Un mes. Un puto mes exacto para actualizar el blog. Por otra parte, considerando que hace unos días recibí una mala noticia en el plano personal… pues sigue siendo imperdonable, pero no tanto, supongo. Más grave es el hecho de que no me prepare casi nada las partidas de rol que les dirijo a mis amigos en tierras manchegas, o al menos así lo veo. Lo cierto es que ambas cosas tienen raíz en la misma pereza fundamental que se interpone también entre mi situación actual y mi sueño infantil de ser un escritor; dicho de otro modo, que me cuesta horrores arrancarme a escribir porque soy un puto GANDUL.
Pero aquí estoy, porque ha llegado el momento de pagar una deuda contraída en los albores de este blog. Casi cinco años después de que me quedara flipado con su (falso) tráiler y lo comentara en este rincón de la Red, ha llegado el momento de hablar de Machete.
El mexicano más duro a ambos lados del Río Grande
Machete, el mexicano al que nunca deberías intentar joder.
Machete Cortez (Danny Trejo) fue en otro tiempo el federal más duro y temible de México, una incorruptible y arrolladora fuerza de la naturaleza con placa y uniforme que combatía al narco a golpes del arma de la que recibía su nombre de pila. Pero eso fue antes de que su archienemigo, el barón de la droga Rogelio Tórrez (Steven Seagal, protagonista de mil pelis de acción de tercera regional), comprara a su propio jefe, asesinara a su mujer y a su hija, y estuviera a punto de rostizarle. Ni un tío tan duro y bragado como Machete es capaz de salir con la mente indemne de un horror así, de modo que tres años después lo encontramos vagando por Texas como un inmigrante indocumentado más, haciendo trabajillos de mierda por un sueldo de mierda (en negro, of course). Claro que, pese a su decadencia, el viejo y cansado ex poli no ha perdido facultades, y sigue siendo más que capaz de ganar una pelea aún sin tener que tocar a su oponente.
Machete, el hombre que no necesitaba una Magnum .44 para acojonar.
Es una demostración de habilidad de ese calibre la que llama la atención del siniestro empresario local Michael Booth (Jeff Fahey, Cuerpo Maldito), el cual le hace una clásica “oferta que no puede rechazar”: 150.000 dólares por asesinar al senador John McLaughlin (el mismísimo Robert de Niro), un corrupto demagogo que basa su campaña de reelección en un mensaje anti-inmigrantes que deja en pañales la propaganda nazi sobre los judíos, cuya propuesta central consiste en crear una valla electrificada para cerrar la frontera con México, y que tiene entre sus hobbies la caza mayor de espaldas mojadas junto a la milicia ultra que lidera el degenerado ‘sheriff’ Von Jackson (Don Johnson, otrora epítome de lo molón como Sonny Crockett en Corrupción en Miami). Booth no hace esto por la bondad de su corazón, desde luego, sino porque la economía texana no puede permitirse perder el flujo de barata mano de obra inmigrante que la sostiene; por eso mismo, no piensa aceptar una negativa por respuesta. Machete acaba por acceder, pero se permite mantener parte de sus principios al dejar el dinero del encargo en manos de la misteriosa Luz (Michelle Rodríguez), una vendedora de tacos de la que se rumorea que coordina en secreto una amplia red de apoyo a los inmigrantes mexicanos bajo el sobrenombre de "Ella”, y a la que vigila día y noche la agente de inmigración Sartana (Jessica Alba).
Machete, maestro de la jardinería de combate.
Por supuesto, los que llevábamos esperando esta película desde que vimos su (falso) tráiler sabemos que Machete se ha metido de cabeza en una trampa. El verdadero propósito de Booth no es matar al senador, sino fingir un atentado terrorista por parte de un inmigrante para dar un impulso a su popularidad y garantizar su elección; no en vano es su mano derecha y principal donante de su campaña. Sólo la natural dureza de Machete, su habilidad crujiendo a los “limpiadores” que envían a por él, y la no-del-todo-inesperada asistencia de la Red le permiten escapar con vida de la emboscada.
