En este último mes de inactividad bloguera (vaya una adhesión a mis propios propósitos de Año Nuevo) me han pasado bastantes cosas importantes, tanto buenas como malas. En el lado malo, hace dos semanas mis jefes me dieron la triste noticia de que a mediados de junio me mandarán a la calle (por cosas del parné, que de mi trabajo no tienen queja), y mi reciente visita a la última edición de Tierras Baldías rebosó angustia existencial, obsesiones con lo que las cosplayers más monas pensarían de cómo las miraba, y una severa advertencia de la organización por zarandear a un chiquillo perteneciente a un grupo que andaba molestando a los que tomábamos parte en una partida (influyó el hecho de que pensaba que los críos en cuestión habían robado a alguien: es una larga historia). En el lado positivo, la susodicha partida fue una memorable incursión en el universo de Mass Effect, en la que interpreté a un salariano con gran éxito de crítica y público (léase: risas del copón), tuve oportunidad de ver en las mismas jornadas algunos partidillos de jugger (no, no he visto Sangre de Héroes, y sí, merezco el látigo por ello), y últimamente me he sentido mucho más apreciado de lo habitual por mis colegas de profesión y conocidos en general.
Ya sé que eso último es un débil consuelo ante la pérdida de empleo, pero un pobre desgraciado con serios problemas de autoestima como yo acoge esas migajas de respeto como un hambriento acoge un banquete de tres platos. Además, tengo apoyos familiares y no tengo cargas hipotecarias ni personales, así que mi situación no es tan terrible: cuando se me acabe el paro, tendré unos cuarteles de invierno a los que volver hasta que la puta crisis pase.
Porque algún día tendrá que pasar, ¿verdad? ¿VERDAD?
Menos mal que siempre me quedará la ficción para endulzar los putos amargores de la vida, y esta vez aprovecho la presencia en cartelera de la segunda aventura del hombre de Hierro para visionarme (y destripar) la primera de sus apariciones fílmicas, que ya iba siendo hora de que me la viera. De lo contrario mi vida social en el mundillo friki quedaría convertida en una sucesión de miradas incrédulas cada vez que confesara desconocer la película.
A mi vida social general ya le pasó algo parecido cuando dije que me NEGABA a ver Gran Hermano, pero eso no podría traérmela más floja. Y eso que mi (todavía) actual puesto de trabajo lo comparto con un ex concursante.
La semana más importante de la vida de Tony Stark
Exigimos al Gran Satán de Occidente que la próxima adaptación fílmica de un manga respete un mínimo el trabajo original.