He tenido que acabar publicando esta actualización con retraso dado que a los sinsabores de trabajar en domingo se han sumado esta vez los sinsabores de trabajar en domingo por la mañana. Cosas de un sorteo de viviendas de protección oficial que se celebró a tan intempestivas horas, cuando bien podrían haberlo hecho en sábado y haberme dejado tranquilo el domingo por la mañana. Gracias a Dios que he decidido morder el anzuelo que hace poco lanzaba "Don Javier" Escolar y me he instalado el Spotify (en estos momentos estoy escuchándome el Demanufacture de Fear Factory, figúrense). Gracias a Dios, también, que lo que parecía la definitiva caída en la mierda de uno de mis ídolos televisivos ha resultado ser un gigantesco WYOWNED a Intereconomía TV. Loado sea Alá, por último, ya que la noche del domingo me calcé una peli A-CO-JO-NAN-TE. Adivinen, mis queridos lectores, de qué va el post de hoy.
El campo: naturaleza, aire fresco... ¡Y ACCIÓN A RAUDALES!
Damas y caballeros, nuestro protagonista.
Permitidme que os presente al oficial de policía Nicholas Angel (Simon Pegg, también protagonista de Zombies Party y coguionista de ambas películas), toda una joya de Scotland Yard. Desde su ingreso en el cuerpo, en el que sacó las calificaciones más altas en las pruebas físicas y mentales, la carrera de Nicholas ha estado jalonada por espectaculares éxitos, coronados con la desarticulación de una célula terrorista cuando formó parte de la unidad especial de la Policía británica; además, es amable y considerado en su trato con los ciudadanos, y cumple a la perfección con las leyes y ordenanzas que se aplican a su trabajo. En resumen, el oficial Nicholas Angel es un policía modelo, y un ejemplo a seguir para el resto de sus compañeros; por esa misma razón, es una amenaza de la que tiene que librarse lo antes posible.
Y la mejor manera de librarse de un oficial que se pasa de brillante es darle un ascenso donde Cristo perdió el coche patrulla. Pocos días después de ser apuñalado en la mano por un tipo disfrazado de Papá Noel (Peter Jackson, en un cameo sin registrar en los créditos), Nick es llamado al despacho de su sargento, que le da la "buena" noticia de que ha sido ascendido a sargento... y que eso implica su traslado automático a Sandford, un tranquilo pueblecito en medio de la campiña británica. Para cualquier otro poli, eso sería lo más parecido a una bendición celestial; para Nick es una putada tan gorda que obliga a su jefe a hacer venir primero al inspector jefe, y luego al jefe de la Policía Metropolitana, quien por fin le dice el verdadero motivo de este ascenso: Nicholas es tan bueno que les hace quedar mal a los demás en comparación. Y como el pobre Nick descubre al intentar hacer una maniobra de 'dudo-mucho-que-mis-compañeros-le-dejen-hacerme-esto', sus compañeros están tan encantados con este traslado que ya le tiene preparada la fiesta de despedida para cuando sale del despacho.
Nicholas sólo tiene tiempo de decir un torpe adiós a su novia, una técnica de investigación criminal que cortó con él por su obsesión con el trabajo, antes de largarse, con su ficus bajo el brazo, a Sandford. El viaje en tren es largo y agotador, tanto física como mentalmente, hasta que llega al pueblo. Una vez en Sandford, se aloja en el hostal de Joyce Cooper (Billie Whitelaw), con la que tiene una hilarante conversación relacionada con el crucigrama que ella está haciendo en ese momento (es mucho más gracioso de lo que parece, lo juro), e intenta dormir. Pero el torbellino emocional en el que está sumido desde su indeseado traslado, unido a su natural instinto de policía le impide conciliar el sueño, y no tarda en salir a las calles del pueblo en busca de entuertos que desfacer.
