautivo está haciendo la armadura para escapar de su custodia, aún dándose cuenta que lo que está construyendo no es precisamente el misil que le pidieron. Incluso si aceptamos que no tienen idea exacta de lo que está haciendo, no puedo evitar preguntarme si los guerrilleros de los Diez Anillos no podrían haberse figurado que “Stark haciendo algo que no parece ni por asomo un misil=posible intento de huida”.

Si no os importa este lapso de lógica, o el hecho de que el héroe empiece la historia siendo, como decía una crítica en la prensa escrita, una especie de trasunto del protagonista de El Señor de la Guerra (léase: un puto mercader de la muerte), Iron Man da para algo más de hora y media de diversión palomitera muy digna, sobre todo para los Marvel Zombies que todavía mantienen la bandera en alto.

Advertencia: no quitéis la película cuando comiencen los créditos finales, porque todavía queda una escena que… Baste decir que a cualquiera que sea un poquito fan del Universo Marvel se le va a caer la mandíbula al suelo.

1 comentario:

Fet dijo...

Quedaba alguien que no la había visto...