Machete, luchando contra el Mal mediante el poder del netorare.
¡Qué cabrón! ¡Se está dando el lote con mi mujer y mi hija al mismo tiempo!
De modo que ahora Machete tiene motivos más que sobrados para querer vengarse de Booth, y Booth tiene un problema que ni se imagina. Y no sólo porque Machete sea muchísimo más peligroso que tu tipo duro mexicano típico (si es que tal cosa existe), sino porque su socio en la vertiente más turbia de sus negocios (léase: narcotráfico) es ni más ni menos que Rogelio Tórrez, al que no le gusta nada que ande por ahí un cabo suelto de aspecto sospechosamente familiar; además de eso, tanto Luz como Sartana han reconocido al robusto mexicano viejuno que aparece en los vídeos del incidente, y huelen a gato encerrado en el asunto desde kilómetros. Si encima se meten de por medio el hermano de Machete, un sacerdote católico (Cheech Marin) que tiene la costumbre de grabar en vídeo los turbios secretillos de confesión de feligreses como el propio Booth, y la guapa hija de este último (Lindsay Lohan), por la que el millonario siente una pasión incestuosa… pues dejémoslo en que más vale no olvidar el chubasquero en casa en los próximos días, porque la venganza de Machete va a salpicar como un Katrina de sangre e ira, y más aún cuando descubra que la casualidad ha vuelto a cruzar su camino con el asesino de su familia y eterna némesis de sus tiempos de poli…
Pensándolo bien, ¿he dicho chubasquero? Mejor un traje de buzo.
La continuación de Grindhouse por otros medios
Con un senador como McLaughlin, está claro que Texas es algo así como el equivalente a la Comunidad Valenciana de los EE. UU.
Los más veteranos lectores de este blog, así como aquellos que hayáis buceado en las profundidades de sus entradas pasadas, recordaréis que ya hablé aquí de Planet Terror y Death Proof en su día. Bien, lo que dije sobre ambas películas (en términos generales) se aplica también a Machete. Los tres filmes están hermanados en una misma actitud palomitera y de nostalgia por esas películas salvajes, sangrientas y divertidas que copaban las marquesinas de los cines de mala nota de Yanquilandia en los años 70. En este caso, si las dos películas anteriores cubrían los nichos de la “típica” (sí, hombre) peli de zombies químicos y del “típico” (ya, claro) slasher de la época, Machete cubre el de la “típica” peli de acción y venganza de aquella época… suponiendo que tenga algo de “típico” hacer un filme ajustado a los cánones del blaxploitation con mexicanos, que va a ser que no.
¿Joe Arpaio? Un pringao y un moñas sin huevos para hacer lo que hay que hacer. Te lo digo yo como que me llamo Von Jackson.
Porque la película tiene todo lo que se le puede pedir a un ejemplo de este subversivo género: protagonismo absoluto para miembros de una minoría ética puteada sin límite por el Hombre (el blanco, para más señas), papel principal para un tío con tanta pinta de duro que podría follarse a una roca y disfrutar de la experiencia (Danny Trejo, cuya vida ella sola da para una película documental), villanos despreciables y racistas encarnados por actores blancos famosos de capa caída, una trama con ecos de los conflictos raciales y sociales entre la élite WASP y la minoría en cuestión, y violencia altamente catártica contra el Hombre y sus adláteres. Claro que, como estamos en el nuevo milenio y la peli es de Robert Rodríguez, pues la violencia en cuestión derrocha sangre como un momento típico de Braindead, y muchas escenas tiene un toque de comedia negra a través de la exageración: sirvan de ejemplo el primer anuncio de campaña de McLaughlin (digno de los que Goebbels y sus secuaces dedicaban a los judíos cuando se entusiasmaban), o el maravilloso funky de peli porno setentera que suena cada vez que Machete se enrolla con una gachí; en eso Rodríguez sigue los mismos cánones que empleó para Planet Terror.