Y desface entuertos, joder que sí. La primera noche del sargento en el pueblecito se salda con la detención de varios menores de edad por consumir alcohol (lo que deja al pub local sin clientela esa noche), y a un hombre adulto y rollizo por intentar conducir estando borracho. Para consternación de Nicholas, a la mañana siguiente descubre que los agentes locales han dejado que los detenidos se vayan de vuelta casita con una palmadita en la espalda. Peor aún, el adulto rollizo resulta ser Danny Butterman (Nick Frost), el hijo del jefe de policía local, Frank Butterman (Jim Broadbent) y compañero suyo de patrulla.
No, Danny, jamás he disparado por la ventanilla en una persecución.
El jefe da la bienvenida a Nicholas llevándole de tournée por las infrautilizadas y viejunas instalaciones y presentándole a sus compañeros. Aparte de la oficial Doris Thatcher (Olivia Colman) y el sargento Tony Fisher (Kevin Eldon) cabe destacar al oficial Bob Walker (Karl Johnson), un hombre ya mayor de habla ininteligible, y a los detectives Andy Wainwright (Paddy Considine) y Andy Cartwright (Rafe Spall), dos engreídos capullos con bigote que se dedican a holgazanear, ir de graciosillos y vestir como si acabaran de infiltrarse en los barrios bajos. Junto con el sargento Turner (Bill Bailey), estos agentes se aseguran de mantener la paz en Sandford, aunque tampoco es que haya mucho que hacer. Tan sólo hay que dejar que las cosas sigan a su ritmo, como el jefe Butterman recomienda a Nicholas, y no comerse la cabeza como hizo su pobre predecesor.
Nicholas también tiene oportunidad de conocer a los miembros de la Alianza de Vigilancia del Vecindario, entre los que están su posadera; el encantadoramente siniestro dueño del supermercado local, Simon Skinner (Timothy Dalton, en un papel maravillosamente sobreactuado); el reverendo Philip Shooter (Paul Freeman); y su enlace con la policía, Tom Weaver (Edward Woodward), entre otros. La Alianza viene a ser una patrulla ciudadana que se comuniCa con walkie-talkies, que tiene cámaras de vídeo en rincones clave del pueblo (centralizadas en un cuarto del edificio de la Policía), y que se dedica a vigilar que no vengan indeseables que puedan echarle a perder la consecución del título de "Pueblo del Año", que Sandford ostenta con orgullo desde tiempo inmemorial; por ejemplo, hombres-estatua, malotes y demás "gente poco recomendable".
Simon Skinner: porque la maldad no está reñida con la simpatía.
A pesar de la tranquilidad de la villa, Nicholas pone todo su empeño en seguir haciendo su trabajo de policía como de costumbre, esquivando de paso las tontas preguntas de su compañero Danny, que está obsesionado con las películas de acción (ah, un espíritu afín a mí), y las del periodista local, Tim Messenger (Adam Buxton), un pobre diablo que no hace más que cometer faltas de ortografía. Por desgracia, para todo lo que le sirve al sargento Angel esta actitud es para perseguir a canis que roban en el supermercado de Skinner (y que luego el dueño no ponga denuncia), intentar echar el guante sin éxito a un cisne que se le ha escapado a un granjero, y confiscar el gigantesco arsenal de un anciano aún más ininteligible que el oficial Walker; vale, eso último es impresionante (más que nada porque el viejo tenía UNA JODIDA MINA SUBMARINA, SEÑORES), pero es una rareza en la cotidianeidad del municipio.
Lo que no sospecha Nicholas es que todo eso va a empezar a cambiar muy pronto. El multazo que le pone a un engreído dramaturgo local por conducir a toda leche se acaba convirtiendo, por intermediación del jefe Butterman, en un par de invitaciones para ver el montaje de Romeo y Julieta que hace junto a su rubia y boba amante; baste decir que se nota la inspiración en la versión de Baz Luhrmann, y que Baz Luhrmann debería asesinar a ese pomposo engreído por insultar a Shakespeare y a él mismo. Y de hecho, alguien le ahorra el trabajo a Luhrmann esa misma noche, y deja luego los cuerpos descabezados en el coche del dramaturgo para simular un accidente de tráfico. El sargento Angel es el único en notar que el supuesto accidente no ha dejado marcas de frenazo en la calzada, lo que unido a la casual presencia de Skinner mientras acordonan la zona y su conocimiento de quiénes son las víctimas (sin contar que el tío emplea una frase irónica sobre los finados, bromeó con la chica la otra noche acerca de abrirle la cabeza a golpes, y está escuchando en ese momento en su coche Romeo and Juliet de los Dire Straits) le lleva a la correcta conclusión de que esas muertes han sido intencionales.
El problema es que su actitud rigurosa y metódica, lejos de granjearle la simpatía de sus compañeros, le ha convertido en blanco de sus bromas, insultos y desprecio general (sobre todo de Andy y Andy, que no le tragan ni con Purgante Amor), por lo que no son nada proclives a creerle; menos aún cuando Sandford es una ciudad en la que hace dos décadas que no ocurre ningún asesinato, como recuerda el jefe Butterman. Pero Nicholas lo tiene claro, sobre todo cuando otros sucesos muy similares (con frasecita sospechosa de Skinner incluida) se suceden en los siguientes días; y Danny, con el que está empezando a congeniar cada vez más, está dispuesto a apoyarle en su investigación... aunque eso signifique meterse en líos cada vez más grandes e ir quedando cada vez más como unos bobos ante el resto de los lugareños. O ponerse en el punto de mira del misterioso asesino, que tampoco es plato de gusto de nadie.
El mejor pueblo en el que montar una ensalada de tiros
¡ESTO! ¡ES! ¡MERCADONAAAAAAAAAAAAAAAAA!
Estamos demasiado (mal) acostumbrados a creer que "comedia=peli mala", algo de lo que podemos culpar a una parte importante de la producción de cine española, a una parte aún más grande del cine americano (sobre todo a los malos imitadores de los hermanos Zucker y Jim Abrahams; sí, Jason Friedberg y Aaron Setzer, ESTOY MIRANDO EN VUESTRA DIRECCIÓN). Menos mal que hay películas como Arma Fatal, que sirven para recordarnos hasta a los más zotes y sin sentido del humor (léase: tipos como el que escribe estas líneas) cómo hacer una comedia buena de verdad, y que hay gente como Edgar Wright y Simon Pegg que saben cómo se hace.
Se hace viendo un montón de películas de tiros (las buenas, las malas y las mediopensionistas) y aplicando sus figuras estilísticas en contextos delirantes. Mirad por ejemplo ese montaje trepidante para rodar una escena de papeleo, o esa emocionante persecución a pie de un ladrón de supermercado, o las reiteradas escenas en las que el sargento Fisher, en el escenario de un crimen accidente, le pregunta a Nick Angel qué es lo que convendría hacer, y una vez Nick ha soltado la retahíla (acordonar, cortar el tráfico, bla bla bla), Fisher da como instrucciones a los demás: "(haced) lo que él ha dicho".
Se hace también usando muchos de los trucos de las buenas comedias, como una premisa que parece hecha a propósito para el tronchamiento de rabadilla (¿el prota de una peli de acción atrapado en un pueblecito apacible? ¡ESO VA A SER LA MONDA, CHACHO!) y numerosos gags verbales (el lío de Nick y su posadera con las soluciones del crucigrama de esta última), físicos (el pobre Danny Butterman intenta imitar la agilidad de Nicholas saltando vallas... con desastrosos resultados) y de todos los tipos, varios de ellos recurrentes (¡EL CISNE, POR ALLÁ VA!).
Y todo ello viene redondeado por un elenco actoral que se mete en la piel de sus estralafarios personajes procurando divertirse como el que más. Dalton está, como acabo de decir, fabulosamente sobreactuado y encantadoramente maligno como Simon Skinner, y Nick Frost logra capturar el carácter adorable, y a la vez fastidioso, el Danny Butterman, mientras que Paddy Considine y Rafe Spall nos provocan gozosas oleadas de odio y tirria hacia los capullescos Andy y Andy, pero en general todos está bien.