¿Decadencia? Puñeta, qué decadencia ni qué hostias, si tengo una churri china.
Los actores están en su mayoría correctos, destacando el exceso de Robert de Niro como un senador corrupto tan despreciable como descacharrante, la autoparodia de Lindsay Lohan, y el hecho de que Steven Seagal resulte siniestro y temible en lugar de simplemente insoportable; está claro que al otrora ¿héroe? de acción le sienta bien la decadencia. Tampoco es que Don Johnson desmerezca como trasunto texano del despreciable Joe Arpaio, y la verdad es que Cheech Marin resulta de lo más entrañable como cura guerrillero. ¿Y Trejo? Digamos que, teniendo en cuenta que la peli está pensada sobre todo como un vehículo para su lucimiento, está más que a la altura de las circunstancias.
No podía faltar el clásico cameo de Tom Savini como Osiris Amanpour, el asesino que tiene su propio anuncio en plan Teletienda.
En cuanto al desarrollo de la historia en sí, lo cierto es que Rodríguez logra meter en ella todas las escenas que rodó para el (falso) tráiler, pero en bastantes casos lo hace con calzador; el caso más flagrante es el de la lapidaria frase que el Padre le suelta a uno de los sicarios de Booth a punta de escopeta antes de matarle, que en el contexto del resto de la escena queda como un garrafal error táctico por parte del hermano de Machete. Claro que este modo de actuar se me antoja muy propio del director de una peli de serie B setentera, con lo que le da un toque más de autenticidad a la emulación que el filme hace de los cánones del grindhouse.
Danny Trejo contra Steven Seagal: ¡DUELO DE TITANES!
Con todo esto, creo que ya os podréis figurar si la película os gustará o no, pero no quiero dejar sin comentar el subtexto antirracista y pro inmigración mexicana de la película. Algunos de los comentarios al respecto de esto que he tenido la oportunidad de leer en Internet (en la página de la peli en TVTropes, para ser exactos) hablan de esto como un deliberado guiño a la blaxploitation con intenciones paródicas, más que una toma de partido activa por la causa hispana. Lo del guiño a la blaxploitation es más que evidente, dado que la película es una aplicación de sus coordenadas éticas y estéticas al mundillo hispano, pero no estoy tan seguro de que la intención sea tan paródica. Es verdad que el conflicto racial que sirve de trasfondo a la película está retratado con trazo grueso y sin sutilezas, pero las escenas que se refieren a él de manera directa (por ejemplo, la comida familiar en casa de Booth, o el exagerado discurso con el que Sartana convence a los indocumentados de que acudan en ayuda de Machete) lo hacen con la vehemencia de quien cree sinceramente en el mensaje central que plantea la película. Tal y como decía Scott “El Santo” Ashlin al comentar El más allá de Lucio Fulci, a veces una película de serie B puede hablar con más elocuencia de temas conflictivos que treinta años de cine social izquierdoso. A lo mejor es que, cuando uno abandona las pretensiones artísticas y de denuncia social sin renunciar a esas preocupaciones, lo que consigue es tratar las susodichas sin cogérsela con papel de fumar; algo que desde mi poco conocimiento de la filosofía oriental, se me antoja muy zen. ¿Es Machete cine de denuncia social zen? ¿O soy yo un imbécil con blog creyéndose más listo y culto de lo que realmente es? Si lo que he comentado del filme os intriga, vedlo vosotros mismos y sacad vuestras propias conclusiones.
Y por favor, no lo hagáis en plan cine-club sesudo, pese al tono del párrafo con el que cierro esta crítica. Juntad al grupo de amigotes, calentad unas palomitas, servíos unas cervezas, y ¡A DISFRUTAR!
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