Y a Simon Pegg no le he mencionado porque casi se puede decir que juega en una liga aparte. No sólo por su actuación, que está al nivel de sus compañeros de reparto, sino porque nos logra vender a un personaje que es al mismo tiempo profundamente cómico, un perfecto 'straight man' para los disparatados pobladores de Sandford, y la clase de héroe que todos los hombres queremos ser de mayor. Y permitidme que ahora me desvíe por terrenos deidescos.
Volveré. Cuando me haya tomado el café con donuts de la mañana, para ser exactos
Los jugadores de rol y de D&D estamos acostumbrados a ver paladines en los grupos de juego. Y estamos demasiado acostumbrados a verlos como unos puros e ingenuos hombretones con armadura, incapaces de actuar si no es dentro de los límites del más memo de los códigos de honor (véase al deficiente mental de Sturm Brightblade, mi personaje más odiado de la Dragonlance con diferencia). Demasiadas veces se nos olvida que son unos tipos cuyo único requerimiento es ser Legales y Buenos, y que dentro de ahí tiene manga ancha para ser unos Bambis... o unos John McLanes. Y Nicholas Angel, damas y caballeros, es todo un ejemplo de cómo debería ser un paladín de verdad: cree en la Ley, cree en la Justicia, cree que a través del cumplimiento correcto de una se alcanzará la otra, y no está dispuesto a dejar que los que violan la Ley se salgan con la suya... y si los malhechores están dispuestos a sacar la artillería pesada, él es de los que sabe de dónde sacar el triple de potencia de fuego y cómo utilizarla.
Vamos, que Nicholas Angel es Zanahoria Fundidordehierroson, pero con cuarto y mitad de la mala leche y dotes detectivescas de Sam Vimes. Y encima, su número de placa es el 777.
Por si fuera poco, a modo de remate tenemos una apoteósica recta final en la que la comedia se torna épica sin dejar ser cómica cuando Nicholas se enfrenta como un héroe a los villanos de la historia, en un momento que tiene paralelismos con la sangrienta venganza de Gregoire de Fronsac en El Pacto de los Lobos (película con la que, por cierto, tiene más parecido del que cabría imaginar; y sí, eso es un spoiler) y que cita, totalmente en serio, algunas escenas de acción memorables de las que minutos atrás se ha mofado: esperad a ver, por ejemplo, el guiño a Le llaman Bodhi.
Arma Fatal también hace guiños a películas de otros géneros, y no me refiero precisamente a comedias. Sólo os diré que la razón última por la que los malos comenten sus crímenes logra ser al mismo tiempo hilarante y escalofriante, disparatada y horrorosamente plausible. y por supuesto, eso nos hace sentir mayor alegría cuando el sargento Angel les cae encima como una tonelada de ladrillos en la gravedad de Júpiter.
En suma, Arma Fatal es la obra de un grupo de amantes del cine de acción que buscaron mofarse de sus figuras estilísticas y excesos a la vez que rinden un sentido y amoroso tributo al género. Cualquier que se autodenomine aficionado al cine de acción, a la comedia o a las dos cosas se debe a sí mismo ver esta gozada de filme. Ya quisiera haber sido así Torrente, el brazo tonto de la ley...
6 comentarios:
Como me molo esta peli. Y Dawn of the dead tambien.
Que arte.
Un saludete
¿Dawn of the Dead, o Shaun of the Dead?
Bueno, las dos molan, así que...
Edgar Wright y Simon Pegg ya son sinónimo de entretenimiento inteligente.
Que el MonEsVol los cubra de albóndigas.
en mi vida habia oido hablar de esta peli.....pero tiene pinta de ser friki..alomejor me ekivoco..me la recomiendas pues..
por cierto el personaje simpson de tu avatar no es el ke odiaba a hommer por ser un gordo de mierda con suerte?
Tío Fet: ¡A-MÉN! Cúbrales el MonEsVol, cúbrales.
Maya: recomiéndotela, recomiéndotela. Y sí, es el amigo Fran Grimes, más conocido como "Grimito" :P
Hoyga, que a la que vaya pa casa nos la calzamos en plan colectivo, si usté gusta. Que no la he visto, pero no se lo diga a nadie.
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